SILVESTRE VILLEGAS REVUELTAS
Así ha llamado jocosamente Jairo Calixto Albarrán al presidente López Obrador en sus artículos publicados por diario Milenio y durante programas transmitidos por diversos canales de la televisión pública. Ello ha sido una respuesta a los casi cinco años donde la oposición ha insistido que el presidente y su gobierno actúan despóticamente, imponen criterios, fabrican consensos y han militarizado al país. Sin embargo, el día en que se escriben las presentes líneas, los medios de comunicación opositores a la 4T han publicitado a los cuatro vientos los afanes de Francisco García Cabeza de Vaca, ex gobernador de Tamaulipas -quien en la actualidad tiene abierta diversas carpetas de investigación, aunque haya obtenido un amparo que no borra las razones primigenias de las acusaciones en su contra- para contender a la candidatura presidencial por el PAN. Él señaló por la mañana y a viva voz: “aquí no hay cuestiones ideológicas ni partidistas, es el dilema entre dictadura y democracia”. Al egresado de la Universidad Bautista de Houston, cualquier analista de la política y académico especializado en el dilema de la dictadura y democracia, le señalaría que la susodicha disyuntiva se plantea, se le analiza, se ven sus puntos débiles y se le combate a partir de posiciones ideológicas, cuyas divisiones y subdivisiones se instrumentan en los partidos políticos. Yo agregaría que en los últimos decenios, a México le han hecho falta partidos políticos que asuman y promuevan proyectos de nación sustentados en una ideología determinada; lo contrario es quedarse como el Partido Ecologista Verde de México, pragmático frente a las mieles del poder y alejado de las genuinas organizaciones ecologistas en este mundo contaminado.
Si el gobierno de Andrés Manuel López Obrador actuara dictatorialmente ya habría ido a las tres de la madrugada a los domicilios del exgobernador, del juez que otorgó el amparo, de los comunicadores que entrevistaron a Cabeza de Vaca y los habría llevado, en el mejor de los casos al ministerio público y en el peor de los casos, a cárceles clandestinas donde la tortura es la regla y se puede llegar a la desaparición de aquellos que se atreven a criticar al mandatario o a un régimen. En nuestro ambiente cultural ello se verificó en el subcontinente latinoamericano con las dictaduras militares, donde el régimen del PRI, si bien no llegó a los excesos chilenos o argentinos, guatemaltecos o dominicanos, sí tiene una historia negra de desapariciones. El caso más sonado últimamente son los 43 de Ayotzinapa.
Hace un par de semanas el presidente señaló desde el atril de Palacio Nacional que aparte del tiempo de Francisco I. Madero, yo agregaría durante la presidencia de Mariano Arista (1852/1853), ningún otro presidente mexicano ha recibido tal andanada de críticas a su persona, familia y acciones de gobierno. Me parece que la ojeriza se inició con la andanada de críticas a todo lo que significaba MORENA y que rodeó de años atrás toda la campaña presidencial.
A menos que no se quiera ver la luz del sol primaveral que se abate sobre la Ciudad de México, la inmensa mayoría de los medios de información, incluyendo Misión Política, son un coro monocorde de críticas razonadas, y las más vitriólicas, en contra de todo lo que hace o deja de hacer el gobierno de AMLO. Un gobierno dictatorial como el existente en Cuba, en Corea del Norte y en el pasado durante la Alemania Nazi, la Italia Fascista y la España franquista, jamás consintieron la libertad de expresión de las ideas que disfrutan la mayoría de los comunicadores mexicanos y extranjeros respecto a lo que hace la 4T. No se nos debe olvidar que el gorila de dominicana, Leónidas Trujillo, asesinó a opositores y críticos nacionales en Estados Unidos, México y Colombia. Estaba prohibido reunirse a platicar en una esquina más de cuatro personas en el Madrid del general Franco, y en este país de Huitzilopochtli el gobierno federal no ha prohibido las diversas concentraciones en su contra: desde las casas de campaña en el zócalo, el oscuro radicalismo detrás del movimiento feminista, hasta las mega concentraciones cobijadas bajo el tema del INE. Si México fuera la Rusia de Putin los convocantes a tales manifestaciones de crítica ya estarían en la cárcel, los consejeros del INE se les hubiera obligado a renunciar, la ministra Piña no se hubiera convertido en presidente de la Corte, existiría un boicot efectivo o nacionalización respecto a las empresas de todos aquellos personajes que han apoyado la irredenta crítica al régimen obradorista. Pero no, efectivamente, se les señala desde la mañanera, pero en libertad continúan ejerciendo la crítica.
Lo que sí es cierto, es que el enfrentamiento que como ya dijimos venía de antes del 2018, se ha potencializado por la actitud de ambas partes. Tan intolerantes unos como otros y lo peligroso es que, frente a un percibido régimen de izquierda, que no lo es, pudiera materializarse un integrismo de derecha tipo Bolsonaro de Brasil. En fin, puede caerles en pandorga AMLO pero hasta hoy su gobierno ha sido tolerante, no tiene ribetes dictatoriales; en cambio, la otra realidad, es la intolerancia que ha ido modelando los comportamientos políticos en el mundo occidental, que es el que nos queda cerca. ¿Somos occidentales? Muchos europeos y estadounidenses, de buena fe lo dudan.