Cristina Rivera Garza. El invencible verano de Liliana. Random House, Ciudad de México, 2021. 304 páginas.
“En medio del odio descubrí que había, dentro de mí, un amor invencible. En medio de las lágrimas descubrí que había, dentro de mí, una sonrisa invencible. En medio del caos descubrí que había, dentro de mí, una calma invencible. Me di cuenta a pesar de todo eso… En medio del invierno descubrí que había, dentro de mí, un verano invencible. Y eso me hace feliz. Porque esto dice que no importa lo duro que el mundo empuja contra mí; en mi interior hay algo más fuerte, algo mejor, empujando de vuelta”. Albert Camus.
DAVID MARKLIMO
En el año 1954 el escritor francés Albert Camus publicó una breve colección de ensayos titulada El Verano. En estos escritos, fuertemente influenciados el desastre de la Segunda Guerra mundial, el escritor luchó por la supervivencia de la esperanza. Ese concepto tan vago y difícil que nos pide encontrarle algún sentido a la vida y a la propia existencia cuando nuestro mundo ha sido devastado.
Con ello en mente, Cristina Rivera Garza trató de explicar el asesinato, treinta años atrás, de su hermana, Liliana, en el libro El invencible verano de Liliana. Es un libro poderosísimo, brutal y en el fondo lleno de amor hacia alguien que ya no está, pero que le daba significado a nuestra existencia.
Evidentemente, hay muchísimas preguntas, algunas que planeta la misma Cristina: ¿por qué tuvieron que pasar treinta años para que se decidiese a abrir las cajas y cuadernos de su hermana? ¿Por qué, después de ese tiempo, intentó recuperar los informes policiales y a contactar con las personas cercanas a su hermana en la época de su muerte? El duelo, la superación del trauma pueden explicar algunas cosas. Las ganas de saber, también. Pero no es sólo eso. O no lo parece, querido lector.
Tiene que ver, parece, con dos cosas. La primera es que, al día de hoy, hay un lenguaje que permite explicar el caso. Hablamos de un feminicidio: Liliana había intentado terminar su relación con el que señala responsable de su feminicidio, Ángel González Ramos: un novio insistente, celoso, absorbente y controlador de la preparatoria que cometió distintas formas de violencia contra Liliana. Tiempo antes de ser asesinada, Liliana había tomado la decisión de dejarlo. Este lenguaje, nacido en los últimos años permite a Cristina explicarse … no es un dato menor. Asumir ese vocabulario, incorporarlo, es algo que lleva su tiempo. Un ejemplo, antes, se hablaba de crímenes pasionales, un concepto difuso, machista, que culpaba implícitamente a la víctima mientras exoneraba al acusado.
Por otro lado, si bien el libro presenta pronto los pormenores de la investigación, no es un libro pensado en hacer Justicia. Ampliemos el panorama: esta historia puede entenderse como una herramienta de denuncia y de búsqueda de justicia, pues Rivera Garza construyó la historia del feminicidio de su hermana como un archivo integrado por elementos afectivos, constituido por experiencias personales y familiares, uno que se inició ante el Estado, pero que no se resolvió. La historia de Liliana se une y da voz a la de muchas más mujeres y niñas, que exigen justicia. Es, entonces, en ese escenario donde hay que dar espacio a algo más amplio de justicia: la preservación de la memoria y la verdad.
La presente obra nos invita a formular diversas preguntas sobre la violencia contra las mujeres: ¿cuáles son las responsabilidades de las autoridades de investigación respecto a estos sucesos? ¿Qué pasa cuando no hay resultados? ¿Cuál es la relación entre la impunidad y el acceso a la Justicia? Queda todo este clamor ahí, revoloteando largo tiempo, provoca un malestar espeluznante, propio del país que habitamos y de la sociedad a la que pertenecemos. Alta literatura, pues.
La obra ganó el Premio Xavier Villaurrutia.