El Delicado Equilibrio Entre Política y Economía

 

*Separar Política de Economía, Concepto Metafórico

y Poroso

*Tardíamente Entiende el Presidente la Necesidad de

Tener a la IP

*El Elefante Blanco Llamado AIFA, Costo que Pagaremos

Todos

 

EZEQUIEL GAYTÁN 

 

Uno de los temas que más se han discutido desde todas las épocas es el de la relación política-economía. Tal vez la guerra de la Iliada sea el ejemplo más antiguo que encontramos de un conflicto bélico ocurrido aproximadamente en el siglo XII antes de nuestra era. La excusa de los griegos fue el supuesto rapto de Helena por París. Pero la verdad era que los aqueos querían arrebatar a los troyanos el control de la aduana marítima del estrecho de los Dardanelos que inicia en el mar Egeo, conduce al mar Mármara y al mar Negro con las inmensas riquezas del medio oriente. Nadie en esos campos de batalla pensaba en el cornudo de Menelao. Fue una guerra geopolítica y geoeconómica. Desde entonces queda claro que el poder y dinero son motivaciones insignes de la condición humana. 

 

Son muchas los puntos de vista respecto a la relación entre política y economía. De ahí que es fácil encontrar posturas que le dan supremacía a una u otra. Tenemos el ejemplo de algunos marxistas que sostienen que la economía y la lucha de clases son el motor de la historia de la humanidad. Sin embargo, también encontramos investigadores que sostienen que hay otras fuerzas que detonan los movimientos históricos. Ahí tenemos la Carta de Jamaica de Simón Bolívar o Los Sentimientos de la Nación de José María Morelos. Sendos personajes de la historia latinoamericana no pensaban en la independencia por motivos económicos. Lo hicieron en nombre de la libertad y la realización humana.

 

El caso es que en el siglo XXI ha predominado, en lo general, la visión económica sobre la política y de ahí la crítica que el presidente López Obrador hace con cierta razón al neoliberalismo, pues las sociedades cada día ensanchan más los extremos de opulencia y de miseria. De ahí que la postura presidencial es invertir esa relación y que la política se sobreponga a la economía. Por eso plasmó en el rubro cinco de la presentación de su Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024 que “El mercado no sustituye al Estado”. Más aún, lo reitera en el capítulo “Política y gobierno” al subrayar que su administración “separará al poder político del poder económico”.

 

Es una actitud si se quiere plausible, pues a decir de la actual gestión no se favorecerán a los grupos oligárquicos históricamente beneficiados por el Estado y se dará prioridad a la satisfacción de las demandas y necesidades sociales. Sobre todo, a los grupos indígenas y a los pobres. Sin embargo, lo que hemos visto es el nacimiento de nuevos grupos empresariales que emergieron bajo el amparo de la actual gestión y es a esa nueva oligarquía de morenistas a quienes se les otorgan los contratos sin licitaciones públicas de por medio. En otras palabras, separar el poder político del económico no es formar dos filas y uniformar a unos y a otros a fin de poder distinguirlos. Se trata de una relación dialéctica en la que la súper estructura ideológica y la infraestructura del modo de producción no tienen claramente delimitados sus lindes de actuación. Es más, es un concepto metafórico poroso que difícilmente explica los pormenores de la realidad político-económica.

 

Hoy el presidente ya sabe que esa forma dicotómica de explicar la realidad entre ambas fuerzas poderosas es un convencionalismo académico y no es la forma de conducir a su gobierno. Ya entendió que no puede someter la una a la otra, que la economía es tan indispensable como la política y son complementarias, junto con el derecho, la administración pública, la sociología y otras áreas del conocimiento. Ya entendió, pero en su infinita soledad del Palacio le cuesta reconocer públicamente que su esquema dicotómico ya está sobrepasado. Necesita al sector privado y necesita conciliar intereses. En otras palabras, Andrés Manuel López Obrador tiene que gobernar con el precario y delicado equilibrio entre política y economía.

 

Su dogmatismo de separar la política y sobreponerla a la economía lo hizo patente cuando suspendió la obra del aeropuerto de Texcoco. Hoy los mexicanos estamos pagando ese infantilismo del academicismo decimonónico. Ahora lo sabe. Su elefante blanco nadie lo utiliza y por eso quiere imponer un decreto mediante el cual los aviones de carga y mercancías lo utilicen. Tan lo sabe que incluso solicitó al presidente Biden que aterrizara en el aeropuerto Felipe Ángeles. Pero ni así ha podido resarcir el daño de haber roto el delicado equilibrio entre política y economía. Su demostración de fuerza la aprendió demasiado tarde. Hoy el empresariado se sabe lastimado y su desconfianza es manifiesta. 

 

Haber roto ese delicado equilibrio y haber querido imponer su anacrónica visión dicotómica entre política y economía la pagaremos los mexicanos. Ojalá quien ocupe la titularidad del poder Ejecutivo Federal el próximo sexenio pueda tener la sensibilidad y la capacidad de mantener el equilibrio entre esos dos instrumentos del gobierno. 

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