Del horror al Terror

 

* Un Gobierno que Quiere Fundarse en el Mito de la Historia transformadora. 

Corre el Riesgo de la Comedia Defensora de la Ficción

* Todos Tenemos Mucho que Perder y Poco que Ganar si el Gobernante Insiste 

en sus Necedades y Desplantes Acusadores

EZEQUIEL GAYTÁN

 

El horror se define como algo que despierta sentimientos vinculados con un gran espanto o temor. Se le vincula con la infamia y la crueldad causada por fenómenos externos de repulsión y fobia y nos afectan psicológica e incluso socialmente. Por su parte el terror es el sentimiento extremo del miedo y ocurre cuando ciertos agentes de nuestro entorno se desencadenan ante situaciones y actos excesivos que nos obligan a reaccionar intempestivamente a fin de sobrevivir debido a que el cerebro ya no piensa racionalmente. Lo interesante es que tanto el horror como el terror son fenómenos que pueden ser individuales o sociales.

 

Las personas tendemos a decir expresiones tales como “esto es un horror” ante ciertos hechos sociales indignos o que son producto de la barbaridad política y las decisiones que toman nuestros gobernantes. Realmente no se trata de un horror si nos apegamos a la definición arriba descrita, pero considero que la expresión es correcta en su segunda acepción cuando se trata de situaciones que van desde lo grotesco hasta la irritación de lo absurdo. Por ejemplo, la expresión presidencial de que la presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Norma Lucía Piña Hernández, está ahí es debido a los buenos oficios del titular del poder Ejecutivo Federal. 

 

Por su parte. el terror visto como terrorismo de Estado es algo serio y muy peligroso, pues es cuando un gobierno, en el nombre del Estado y de su proyecto, recurre a estrategias y tácticas encaminadas a infundir amenazas y represalias de manera sistemática en la población civil y la orilla a cierto tipo de comportamientos y conductas que de otra manera no sucederían. El terror es históricamente un recurso de poder enfermizo por parte de los gobernantes. Basta recordar que durante la Revolución Francesa los líderes de entonces como Robespierre y Saint-Just sustentaron su fanatismo en el Comité de Salvación Pública con el propósito de reforzar las funciones del Comité de Seguridad General. Léase, se negaron a escuchar otras propuestas, a conciliar con otros grupos, a recapacitar y mucho menos fueron tolerantes a cualquier crítica. Peor aún, la consideraban como un asunto de traición a la República.

 

Un gobierno que constriñe a la población mediante el amago, la mentira, la acusación sin pruebas y que juzga sin juicio previo está dando los primeros pasos hacia algo más peligroso, el abuso del poder coactivo. Léase, la represión mediante la desaparición forzada, el secuestro, la tortura y el asesinato. Que quede claro, no digo, ni sostengo que ya estamos en el régimen de terror. Lo que argumento es que la actual gestión ha dado algunos pasos que rayan temerariamente en la tentación del autoritarismo que es un preámbulo de los gobiernos totalitarios y dispuestos a implementar el terrorismo de Estado. 

 

Hoy en día, insisto, no vivimos el terrorismo de Estado. Pero es preocupante la devolución de atribuciones metaconstitucionales que desde el poder Legislativo le reconcentran al poder Ejecutivo. También llama la atención la retórica mediante la cual el presidente estigmatiza durante sus pláticas mañaneras a periodistas, intelectuales y medios de comunicación. Peor aún, sorprende negativamente sus atentados en contra de las instituciones públicas de educación superior y los órganos constitucionales autónomos. Un gobierno que quiere fundarse en el mito de la épica histórica transformadora corre el riesgo de las exageraciones y de la comedia defensora de la ficción. También corre el peligro de posicionarse en el radicalismo fanático que banalice el mal en nombre de una ideología.

 

El paso del horror al terror es fácil de dar, pero no de retroceder si las razones gubernamentales se sustentan en la lucha dicotómica y maniqueísta de que se está con el gobierno o se está en contra de él. Una vez desatadas las fuerzas del terror la sociedad empieza a acumular dolores en silencio que tarde o temprano habrán de brotar. Consecuentemente la prudencia y el aseo políticos son virtudes preciosas dignas de preservar y mantener como valores de convivencia y armonía social. 

 

El horror que vivimos cotidianamente por las pifias, habladurías, desplantes y bravuconadas presidenciales no ha pasado de eso debido, en gran medida, a la prudencia y aseo políticos por parte de la sociedad. Debo reconocer que el Movimiento de Regeneración también ha hecho su parte, pero las tensiones persisten y ese no es el ideal de calidad de vida sustentado en la democracia. Todos tenemos mucho que perder y poco que ganar si el gobierno insiste en sus necedades y desplantes acusadores. De verdad deseo que ante sus ansias desmedidas de poder no de el paso hacia el terror.

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