*Cuatro Aspiran a Suceder a su Majestad
*Fotografías y Redes Sociales, sus Armas
* 3 Piden Suelo Parejo y no son Escuchados
ALBERTO ALMAZÁN
Son escuchas atentos.
No se pierden una sola palabra que surja del ronco pecho del Jefe de la Banda –presidencial- y anotan con cuidado el significado.
Se fijan en el tono de la voz, la gesticulación, la forma de decirlo.
Llevan la bitácora de cuántas veces los mencionan. Algunas no les agradan, pero se llenan de regocijo cuando son llamados “los quiero como hermanos”. (Mientras el equivalente no diga Pío).
Compraron espacios en Facebook, Twitter, Instagram y todo lo que pueda ayudarlos a difundir sus imágenes.
Posan para fotógrafos de arte, profesionales por supuesto, y escuchan: levante la barbilla…acomódese el cabello…manténgase erguido…cuidado con la arruga de la frente… mire la cámara como si observara algo extraño…no enchueque las comisuras cuando sonría…ahora unas de pie…
Y un largo etcétera de recomendaciones que entienden y atienden para que la foto salga “perfecta” y cumpla el cometido de ser vista por los ciudadanos.
La fotogenia les ayuda. Ella sabe muy bien que con el cabello suelto se rigidiza el rostro. Lo alisa para que la piel delgada no se cuelgue. Abre los ojos de manera natural. El maquillaje le ayuda a no mostrar las imperfecciones que, a su edad, todas las tienen.
Ellos, los dos, tienden a fotografiar con exceso de peso y escaso cabello que lo obliga a utilizar la técnica de los queseros de Oaxaca, uno, y el otro, luce las canas con orgullo a pesar de ser el menor de los tres. Tiene mirada dura y le piden suavizarla – ¿se puede con solo desearlo? – y que procure reducir el modo de hablar para convertirse en una especie de ciudadano del mundo.
CON ACTOS DE
ANTICIPADOS…
Los tres, sin D’Artagnan, han entendido que deben placearse, buscar que los conozcan más alá de sus amigos personales y empleados. Con la venia del titiritero mayor, iniciaron actos que encuadran en anticipados de campaña y la autoridad, aunque se pretenda desaparecerla, todavía tiene arrestos para sancionar a cada uno de ellos sin importar la importancia de sus cargos.
Los dos varones observan que el piso no está parejo para llevar a cabo el duelo en el que uno de los dos venza la preferencia del Rey del Cash.
Y es que ella encuentra los momentos para reflejar la sumisión con la que actuaría si su Majestad decide llevarla al Trono presidencial.
Los mosqueteros intentan que el duelo se realice en campo abierto y con piso parejo. Uno de ellos ha pedido que el camino para llegar al Trono de su Alteza, no sea una decisión unipersonal o de la “chusma” y que sean tomados los conocimientos adquiridos a lo largo de la presencia en la Corte.
El otro acata lo que el Jefe de la Banda –presidencial- ordena y como juglar, llega a las reuniones importantes con el mensaje que debe ser escuchado, replicado y actuado.
Los tres tienen el mismo sueño: suceder al Soberano que cuenta con el respaldo del “pueblo bueno”, porque el malo no tiene cabida en la transformación que dice hará que el Reino se vuelva el paraíso.
Como corcholatas de gaseosas, porque los tapones de corcho dejaron de usarse, saben que el gas los catapultará, aunque desconocen en dónde caerá y a quien le tocará bailar la música de Chico Che, requisito indispensable para conquistar el corazón del Patriarca empoderado.
Suelto, sin cadena que lo amarre a nada ni a nadie, D’Artagnan avanza en soledad y busca que su Serenísima haga de lado la marginación y lo deje participar en la danza del poder.
Sin embargo, sus intentos han sido vanos y el Rey del Cash lleva 18 meses sin ser recibido en la Corte. No cede en su esperanza de ser tomado en cuenta y, mientras tanto, teje con los adversarios del Monarca un largo mantel en el que encontrará la magia que lo conduzca al Paraíso, en donde pretende la “reconciliación” dejando atrás los abusos del poderoso, todavía, que encarna la “bondad, ama la pobreza y los dineros recaudados se los a los pobres”.
Los cuatro son de la misma camarilla. Los que buscan destronar a su Majestad están desorganizados y no encuentran al personaje sobre cuya cabeza se ciña la corona del Reino.
En el imaginario popular, se ubica a ella, como Doña Claudia, a los otros tres como Don Marcelo, Don Adán y don Ricardo. Ella sería la primera mujer que reinaría. De ellos, las diferencias notables, aunque tienen el mismo sueño. Don Marcelo es el educado, Don Adán el “fuerte” y de Don Ricardo el que lucha contra los tres.
Los cuatro, sin embargo, están en campaña violando las Leyes del Supremo y sin importar eso, siguen buscando hacerse notar para suceder al enfermo Monarca.