Punto de Vista
Por Jesús Michel Narváez
Regatear el logro del Ejército y la Guardia Nacional en la detención de Ovidio Guzmán será mezquino.
Debe reconocerse que, finalmente, asestan un golpe severo al crimen organizado y cierra, en apariencia, la puerta de la sospecha de un halo de protección por parte del huésped temporal de Palacio Nacional.
La respuesta del “ejército de sicarios” no se hizo esperar. Bloqueos, incendios de tráileres, autos, tanto en carreteras de acceso y salida a Culiacán, Mazatlán, Guamúchil y Navolato, entre otros municipios; enfrentamientos con fuerzas castrenses, disparos a tres aeronaves, quemade negocios y cierres de los mismos más la suspensión de actividades gubernamentales y educativas.
Durante la madrugada y hasta las 17 horas, los bloqueos permanecían y las refriegas con abundante pólvora, siguieron sin que en las carreteras en donde permanecían cientos de vehículos privados y de transporte federal se avistara la presencia de las fuerzas castrenses o de las policías estatales y municipales.
Y por las informaciones que se fueron generando a lo largo del día, se daba cuenta de que la detención no afectó únicamente al estado de Sinaloa, sino que hubo actos violentos en diversas entidades y cuando menos en 10 aeropuertos se registraron cancelaciones ante las posibles acciones de los criminales.
Quizá el reporte de inteligencia militar y civil, no estimó la fuerza con la que cuenta Guzmán, alias el Ratón y desestimó la violenta respuesta.
Insisto: sería mezquino regatear el éxito de la operación, porque se la aprehensión de quien considerado en Estados Unidos el mayor traficante de fentanilo, no es cosa menor. Es, en efecto, un severo golpe para el cártel de Sinaloa, que ahora sabemos, tiene un brazo armado llamado los “Menores” del que Ovidio era la cabeza.
Sin embargo, despierta sospecha el hecho de que se aprenda al criminal por el cual el Departamento de Justicia ofrece 15 millones de dólares justamente 5 días antes del arribo del presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, a la Ciudad de México para participar en la Cumbre de Líderes de América del Norte.
¿Qué orillo al ejército, a la Guardia Nacional a llevar a cabo el operativo sin, aparentemente, derramamiento de sangre?
La información oficial, proporcionada por el titular de la Defensa Nacional, Luis Cresencio Sandoval, no fue de mucha ayuda para clarificar los hechos. Se citó a los medios de comunicación a una conferencia de prensa en la que no hubo preguntas y solamente el general secretario leyó un mensaje en 12 minutos.
La especulación salta a la vista en virtud de haberse tomado 6 meses para la detención y concretarla justamente 100 horas antes de que el Air Force One aterrice en el Aeropuerto Internacional de México.
¿Es el cumplimiento de un compromiso adquirido con el presidente de Estados Unidos?
¿Es otra bola de humo para cubrir los desaciertos en materia de seguridad pública?
Son muchas las dudas que genera, por el tiempo y la forma, en que el criminal liberado por órdenes presidenciales a pesar de la existencia de una petición de extradición, finalmente es aprehendido sin dispararse un solo tiro. Eso se nos dijo.
El presidente no dijo nada en su mañanera. Confirmó, eso sí, el operativo y encomendó a la secretaria de Seguridad Pública Ciudadana, Rosa Icela Rodríguez, organizar la conferencia de prensa, en la que leyó una cuartilla para ceder la palabra al titular de Sedena.
Seguramente esta mañana el presidente hablará largo y tendido del tema y se llenará la boca con palabras de autoelogio, presumirá el que la detención es resultado de su política de abrazos, no balazos y que ataca de raíz el problema del crimen organizado y el narcotráfico.
Hay que darle seguimiento a las consecuencias y no esperar palabras que nos lleven a festejar el “regalo de Reyes”.
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