De García Luna a la Concentración en el Zócalo

 

POR ARGENTUM

 

El presidente les va a todas: unas las batea, otras se le escapan. La bola de Genaro García Luna la bateo bien, al menos por el momento.

 

Efectivamente, el juicio se llevó a cabo en otro país, no en México. De haber sido juzgado acá, el mérito hubiera sido mayúsculo. Pero en la lógica del mandatario las perspectivas son diferentes.

 

El que García Luna rindiera cuentas ante la justicia del vecino país, le cayó como anillo al dedo al de Macuspana, porque en las intenciones del presidente no está enjuiciar a ningún personaje así haya cometido las peores fechorías, aquí en México.

 

Habla, amenaza, intimida e insulta; pero no enjuicia. Promete acabar con todos los vicios que existen en el gobierno, pero de las palabras no pasa a los hechos. No se sabe si es por cuestiones ideáticas o por estrategia política. En su particular estilo, en los hechos fomenta lo que de palabra combate.

 

Se ha rodeado de funcionarios con antecedentes nada claros. Lo único claro es que estos personajes serán los primeros en traicionarlo desde el instante que su jefe cierre por fuera la puerta principal de Palacio Nacional. Esa es la costumbre de los que acostumbran venderse al mejor postor.

 

Por eso la justicia mexicana está en momentos muy complicados. El presidente a toda costa trata que la justicia se aplique con todo peso a sus rivales. Los suyos contarán con las mejores consideraciones legales. Lamentablemente, esa es la imagen que está cundiendo por todo el mundo.

 

López obrador aprovechó la declaratoria de culpabilidad contra García Luna para pasarle la factura al PAN, así nunca se haya declarado panista. Los personajes que se mueven en ámbitos cuyos intereses se entrecruzan con los de los delincuentes, procuran no identificarse con determinado partido político; se mueven al margen porque así es más fácil que vendan sus servicios a cualquier gobernante sin importar el partido al que pertenezcan. Simplemente, no tienen ideología.

 

El mandatario “garcialunizó” el caso para colocarlo en la línea electoral del próximo año, presentándolo como un distinguido exponente de la corrupción de los gobiernos a los cuales sirvió: el de Fox y el de Calderón.

 

El nombre de Genaro García Luna estará en el atril de las mañaneras por buen tiempo. Será el trofeo que pretende adjudicarse sin haber competido. Estará en el primer renglón de muchas declaraciones de sus colaboradores. Está convencido que con eso su candidato contará con más votos. 

 

Sin embargo, el presidente debe medir su apuesta; veamos por qué.

 

Varios funcionarios que colaboran en el actual gobierno formaron parte del primer círculo de García Luna, entre ellos Alfonso Durazo, actual gobernador de Sonora; y Omar García Harfuch, funcionario del gobierno de la Ciudad de México. Estados Unidos seguramente sabe hasta donde estuvieron implicados en los asuntos ilícitos de su exjefe, y en su momento puede proceder. De ocurrir esto, Morena sufrirá fuerte revés. 

 

Lo anterior podría leerse en una actitud de García Luna cuando escuchó el veredicto. El exhombre poderoso no tuvo ninguna expresión de sorpresa, como hubiera ocurrido con cualquier otro reo en esas mismas circunstancias. Se mantuvo ecuánime al igual que su familia. Actuó como si previamente hubiese habido algún acuerdo respecto a alguna correspondencia que redujera ostensiblemente su condena.

 

No se descarta la posibilidad que hubiese acordado con las autoridades de aquella nación, acogerse a la figura de testigo protegido. Desde el punto de vista del derecho norteamericano esto estaría en terrenos de la normalidad. Pero al que se le iría el gozo al pozo sería al mismísimo inquilino de Palacio Nacional. En el dichoso juicio salió a relucir su nombre, y ese detalle no es de los pequeños. 

 

Sí, claro, también saldrían raspados Fox y Calderón, por mucho que diga este último que no estaba enterado de lo que hacía o acordaba su excolaborador. El gobierno de México tiene áreas encargadas de recopilar la información de todo lo que acontece en el país, y de lo que hacen sus colaboradores. El Cisen, por ejemplo, tenía toda una estructura dedicada y capacitada para recabar información de grupos delincuenciales y también de los políticos que ocupaban posiciones estratégicas como era el caso de García Luna. El ejército también ha contado con un área encargada de darle seguimiento a delincuentes, políticos y líderes. No son pocos los colaboradores del presidente en turno que no resisten la tentación de mantenerse informados de sus compañeros de gabinete. 

 

Desde ese tiempo se han intervenido teléfonos de línea y celulares. Ningún personaje con funciones estratégicas escapaba de ser espiado. Por eso, un presidente que diga que no sabía o que no le informaban, por supuesto que miente. 

 

Además, un secretario de Gobernación es una de las personas mejor informadas de este país. Recibe información de muchos lados; tiene abultadas nóminas de personas destinadas al análisis y la información, misma que día con día se decanta y se transmite.

 

Repito: un presidente que alega desinformación, miente. Si realmente ignora lo que hacen o no hacen sus colaboradores, entonces… es un presidente que no sirve para gobernar.

 

Por cierto, la cancha donde López Obrador acostumbraba jugar sus mejores juegos, y todos de hit sin carreras; donde todos los espectadores lo vitoreaban hasta la saciedad… pues ya se lo arrebataron. Sí, todos esos que como uno solo, a grito tendido le pidieron a la Suprema Corte que se coloque en posición para batear la pelota; ya tienen la prerrogativa del Zócalo de la ciudad de México.

 

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