Con la muerte de Isabel II el 8 de septiembre en el castillo de Balmoral (Escocia), el Reino Unido puso fin a toda una época marcada por profundos cambios políticos, tecnológicos o culturales que la soberana supo abrazar y que la convirtieron en icono del estoicismo moderno.
Tras conocerse la noticia del fallecimiento, el Reino Unido entró en un periodo de luto nacional que duró hasta el día del funeral, el 19 septiembre, celebrado con toda la pompa y la solemnidad reservadas únicamente para un jefe de Estado británico en la gótica Abadía de Westminster, en el centro de Londres.
Fue un momento importante. Todos los asuntos gubernamentales se detuvieron. El Parlamento se reunió solo para rendir homenaje a la reina y se suspendieron todos los demás asuntos parlamentarios. Toda la nación se unió en luto; incluso los opositores a la monarquía reconocieron la enorme contribución que había hecho la reina”, dijo a EFE el prestigioso experto constitucional Robert Hazell, del University College London (UCL, por sus siglas en inglés).
Guillermo y Enrique unidos en honor de su abuela
Los príncipes Guillermo y Enrique, nietos de la reina y que están distanciados, salieron juntos, con sus respectivas esposas –Catalina y Meghan-, del castillo de Windsor, en las afueras de Londres, para saludar a la gente congregada y leer los mensajes de condolencias que la población había dejado ante las rejas de la fortaleza.
Durante sus siete décadas de reinado, la soberana -muerta a los 96 años de edad- se entregó en cuerpo y alma al servicio de su país y de los que la tenían como jefa de Estado, como Canadá y Australia.