Doxa y Demagogia

 

* Muchas Veces lo Importante no es lo que se Opina

Sino Quién Cómo y Cuándo lo Afirma

*La Palabra Presidencial Tiene o Puede Tener Serias 

Repercusiones Políticas y Sociales

*Demagogia, Figura Gubernativa del Control del Poder 

Político Apela a Emociones del Fanatismo

 

EZEQUIEL GAYTÁN 

 

El concepto doxa proviene de la filosofía griega clásica y equivale a lo que hoy podríamos traducir como opinión o punto de vista, pues no brinda certeza científica demostrativa sujeta al examen de la verificación. En otras palabras, se trata de una aproximación a la realidad, pero puede contener una parte engañosa, imaginativa y en muchas ocasiones está envuelta en actos de fe, supuestos imaginarios o en ideologías. De ahí que la doxa es la vía de la opinión, pero no necesariamente la vía de la verdad. 

Lo interesante del caso es que a la opinión individual y social le damos tal vez demasiada importancia. Realmente para lo que nos sirve es con la intención de aproximarnos a la realidad, debatir y construir hipótesis. Por eso toda hipótesis es un supuesto, pero no todo supuesto es una hipótesis. Consecuentemente, es importante concebir a la doxa como algo inmaduro y en proceso de gestación. Más aun, las opiniones están sujetas a múltiples interpretaciones y la que prevalece de todas ellas es usualmente aquella en la que predomina el poder, pero no necesariamente la verdad.

Por todo lo anterior, muchas veces lo importante no es lo que se opina sino quien lo dice, cómo y cuándo lo dice. En otras palabras, la opinión o doxa de alguien con autoridad legal y legitima no es la misma que alguien sin poder, ni autoridad. Ambas son respetables y legítimas, pero el peso político de la autoridad marca la diferencia. No es lo mismo a que ciudadano de a pie vocifere y opine en contra de un articulista que la opinión provenga del presidente de la República. Las investiduras son diferentes porque ese ciudadano lo hace ante un amigo en una cafetería y el presidente, en este caso, en una conferencia mañanera y a nombre del Estado. Esa es la pequeña gran diferencia.

De ahí que la doxa presidencial tiene o puede tener serias repercusiones políticas y graves consecuencias sociales, ya que abre las puertas a la demagogia. Ese régimen de gobierno que se define como la estrategia de gobernar mediante la utilización de prejuicios sin pruebas, emociones repletas de resentimientos sociales, temores de represión gubernamental y falsas esperanzas que hacen de los grupos marginados y estratos necesitados un caldo de cultivo a favor del demagogo.

Cuando el presidente López Obrador dice “sólo doy mi opinión” está recurriendo a la doxa griega que abrió las puertas a la demagogia y ahora vemos, en pleno siglo XXI, la forma grotesca en la que la doxa reaparece. Léase, envuelta en un populismo ramplón en el que pulula, desde las conferencias mañaneras, un séquito de personas servidoras públicas improvisadas, abundante en número, y sin embargo, sin tener acceso al presidente. En todo caso le hablan, pero él no las escucha. Frente a él, un número significativo de honestos periodistas y simultáneamente un grupo de paleros con preguntas sembradas y preparadas a fin de que pregunten lo que desea nuestro primer mandatario. 

En alta política es recomendable abstenerse de dar la opinión si se tiene la investidura de la conducción de una nación mediante el voto popular, pues en la democracia un presidente es de todos y no sólo de quien votó por él. Las palabras de un presidente se graban, se imprimen, se reproducen y se interpretan. Dar una opinión acerca de todo, por todo y para todo acaba convirtiéndolo en lenguaraz de hueca palabrería y estériles mensajes. Es cierto que la demagogia mediante la doxa en ocasiones se apoya en programas sociales de corte asistencial y eso les otorga respaldo, pero se trata de compra de votos y no de creación de consciencia política y ciudadanización. 

Ya se abrieron las puertas de la demagogia en la actual gestión y el instrumento de la doxa, con su aparente inocencia, se vuelve un instrumento potencial de populismo que devora a la argumentación sustentada en la demostración científica de los datos duros. En otras palabras, ya vivimos bajo la sombra de un gobierno que en el nombre del “pueblo bueno y sabio” señala a las “élites” como las culpables de la pobreza y las desigualdades sociales.

La doxa de la verborrea populista es peligrosa porque la demagogia, esa figura gubernativa del control del poder político consistente en apelar a emociones destinadas al fanatismo, estigmatizaciones superficiales, pero acusadoras, prejuicios infundados y falsas esperanzas sustentadas en la ignorancia ya impera en nuestro país de manera personificada en una sola persona. 

Ese diagnóstico, mucho me temo, ya es el que impera hoy en México y nos corresponde a los mexicanos, mediante la defensa de nuestro voto, detener al mal gobierno.  

 

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