Por Jesús Michel Narváez
Cuando leí el Twitter enviado por Joaquín López Dóriga sobre el nuevo “incidente” en el Metro, no daba crédito. Y no porque no confíe en el periodista -mi amigo, por supuesto- sino porque la presencia de la Guardia Nacional sirve para lo que se le unta al queso. Usted sabe el complemento.
Mientras glorificaban la reapertura de la Línea 12 en su tramo Mixcoac a Atlalilco y las loas cantaban en los oídos de la gobernadora de la Ciudad de México, en la estación Polanco de la Línea 7 se separaba el convoy. ¿Falla mecánica?… ¿sabotaje?… ¿falta de mantenimiento? Escoja la respuesta y seguramente atinará: mantenimiento.
El control de daños podrá extenderse por mucho tiempo, porque ahora tendrá n que justificar lo ocurrido en la 7. ¿De qué sirve una reapertura si en otras líneas los problemas prevalecen?
Supongo que el señor Guillermo Calderón debe una explicación, no a su patrona, sino a los usuarios. ¿cómo y por qué se desprende un vagón de otro?
La ¡ciencia tendrá que explicarlo!
La realidad rebasa las cortinas de humo y destroza las mentiras y la manipulación.
Es probable que se nos diga que la Línea 7 no ha recibido la atención necesaria, como tampoco el resto exceptuando la 1, porque los recursos se han destinado a la restauración completa, a la cirugía mayor a la que fue sometido el tramo subterráneo de la otrora Línea Dorada y hoy como conocida como la “Tumba de Cobre”.
De acuerdo con la información oficial, las reparaciones realizadas tuvieron un costo de “apenas” 750 millones de pesos. Habría que sumar lo gastado en la administración de Miguel Ángel Mancera que mantuvo cerrada la Línea en la parte de las curvas, por 14 meses y lo que ahora se ha invertido.
¿De verdad se gastaron 750 millones de pesos?
Mientras la opacidad reine en el Sistema de Transporte Colectivo y lo único que se busque es mostrar que “hace como trabajar”, los incidentes, accidentes en realidad, estarán a la orden del día.
Y no será la Guardia Nacional desplegada cual si se tratara de operativos en los que se capturaría al líder del CJNG y de paso a Carlos Salinas, Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, como se corregirán las fallas del Sistema de Transporte Colectivo.
La ecuación es simple: en el sector salud, público y privado, existe la máxima de que la prevención sirva para impedir que surjan enfermedades crónicas o de plano corten la vida de tajo. Vaya, la prevención podría tener el sentido coloquial de “mantenimiento”. El cuerpo lo requiere antes de que se descomponga. Hasta el mayor centro de salud del país utiliza la frase: es mejor PREVENIMSS, que según la propaganda gubernamental son el conjunto de programas que representan “un esfuerzo institucional en materia de prevención y una estrategia de prestación de servicios, que tiene como propósito la provisión sistemática y ordenada de acciones claramente definidas y relacionadas con: a) promoción de la salud; b) vigilancia de la nutrición”.
¿Por qué la gobernadora de la Ciudad de México y su empleado responsable de la dirección del Metro no toman parte, aunque sea mentira, de lo que dice el PREVENIMSS?
Es aplicable el refrán: más vale prevenir que lamentar.
Sin embargo, todo indica que hay “otras prioridades” y entre ellas lavarse el rostro salpicado por la sangre de las tragedias a fin de llegar a buen puerto en la búsqueda de ser la corcholata elegida para suceder al defensor personalizado que tiene la doctora Sheinbaum.
Lamentable que arresten a una mujer por arrojar un aspa de plástico -de lavadora, dijeron- a las vías mientras sin que medie nada fuera de lo común, se desprendan vagones de un convoy y los elementos de la GN, grabados en video y viralizado en las redes, prácticamente se rascan la cabeza y, seguramente habrían dicho: recórcholis, ¡qué pasó!
Hoy nos dirán que hay una carpeta de investigación porque todo indica que se trató de un ¡sabotaje”.
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