El Recorrido por la Casa de un Héroe de la Independencia: Salvador Allende

*¿Dónde? por Supuesto que, en su Tierra, en Guanajuato

*Había de Todo: Granero, Establo, Pulperías de Venta de Productos y… Botica

*Ahí se Vendía Desde Herbolaria, Linimentos Hasta Perfumería Francesa e Inglesa

*Y en el “Piso Noble” se Ubicaba Todo lo Relativo a una Casa: Recamaras, Comedor, Cocina y… 

*Ahí, en la Sala Allende Conversó con Otros Héroes: Abasolo, Lanzagorta y Aldama 

SUSANA VEGA LÓPEZ,

Enviada

  SAN MIGUEL DE ALLENDE, Gto.- Sin lugar a dudas, la Parroquia de San Miguel Arcángel, con fachada de estilo gótico, es un lugar que se debe conocer sí o sí cuando se visita San Miguel de Allende pues resulta ser todo un atractivo turístico. Lo que muchas veces pasa desapercibido para el viajero es esa construcción que se encuentra a un costado, lo que fuera la casa de la familia Allende y ahora es el Museo Histórico.

De un estilo que va del barroco al neoclásico, el Museo Histórico de San Miguel de Allende -que funciona como tal desde 1990- fue el lugar que habitó Ignacio María José de Allende y Unzaga, caudillo clave en la guerra de Independencia de México pues junto con el cura Miguel Hidalgo y Costilla iniciaron dicho movimiento armado.

En esta zona habitada por chichimecas, las principales familias criollas construyeron sus residencias alrededor de la nueva plaza de armas, frente a la parroquia, como un impulso modernizador de la Nueva España.

Si bien no se sabe a ciencia cierta cómo lucía realmente la casa de los Allende, se muestran ambientaciones históricas con base en estudios realizados por especialistas en ajuar doméstico y vida cotidiana de la Nueva España.

Se sabe que la casa se construyó en el siglo XVII y que fue habitada por varias familias; la última fue la de los Allende. Entonces el concepto era distinto. Las residencias eran de dos plantas: la baja, destinada a los servicios y a la renta de espacios para comercio y la planta alta o piso noble.

LAS PULPERÍAS 

Y BOTICAS

La planta baja se dedicaba al piso de servicio: se concentraban las bodegas, el granero, el establo y se tenían locales para diversos fines, por ejemplo, se rentaban accesorias que daban a la calle en las que se ponían en venta los productos de las haciendas de las familias o eran alquiladas a terceros para poner una botica.

Las pulperías eran espacios donde, a manera de miscelánea o minisúper, se vendían productos de todo género, desde botones, hilos, listones, arroz, maíz, harina, chiles, huevo, ajos, sal, pimienta, piloncillo, miel, velas, jarras, jergas, cazos de barro, zacates, tortilleros y sopladores de palma, cucharones, palanganas, machetes, cuchillos, navajas, sillas de montar, telas, escobas, y hasta instrumentos musicales.

Las pulperías florecieron durante el virreinato y poco a poco surgieron las tiendas especializadas como las sederías, cererías, vinaterías, jarcierías, tenerías y panaderías.

Las boticas eran un tema especial para asistir a los enfermos y se ubicaban en casonas de las principales salidas y entradas de San Miguel, así como en conventos y hospitales. Es en las boticas donde se asigna un salario semanal y obligado desde 1770 para quienes las atendían.

En lo que fuera la casa de Ignacio Allende se conservan los muebles y accesorios originales de la botica conocida como del Sagrado Corazón, propiedad de don Francisco Lazo, ubicada en la esquina de la Plaza Principal y calle de Relox, ahora calle Humarán, donde permaneció abierta hasta 1979. Contaba con un local de atención al público, el despacho de las recetas médicas, el almacén y la rebotica.

En elegantes gabinetes de fina madera lucen vistosos recipientes de cerámica blanca, rosa y azul; frascos de vidrio transparente y color ámbar para que el contenido no fuera afectado por la luz del sol; embudos de diferentes medidas para preparar los remedios, vasos y balanzas para pesar el producto, entre otros artículos.

Además de vender reconocida herbolaria y la preparación de drogas para aliviar los males, también se ofrecía perfumería extrafina francesa e inglesa de la más destacada.

Por ejemplo: aceite de oso para el pelo (4 reales); agua eléctrica para teñir el cabello (4 reales); licor asiático para los dientes (1 peso); pelucas para señoritas con raya natural (30 pesos); jabón balsámico para pecas (2 reales); y vinagre de Benjuí de Gelle para el cutis (1 peso), por citar algunos.

EL PISO NOBLE

Las familias acomodadas llamaban a la planta alta “piso noble” donde se encontraban las salas de recepción, el oratorio o capilla doméstica y las recámaras de la señora, del señor, de los niños, y la de los sirvientes. Allí transcurría propiamente la vida familiar. También estaba la cocina, la sala de asistencia, la sala de estrado y la antesala.

La sala de asistencia era el espacio donde se convivía con los amigos y parientes en visitas informales. Aquí, las mujeres bordaban, se tocaba la guitarra, la vihuela, la mandolina y el clavecín; también se acostumbraba la lectura en voz alta; se practicaba el arte de la conversación y se tomaba espumoso chocolate con roscas y panes de manteca. En esta sala se ponía el nacimiento llamado, en aquella época, “Belén” o “misterio”.

Dicen que es muy probable que Ignacio Allende recibió en esta sala a Juan María de Lanzagorta, Mariano Abasolo, Ignacio y Juan Aldama y otros personajes.

La sala de estrado era la habitación más lujosa donde se recibía y halagaba a las visitas ilustres. Disponía de cojines y taburetes a lo largo de la alfombra para las señoras, y sillas y canapés para los señores. El biombo o rodaestrado delimitaba el espacio, protegía de las corrientes de aire y servía como telón de fondo. Se jugaba a los naipes, también se bordaba y se tocaba música. Los asistentes fumaban cigarros o aspiraban polvos de rapé (tabaco molido) en lujosos utensilios. Quizá, dicen los que saben, se haya celebrado alguna reunión de la Junta Secreta de San Miguel.

Si bien la cocina era donde se comía (también en las recámaras, la antesala o en otro lugar), posteriormente se incorporó un lugar fijo, el comedor. La antesala de los Allende contaba con mesas de “quita y pon” donde se disponían los manjares para celebraciones especiales como nombramientos o nuevos cargos y tal vez para las juntas de los conjurados de la Junta Secreta de San Miguel.

Entonces se ofrecían viandas con gallinas rellenas de almendras y frutos; cordero asado; lomo de puerco; aceitunas; quesos; empanadas; frutas de horno; huevos reales, dulces de piñón (tan carísimo que está ahora), nieves de sabores, aguas de frutas, vinos y licores.

Cabe señalar que los matrimonios de la gente pudiente de aquel entonces dormían en habitaciones separadas: la recámara principal para el padre; los bebés con su madre, los niños en otra recámara y, en otra sección de la casa, la servidumbre dividida por sexo.

El Museo cuenta con 20 salas de exhibición; los domingos la entrada es gratis para los mexicanos; abre de martes a domingo de 10 de la mañana a 17;45 horas y el precio de entrada general es de 65 pesos (menores de 13 años, estudiantes, maestros y personas de la tercera edad no pagan).

Este inmueble es parte del patrimonio cultural e histórico de esta ciudad por lo que vale la pena, si ya estás en San Miguel, conocerlo, pues podrás imaginar y tener una experiencia de cómo se vivía en aquella época. Hay visitas guiadas. No sólo te tomes la foto en la esquina de esta fachada donde se encuentra una pequeña estatua de Ignacio Allende. ¡Entra!

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