RAÚL MONDRAGÓN von BERTRAB
“En una sociedad cerrada el poder no sólo se arroga el privilegio de controlar las acciones de los hombres —lo que hacen y lo que dicen—; aspira también a gobernar su fantasía, sus sueños y, por supuesto, su memoria. En una sociedad cerrada el pasado es, tarde o temprano, objeto de una manipulación encaminada a justificar el presente. La historia oficial, la única tolerada, es escenario de esas mágicas mudanzas que hizo famosa la enciclopedia soviética (antes de la perestroika); protagonistas que aparecen o desaparecen sin dejar rastros, según sean redimidos o purgados por el poder, y acciones de los héroes y villanos del pasado que cambian, de edición en edición, de signo, de valencia y de sustancia, al compás de los acomodos y reacomodos de las camarillas gobernantes del presente. Ésta es una práctica que el totalitarismo moderno ha perfeccionado pero no inventado; ella se pierde en los albores de las civilizaciones, las que, hasta hace relativamente poco tiempo, fueron siempre verticales y despóticas.
Organizar la memoria colectiva; trocar a la historia en instrumento de gobierno encargado de legitimar a quienes mandan y de proporcionar coartadas para sus fechorías es una tentación congénita a todo poder.”
– Mario Vargas Llosa, La verdad de las mentiras.
“No sé si es una falta de voluntad o una falta de capacidad del gobierno mexicano para doblegar a estos carteles, pero en cualquier caso el resultado es el mismo para los Estados Unidos: caos, sufrimiento, terrorismo, homicidio… y esto debe terminar.
[…] Necesitamos liberar la furia de los Estados Unidos sobre estos narco terroristas.”
– Senador Lindsay Graham, Senador de los EE.UU.
por el Estado de Carolina del Sur y
miembro del Partido Republicano.
A pesar de todo, la coyuntura bilateral parecería inmejorable para los Estados Unidos Mexicanos: la latinización en Estados Unidos de América -se espera que para 2025 la población estadounidense más numerosa sea latina-; la necesidad post pandémica del nearshoring -o la práctica de transferir una operación de negocios a un país cercano, especialmente en preferencia sobre uno más lejano-; la exportación del home office de expats y nómadas digitales a México, donde vivir en San Miguel de Allende o la Colonia Roma con ingreso en dólares es la panacea aparente; la revolución -y verdadera transformación- culinaria mexicana; el clima.
Parecía también que, desde la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, en la última década del siglo precedente, dejamos de ser el patio trasero de los Estados Unidos, para convertirnos, con Canadá, en sus socios estratégicos. No obstante, ya Trump había dejado claro que hay socios más fuertes que otros, al amenazar en 2019 con incrementar las tarifas arancelarias a las importaciones mexicanas, pero la última amenaza de los senadores estadounidenses Lindsey Graham (Carolina del Sur) y John Neely Kennedy (Luisiana), quienes han solicitado al Congreso de su país tanto la designación de los carteles mexicanos como organizaciones terroristas, como la autorización del uso de la fuerza militar norteamericana para ingresar a territorio mexicano y decimar a los narcotraficantes y los laboratorios de narcóticos es, como dicen allá, un juego de pelota distinto. México, dicen, es un refugio para los narcotraficantes y ciudadanos estadounidenses están siendo asesinados en ambos lados de la frontera.
El cambio radical, a decir de los senadores, en la política de los vecinos se debe al fentanilo, que ya mata más estadounidenses en un año que los cobrados durante toda la Guerra de Vietnam; sin embargo, hay un hecho detonador evidente, que fue el secuestro letal filmado en tiempo real de ciudadanos estadounidenses a plena luz del sol en Matamoros, y hay hechos aparentemente aislados pero que ocuparon, uno, las primeras planas de los periódicos norteamericanos, que fue la marcha de cientos de miles que en defensa del INE inundaron el Zócalo y las calles aledañas del centro de la Ciudad de México, y otro, el segmento de Opinión del Wall Street Journal: el artículo de Mary Anastasia O’Grady intitulado “La Narco Amenaza a la Democracia Mexicana”, en la que la colunista y miembro del Consejo Editorial trata el ataque al Instituto Nacional Electoral (INE) por parte del actual y por un año más Presidente de México, lo cual considera un “regalo político para los carteles”.
Recordemos que Estados Unidos -de América- es el adalid de la democracia en el mundo y en su nombre y con su bandera ha justificado intervenciones militares en 84 de los 193 países reconocidos por las Naciones Unidas. Solo 3 países no han tenido presencia militar estadounidense alguna, ya sea bélica o cooperativa: Liechtenstein, Bhutan y Andorra. Al poner al mismo tiempo la cara del narco en el blanco, como nuevo enemigo en la guerra por la democracia, y en el cartel de “Se Busca” por la matanza masiva o selectiva de ciudadanos estadounidenses, la agenda desde el norte se perfila.
El Generalísimo Villa, quien hoy y en este su año oficial, flanqueaba al presidente López mientras este esgrimía en respuesta a los vecinos la soberanía nacional, esa espada en cuyo nombre se han cerrado tantas puertas a la transparencia, al mañana, al futuro y a la modernidad, supo lo que significa ser buscado por el ejército norteamericano, cuando con más de 500 hombres cruzó la frontera y mató a 17 americanos en Columbus, Nuevo México. Durante casi un año, casi cien hombres y el 1er Escuadrón Aéreo, consistente en 20 aviones entre Curtiss JN3 y R2, lo mantuvieron a salto de mata en la Sierra Madre chihuahuense.
Me cuentan que ya empezaron las alertas de viaje a México en Canadá y en EE.UU. ¿Será que una vez más atentaremos, suicidas orfebres de espejismos y caprichos sexenales, contra nuestro propio momentum?