Punto de Vista
Por Jesús Michel Narváez
Las amenazas, descalificaciones, falsas acusaciones, no lograron mellar la decisión de miles, cientos de miles de ciudadanos de manifestarse en contra de las decisiones y acciones del presidente, el señor López.
Lo derrotó la sociedad.
Sin acarreados, sin dinero de por medio, sin transporte gratis, sin torta, sin frutsi, los mexicanos que amamos la libertad, la democracia, defendemos el voto y el INE, derrotamos al aprendiz de tirano.
Cierto, la Suprema Corte de Justicia de la Nación tiene la enorme responsabilidad de salvaguardar la Constitución y frenar las reformas a leyes electorales que no tienen otro propósito que apoderarse del aparato electoral nacional para regresar, él y su grupo sí, al fraude electoral. Lo que sigue después, nos corresponde a todos, sí, todos los mexicanos.
No quiere irse. Intenta imponer un sistema de gobierno, autócrata y totalitario. No le importa la democracia. Tampoco la sociedad. Dividió a los mexicanos en una vieja práctica guerrera suponiendo que ganará la guerra.
Ayer perdió la batalla más importante: la de la confianza de sus gobernados. Porque le guste o no, está obligado por la Constitución a gobernar para todos, no solamente para sus beneficiarios con recursos públicos, no propios.
Las descalificaciones previas, llamarnos corruptos que buscamos recuperar los privilegios, acusarnos de servir a intereses ajenos y de paso ser TRAIDORES A LA PATRIA, no logró amedrentarnos.
No nos doblamos tan fácilmente como lo hace usted y su canciller frente al poder extranjero lo que, eso sí, es traición a la PATRIA,
Pidió que llenáramos el Zócalo. Lo hicimos. Y nos faltó espacio.
Y, de manera pacífica, le demostramos que no necesitamos del ejército, la marina o la guardia nacional, para hacer valer nuestros derechos.
NUESTROS, de todos los mexicanos.
No son suyos. Usted no es dueño de México.
Usted es empleado de los mexicanos y su contrato está por concluir.
La manifestación de ayer, que colmó no solo la Plaza de la Constitución sino las calles que conducen a ella y en el interior del país, en 110 ciudades, se repitió la constante de los ciudadanos, es una muestra clara e irreversible de que los que mandan en México somos los ciudadanos y no obedecemos a la “voz del amo”.
No somos sus cómplices. No somos narcotraficantes. No somos protectores de criminales.
Somos ciudadanos libres y usamos la libertad para exigir respeto.
Usted cree, porque no piensa, que su palabra es divina y si tiene una ocurrencia que se convierte en capricho, quiere que se le cumpla.
Así no se gobierna en la democracia. Así lo hacen los autócratas. Los tiranos. Los dictadores.
Y si no quiere entender que somos más los que no queremos la destrucción el país, del sistema electoral, de las leyes, de la Constitución, allá usted y su soberbia.
Se mostró el músculo y el ridículo intento de ligar la asistencia para “proteger a García Luna”, cuya imagen colgaba del edificio que alberga las oficinas de los legisladores del Congreso de la Ciudad de Ciudad, mostró su mezquindad.
Su secretario de Gobernación insistió que la marcha por la libertad y la democracia buscaba defender al sentenciado en Nueva York. La nueva falsedad, está demostrada.
Como se coreó por miles, cientos de miles: NOS VEMOS EN LAS URNAS.
Su contrato no será renovado. No tiene el aval que garantice el cumplimiento de sus obligaciones. Por lo tanto, los ciudadanos lo hemos DERROTADO y no moralmente. Lo hicimos físicamente.
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