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Miguel Tirado Rasso
mitrasso@yahoo.com.mx
Su verdadero compromiso es con
el gran elector que favorecerá a quien
le de mayor certeza de continuar con
el proyecto de la Cuarta Transformación.
Lo que eso signifique.
En base a lo que plantean dos de las corcholatas que no parecen estar entre las favoritas de Palacio, existe poca confianza en la limpieza y transparencia del proceso para la elección del candidato presidencial de Morena, además de no estar muy convencidos sobre la imparcialidad del árbitro conductor del proceso, el presidente del partido, Mario Delgado.
El “piso parejo” y el método escogido para la selección del candidato, no parecen tener muy tranquilos a dos de los cuatro aspirantes oficiales a competir en la carrera presidencial por Morena. El canciller Marcelo Ebrard y el senador Ricardo Monreal, a través de modalidades sugeridas para considerar en este proceso interno, dejan ver su preocupación por tratar de empatar una competencia que, desde el inicio, 18 meses atrás, se ha mostrado con cierta inclinación hacia la jefa de Gobierno de la capital del país, Claudia Sheinbaum.
Según lo anunciado por el dirigente Mario Delgado, en las reuniones plenarias de los senadores y diputados de Morena, su candidato presidencial será escogido por el método de encuesta y la convocatoria oficial, para quiénes deseen participar, será lanzada en el mes de julio, sin agregar mayores detalles. Aquí es, donde algunos aspirantes han alzado la mano para formular propuestas.
El secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, ha planteado que sean cinco los sondeos que se realicen. Que las muestras sean hasta de 50 mil cuestionarios y no sólo de mil, con una sola pregunta que no incluya la de reconocimiento y se considere a los mexicanos en el extranjero. Además, propone la celebración de debates y la separación del cargo para participar, a efecto de evitar el uso de recursos púbicos.
El senador Ricardo Monreal coincide en lo anterior. Además de proponer elecciones primarias, que darían mayor legitimidad a quién se quede con la candidatura. Monreal ha expresado su rechazo a la encuesta, como método para la selección del candidato presidencial. Ante el planteamiento de Morena de que esta es la fórmula que establecen sus estatutos, y es la que se aplicará, el senador aceptó el método, pero propone que se realicen encuestas objetivas e imparciales, tres principales y dos espejo, levantadas por empresas independientes y de prestigio, y no por el partido.
Tanto él, como el canciller, saben de lo que hablan. En el pasado, padecieron, cada quien, la amarga experiencia de encuestas a modo, elaboradas por el partido de su militancia, con resultados desfavorables y sin derecho a réplica.
Sobre las propuestas de estas dos corcholatas, la dirigencia de Morena no ha hecho mayores comentarios. Tampoco los otros aspirantes, el secretario de Gobernación, Adán Augusto López, y la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, han emitido opinión. Podríamos suponer que estas recomendaciones, de alguna manera vienen a alterar el guión del proceso de sucesión presidencial diseñado en Palacio Nacional, buscando mayor transparencia y piso parejo, condiciones que, quizás, el plan no considere oportunas ni convenientes.
Porque el método de las encuestas ha resultado, para Morena, la mejor herramienta para justificar decisiones polémicas, recordemos la cancelación del aeropuerto de Texcoco, o para encubrir el dedazo en la selección de candidatos a cargos de elección popular. Levantamientos al estilo 4T, elaborados, organizados y resueltos por el partido, en la mayor secrecía, sin datos del encuestador ni del formulario de preguntas o del método utilizado.
Tampoco la idea de celebrar debates entre las corcholatas parece estar contemplada en la estrategia del desarrollo de este proceso sucesorio. Los aspirantes saben que su candidatura no depende de su popularidad, sino del voto de quien los destapó, así que, su preocupación no es mostrar sus habilidades en unos debates públicos ni formular promesas de campaña. Su verdadero compromiso es con el gran elector que favorecerá a quien le de mayor certeza de continuar con el proyecto de la Cuarta Transformación. Lo que eso signifique.
Si en el ánimo del dedo elector había poca simpatía hacia algunos aspirantes, sus propuestas para equilibrar y transparentar el proceso interno, los va a mandar a la categoría de corcholatas incómodas.