Lula de Silva ya es presidente de Brasil con un traspaso de poderes inéditos. Está vez la banda que distingue al jefe de Estado no paso de uno a otro ya que Jair Bolsonaro no estuvo presente en la ceremonia celebrada el domingo en Brasilia. Quien se la entregó, fue un grupo que representaba la diversidad social y étnica del país.
El hombre que afronta su tercer mandato al frente del gigante sudamericano ha prometido este domingo gobernar para todos, también para aquellos que no le votaron.
Y por supuesto, no olvidó los cuatro años de bolsonarismo, objeto de las mayores críticas de Lula: «La democracia fue la gran vencedora de estas elecciones, superando la mayor movilización de recursos públicos y privados jamás vista, las amenazas más violentas a la libertad del pueblo, la campaña más abyecta de mentiras y odio, complots para manipular y avergonzar al electorado brasileño. Nunca se han distorsionado tanto los recursos del Estado en favor de un proyecto autoritario de poder».
Lula insistió en que el mérito lo tiene la alianza de diferentes fuerzas que ha conseguido derrotar a Bolsonaro. Como vicepresidente tiene a un antiguo adversario en las encuestas, Geraldo Alckmin, un hombre de centroderecha para ayudar en la difícil tarea de gobernar con un Senado dominado por el partido de Bolsonaro y sus aliados.
Tras la ceremonia, el presidente firmó los primeros decretos, entre los que está un pago mensual para 21 millones de personas desfavorecidas. La desigualdad y la deforestación son temas principales en la agenda del antiguo sindicalista.