México: una Sociedad Secuestrada

 

SILVESTRE VILLEGAS REVUELTAS

Por razones de ineficiencia en los talleres de autoservicio, durante más de siete días laborales he tenido que volver a usar el sistema colectivo Metro. Los usuarios, como siempre, igual el día de hoy, antes de la pandemia como décadas atrás, van o vuelven de sus trabajos, los menos lo usan entresemana para transportarse durante el tiempo de ocio. Tres cuartas partes siguen usando tapabocas, abrumadoramente van utilizando sus teléfonos celulares para conversar electrónicamente, que no llamar por teléfono y muchos ven películas, programas de pleitos hogareños, chismes futboleros, del mundo de la farándula y pocos abiertamente ven pornografía. En los andenes la misma actitud de siempre: esperando el convoy, desesperándose porque no llega, mirando a los demás usuarios; la novedad es que de días atrás están elementos de la Guardia Nacional en uniformes verdes como antes eran y siguen siendo los azul con rojo de la policía bancaria. Se les ve como extraños: No. ¿Incomodan al usuario por su deambular en las estaciones? Tampoco. De ninguna manera van armados hasta los dientes como sucede en las tiendas de Mazaryk, plaza Artz y parque Washington -habría que decirle a Creel que no vaya a estos lugares porque se nos va infartar. 

Para redondear: la vida y el ambiente diario del Metro de la Ciudad de México sigue igual para los usuarios. No así para los conductores de los noticiarios más importantes de la urbe; no así para quienes escriben en las páginas y espacios editoriales de los diversos periódicos que se rasgaron las vestiduras -vociferaron militarización- porque entró la GN a ser otro elemento más en el sistema de seguridad del Metro. Tales individuos cuyos nombres están en la mente de quien lee este texto no se han subido al Metro desde tiempos de López Portillo, no saben a qué huele el Metro, no han experimentado lo que sucede, se vende, se hace y deja de hacer en las estaciones del sistema. Ignoran, pero eso sí, señalan con dedo flamígero en los medios de información público lo terrible que está el Metro; van construyendo una gran mentira que paulatinamente secuestra el imaginario de las clases medias y altas que no usan en Metro, cuya referencia es literaria o lo que se dijo en los divisores noticieros de la mañana, tarde y noche.

Otro asunto y más importante para la salud de la sociedad mexicana es el discurso de tirios y troyanos en cuanto a los candidatos presidenciales, suspirantes a otros cargos como gubernaturas, aspirantes a las listas palomeadas para obtener empleos de diputados, senadores, munícipes, integrantes de cabildos, etcétera. En este tema, los partidos políticos existentes en los Estados Unidos Mexicanos tienen secuestrada a la sociedad mexicana porque salvo algunas rarísimas excepciones, la ciudadanía solo puede votar por aquellos individuos que logran el respaldo de un partido político. Seguramente nuestros lectores estarán pensando en los nombres de hombres y mujeres que podrían ser muy buenos candidatos para los puestos arriba mencionados, pero por mencionar los ejemplos más característicos hoy en día, respecto a las elecciones en el EDOMEX, Coahuila y las presidenciales de 2024, el pueblo mexicano está secuestrado por la totalidad de los partidos políticos para escoger, sí o sí, alguno de los personajes salidos de la estructura clientelar, del favoritismo al interior de tales institutos políticos: que en varios casos son simplemente negocios personales, o sociedades no tan anónimas, de mucho capital que puede ser variable. 

Al país le falta un sistema de elecciones primarias, le faltan organizaciones cívicas de largo aliento y no coyunturales como las que aparecen cuando se aproximan las elecciones; y por favor tengan más imaginación para los nombres que etiquetan un determinado movimiento. El periplo que recientemente ha protagonizado Cuauhtémoc Cárdenas de que digo una cosa, me desdigo después, aparezco y desaparezco, me recordó el penoso episodio de Miguel de la Madrid de años atrás donde fue la familia y colegas partidistas quienes lo callaron. El hijo del ingeniero está en los altos círculos del gobierno de AMLO, la familia de tiempo atrás tiene -y es legítimo- negocios en el ramo de las energías. Ingeniero, disfrute su buena posición social, disfrute a los nietos, platique con académicos no del establishment, reflexione que ni usted, ni López Obrador, ni Porfirio vienen de la auténtica izquierda mexicana; pero podemos conceder que frente a De la Madrid usted era progresista, igual AMLO frente a Fox y Calderón. Como ciudadano está en su derecho de opinar sobre los actos de gobierno -ya lo dijo José María Lafragua en 1855-, pero hay que cuidarse de potencializar el coro de muchos actores de la Derecha mexicana, que no hace mucho lo denostaban.     

Finalmente, la sociedad mexicana se encuentra secuestrada por el flagelo que afecta a ricos y pobres, en la ciudad capital como en urbes de provincia y pueblos apartados, esto es, la rampante inseguridad producto de un muy funcional esquema del crimen organizado. Pero la inseguridad y en particular la violencia no solamente se explica por el mercado de los estupefacientes sino por causas que hondamente se encuentran en el día a día del pueblo mexicano. Muy sucintamente las señalo: un deficiente sistema educativo privado y público que no forma una conciencia cívica, que no inculca una solidaridad social, que no educa para las actitudes democráticas, que reproduce una mentalidad colonial/dependiente y racista, que no está produciendo en los saberes humanísticos como de las ciencias duras los técnicos, los profesionistas, los posgraduados y los especialistas que necesita el país. Al reproducirse año con año tales errores ello produce frustración, desempleo y la fácil tentación de tomar el camino de la delincuencia. No es un error como señaló Reforma leer ¿Qué hacer? de Lenin o El capital de Marx. Primero hay que entender el contenido del segundo texto, explicarlo, y lo más importante, conjugarlo con lecturas actuales de autores progresistas como de aquellos que defienden el liberalismo y la globalización. Si uno lee La situación de la clase obrera en Inglaterra de Federico Engels (1845), su descripción de la miseria no es del planeta Marte, sino muy a propósito para entender lo que sucede en los municipios conurbados de la Ciudad de México, de León Guanajuato, de las cañadas en Tijuana. Por ello sigue vigente.  

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