Punto de Vista
Por Jesús Michel Narváez
La torpeza de los bolsonaristas, con o sin consentimiento o petición del expresidente de Brasil, de intentar un golpe de Estado en contra del legítimo presidente carioca, Luiz Inácio Lula Da Silva justo cuando habrá reunión de los Líderes de América del Norte, le proporcionó al presidente López la oportunidad de abordar el tema y reclamar que se deje de tratar a los países de la región como menores de edad y no se respeten sus soberanías e independencias. Junto con Gustavo Petro, Alberto Fernández, Nicolás Maduro, Miguel Díaz-Canel y Gabriel Boric, emitió el mensaje de respaldo: «Lula no está solo, cuenta con el apoyo de las fuerzas progresistas de su país, de México, del continente americano y del mundo». El mismo que le dirigió a su consentida corcholata Claudia Sheinbaum cuando los problemas se agudizaron en la Ciudad de México.
Ahora sí, como anillo al dedo para seguir destruyendo México y a los mexicanos y recuperar un poco, no mucho, el ansiado liderazgo que busca en los gobiernos de izquierda en América Latina.
López incorporará a la agenda bilateral con Joe Biden, su exigencia de que Estados Unidos deje de tener injerencia en los gobiernos del Hemisferio Norte de la región, no todos democráticos, como presuntamente lo hizo en Perú, según la visión del tabasqueño.
Tratará de erigirse en el demócrata que no es y saldrá en “defensa” de gobiernos como Cuba, Nicaragua, Venezuela y Honduras. Brasil, por supuesto, será la punta de lanza porque, ciertamente, Lula Da Silva es un presidente votado por el pueblo carioca y no es, por lo menos no se advierte así, un dictador, aunque en sus sueños le gustaría estar al frente de la nación más grande en territorio y economía, de la América Latina. De Argentina y Chile no tendrá nada que aportar. Dejará al garete al resto que no comparten sus proyectos aislacionistas y con un nacionalismo que quedó atrás cuando, como lo describió Marshall McLuhan, como aldea global cuatro décadas antes de que se establecieran las comunicaciones que rompieron las barreas del lenguaje, idioma y las fronteras que, existen solamente para delimitar en dónde comienza y dónde termina un país.
Lo ocurrido en Brasil este domingo, es peligroso. Pone en riesgo la estabilidad de la región y alerta a Estados Unidos de la muy segura intervención de Rusia y China que encuentran el caldo de cultivo para acercarse más a su rival de toda la vida.
Si en América Latina hay otros intentos de golpe y alguno de ellos fructifica, se presentará una crisis político-ideológica cuyo resultado no es imprevisible. Por el contrario, es prácticamente la rendija que anhelan las potencias que no se cuadran con el imperialismo.
Muchos pasos se darán hacia atrás si en algún momento se repite el intento de golpe en Brasil. No deja de ser extraño que a solamente 9 días de haber tomado el poder el que ya fue presidente, pasó por la cárcel y regresó triunfante, se produzca una situación que generará inestabilidad, por lo menos en tanto encuentra Lula el camino para hacerle frente a una posición ultraconservadora que se acostumbró a vivir en y de la corrupción. Una prueba fehaciente de ello, es la todavía poderosa y global empresa Odebrech, cuyos sobornos alcanzaron a una docena de gobiernos en diversas partes del globo terráqueo, primordialmente en América Latina, incluido México. Solo basta preguntarle a Emilio Lozoya Austin.
A López lo salvaron dos campanazos, uno local y otro regional. ¿Cómo tratará a Joe Biden?
La ignorancia y la soberbia, estarán presentes.
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