NIDIA MARIN
Urge un estadista en México. Las renovadas tensiones entre Estados Unidos y nuestro país lo demuestran, al retornar también la tirantez en el marco de la presunta lucha contra las drogas.
Así como en 1985 México se convirtió para Estados Unidos en la mayor fuente de heroína y marihuana proveniente del extranjero, hoy lo es de fentanilo.
Tal como entonces en las aduanas del vecino del norte revisaban con lupa los vehículos que cruzaban hacia su territorio, hoy advierten a los automovilistas que cruzan de norte a sur, sobre el riesgo que corren de ser secuestrados en territorio mexicano, por bandas del crimen organizado, tal como sucedió con cuatro estadounidenses en Matamoros, Tamaulipas.
De ahí que México esté urgido de sentar en la Silla del Águila a un estadista.
¿Quién de los suspirantes a la Presidencia de la República, de los partidos políticos que hay en México, reuniría las condiciones de estadista y no sólo de un gobernante sexenal más?
Seguramente ninguno. Por lo menos de los que hasta ahora se mencionan en los 7 partidos actuales nacionales en nuestro país:
Morena, con sus tres conocidas corcholatas, además de Ricardo Monreal; PAN, con unos cuantos asomando la cabeza, como Santiago Creel Miranda, Lilly Téllez, Ricardo Anaya y Juan Carlos Romero Hicks; PRI, de igual manera, con Enrique de la Madrid, Beatriz Paredes, Ildefonso Guajardo y Alejandro Murat; Movimiento Ciudadano, con Luis Donaldo Colosio Riojas, Enrique Alfaro y Samuel García Sepúlveda; PRD, con Miguel Ángel Mancera y Silvano Aureoles; PT, con Gerardo Fernández Noroña; y el Partido Verde, con apoyo para la corcholata Marcelo Ebrard.
Lo lamentable es que, ciertamente, México requiere estadistas “y no gobernantes sexenales”, para poder llevar adelante una política de Estado en materia de seguridad pública, hoy que la sangre cubre de rojo a todo el país y que no hay quien frene esta locura.
El requerimiento de lograr tener estadistas, lo hizo hace más o menos 12 años el profesor-investigador del Departamento de Sociología de la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Azcapotzalco, José Luis Piñeyro, un especialista calificado en dicha materia entre los más respetados nacional e internacionalmente.
Su planteamiento es posible encontrarlo en la edición de 16 volúmenes de El Colegio de México y la edición sintética de cuatro, en las cuales se analizan los grandes problemas de nuestra nación.
Hoy, como entonces nos preguntamos:
¿Quién de los suspirantes por la Presidencia de la República reunirá las condiciones de estadista y no sólo de gobernante sexenal? ¿Quiénes serían los diputados y senadores con brillantez que realizarían las reformas correspondientes?
Entre los grandes estadistas que ha tenido el mundo están: Winston Churchill, Vaclav Havel, Mikhail Gorbachev y Franklin Delano Roosvelt. En México, aseguran: Benito Juárez y Adolfo López Mateos.
¿Alguno de los suspirantes que se mencionan hasta hoy tiene los tamaños para ser ese personaje que nuestro país requiere urgentemente ante el triste e indignante derramamiento de sangre y la desaparición de extranjeros en su territorio?
Lo dudamos.
Piñeyro Consideraba desde entonces:
“Se requiere, de manera urgente una política de Estado para la seguridad pública, que incorpore, a la estrategia anticriminal, tácticas ahora ausentes como las siguientes:
“1) El seguimiento y golpes sistemáticos contra el nervio financiero del crimen y sus operadores del lavado dinero (los delincuentes de cuello blanco que nunca aparecen en la televisión, porque siempre son los mismos narcos, los que sí lo parecen y no los caballeros de sociedad a los que se muestra);
“2) La investigación y confiscación del patrimonio criminal y el arresto de los prestanombres para la compra de propiedades;
“3) El impulso a formas de participación ciudadana por la vía de grupos de expertos y organismos de contraloría social para supervisar el funcionamiento del sistema policiaco, judicial y penitenciario;
“4) Campañas permanentes de prevención de delitos (contra la drogadicción, el narcotráfico y el contrabando, entre otros) como forma de restar poder económico al crimen;
“5) campañas masivas para estimular la participación social mediante policías de barrio y comunitarios, juntas de vecinos, y;
“6) la instrumentación de campañas amplias y permanentes de rehabilitación de drogadictos.
Él advirtió:
“Si no se introducen las tácticas mencionadas, seguirá dominando la lógica represiva sobre acciones preventivas, participativas y de rehabilitación en la estrategia de seguridad pública. Por supuesto, tal política debe acompañarse de políticas de Estado económicas -para propiciar empleo bien remunerado a gran escala-, y sociales permanentes de combate estructural a la enorme pobreza nacional. Políticas de Estado que, si bien no van a acabar con la inseguridad pública, económica y social de inmediato, sí fortalecerán la moral de la nación en una guerra de varios frentes. Para una empresa de esta envergadura se necesitan estadistas y no gobernantes sexenales”.
Indudablemente urge un estadista, para que además cese la reformitis de artículos constitucionales, ya que desde Palacio Nacional advirtió el que manda que van tras el artículo 33.