Punto de Vista
Por Jesús Michel Narváez
Mañana es el Día D de la ciudadanía mexicana.
Porque tomar la calle de manera pacífica y guardar la compostura, sin gritos ofensivos -aunque se tenga razón para recurrir a ellos-, sin permitir colados embozados para evitar la destrucción de instalaciones públicas y privadas, será la forma de decirle al presidente de la República que son millones de mexicanos los que no compartimos su forma de gobernar, no su proyecto, que sin duda tiene puntos buenos, aunque sean escasos.
A diferencia de lo que muchos analistas sostienen, en lo personal no creo en el choque de clases. La manifestación de mañana, a la que debemos acudir todos los que rengamos conciencia de la pérdida de libertades, no debe darle pie al huésped temporal de Palacio Nacional para que nos acuse de “golpistas”.
Nuestra presencia, la de todos los que defendemos el voto libre, las elecciones limpias, los procesos ciudadanizados, debe servir para que en Palacio Nacional se entienda que hay unidad entre los mexicanos, aunque se pretenda dividirnos, y que sirva de ejemplo.
Debemos ser miles, cientos de miles, ojalá de millones, para que la manifestación, que deberá realizarse en todo el país, sea la maquinaria que defienda los cimientos de la democracia e impida la destrucción del sistema electoral mexicano.
Han pasado 5 elecciones presidenciales en las que las manos del gobierno no han podido entrometerse en los resultados. La última ocasión en que desde la Secretaría de Gobernación se organizó y cometió el fraude electoral, fue en 1988.
Hoy tenemos instituciones que creíamos suficientemente sólidas para resistir cualquier embate desde el poder presidencial y legislativo. Sin embargo, el presidente López, cuyo anhelo es perpetuarse en el poder público, encontró los resquicios legales para iniciar el derrumbe que, de conseguirlo, llevará a México y con el país iremos todos los ciudadanos, simpatizantes o adversarios de la cuatroté.
Porque si el séquito que sigue al ocupante temporal de Palacio Nacional supone que no será afectado con las medidas que se pondrán en marcha en cuanto sean publicadas las reformas -es posible que ayer por la tarde se hayan publicado-, se equivoca. Formará parte de la “primera línea” de lo que podría ser el principio de una nueva guerra civil en el país.
El deseo, por supuesto, es que no ocurra una situación de este tipo y que haya receptividad por la presencia de los ciudadanos que decidimos tomar las calles para defender nuestros derechos, nuestras libertades, nuestra democracia.
Confío en que no haya discursos y se dieran que no emerjan de las gargantas de los políticos, de los dirigentes de partidos o de activistas. Si alguien habla, que sea un o una ciudadana que nada tenga qué ver con colores partidistas.
Porque la marcha no la convocan los políticos opositores al régimen. Lo hacen agrupaciones de la sociedad civil, aunque en ellas participen empresarios, políticos, trabajadores, amas de casa, oficinistas e incluso quienes forman el núcleo del empleo informal.
Que se entienda:
¡Todos al Zócalo!
Porque exigimos, sí, exigimos respeto a la Constitución, a las instituciones, a nuestras libertades y a nuestra democracia.
TODOS AL ZÓCALO… LLENÉMOSLO Y DEMOSTREMOS LA FUERZA CIUDADANA.
Mañana es el Día D de la ciudadanía consciente.
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