ALBERTO F. MENA MALLEN
Y el ego del presidente -que es muy grande y que ha usado mal-, seguirá en aumento hasta el fin de su sexenio, más cuando demostró, con el poder de los recursos de su gobierno, una fuerza de su membresía que lo quiere, lo que se miró con el baño de pueblo que se dio por más de seis horas.
Sus seguidores están muy felices, muy felices de que su presidente ególatra haya cumplido sus metas de atraer a miles de mexicanos que están conforme con sus políticas públicas lo que le probaron con la marcha de la venganza, de la revancha -que se logró con recursos públicos-, porque los participantes, -no todos-, hayan gastado sus propios fondos para demostrarle al líder de Morena que están con él en la buenas y en las malas.
Pero quienes analizamos las condiciones del país desde que tomó posesión, vemos con tristeza que se sigue mintiendo a todos a través de un mensaje muy optimista y que, desde esa visión, no pasa nada en el país, sino por el contrario, todo va por buen camino, no importa que padezcamos problemas, hay que mantener un espíritu positivo, para que no nos pongan a llorar los asuntos negativos.
Un gobierno humanista mexicano, tal y como él lo calificó, durante el cual se han muerto miles de niños con cáncer por falta de medicamentos que no se surtieron a tiempo o que no se entregaron porque se perdieron por la caducidad, o porque no hubo una coordinación y organización por parte del equipo encargado de tal tarea.
Un mensaje, con muchas cifras presuntuosas, pero con un estilo de autocomplacencia, donde no hay nada negativo, donde se esconde lo mal que se han hecho muchas cosas, donde se muestra que no hay interés del gobierno federal de hacer mención de que se construye un gobierno autocrático, que la realidad así lo demuestra.
La marcha de los mexicanos felices, que amplía el ego presidencial nos costó millones de pesos del erario, aunque se niegue esta posibilidad, ya que las cosas no están para presumir y menos cuando la economía de miles de mexicanos está depauperada por la inflación, con problemas a los que se hace caso omiso para solucionarlos, como el tema de la salud, que sigue padeciendo la administración morenista, aunque presume -cuando puede- que ya vamos en camino a tener un sistema como el de los países bajos, pero que no se avanza, porque solo hay promesas.
El ego del presidente fue satisfecho con la marcha del desquite, del acarreo, del poder del Estado frente al pueblo, del que domina López Obrador, que ha desunido al enfrentar a los que están con él y sus adversarios, y no unido, como lo repite cuando puede. Fue satisfecho con baño de pueblo que le gusta darse para alimentar su poder que ha adquirido maltratando y amenazando a instituciones con sus políticas públicas, que ahora llama humanismo mexicano, cuando han muerto cientos de mexicanos por la violencia y por la pandemia.
Dijo en su discurso, en el Zócalo capitalino, de casi dos horas de duración: “Está por convertirse en realidad el principio de que la educación y la salud no son privilegios, sino derechos del pueblo. Estamos —y me siento muy orgulloso, y así debemos de sentirnos todos, y creo que esto se está internalizando cada vez más—, estamos ganando la batalla contra el racismo, el clasismo y la discriminación en todas sus expresiones; Hemos reducido la incidencia delictiva”, palabras huecas que demuestran lo contrario a la realidad.
Habrá que definir lo que es el ego, -de acuerdo a los significados en internet-, en el vocabulario coloquial, este término puede designar el exceso de valoración que alguien tiene de sí mismo. Como tal, es sinónimo de inmodestia, arrogancia, presunción o soberbia. Por ejemplo: “Tiene un ego tan grande que no le permite ver la realidad”.
De ego también derivan en español otras palabras, como: egolatría, que es el culto o la adoración de una persona por sí misma; egoísmo, que es la tendencia de las personas a profesar un excesivo amor por sí mismas olvidándose de los demás; egocentrismo, que es una exagerada tendencia a la exaltación de la propia personalidad.
Incluso mencionan 12 características de un ególatra; algunas de ellas son:
Autoimagen de superioridad: El sentido de la vida de un ególatra se basa en la autoimagen de superioridad y, por lo tanto, en su reputación. Tienen un fuerte sentimiento de superioridad con respecto a los demás. No solo reconocen las habilidades y fortalezas que tienen, sino que las sobredimensionan y se sienten sus portadores únicos o legítimos. A esto se suma su incapacidad para reconocer sus imperfecciones o debilidades. Por ende, el ególatra siempre cree que haría cualquier cosa mejor que cualquier persona. Cree, asimismo, que su opinión es irrefutable.
Percepción distorsionada de la realidad: La egolatría es señal inequívoca de que la persona tiene una percepción distorsionada de la realidad.
Descalificación del otro: El ególatra descalifica constantemente a los demás: estos nunca serán tan buenos, tan inteligentes o tan creativos como él. El punto de vista de los demás siempre es despreciado o descalificado. Por ejemplo, ninguna persona menor que el ególatra sabrá más que él debido a su inexperiencia; pero ninguna persona mayor tampoco, debido a la “obsolescencia” de sus ideas.
Intolerancia a la crítica e incapacidad para la autocrítica: El sistema psico-afectivo del ególatra está estructurado sobre su autoimagen. Nada le genera más temor que enfrentarse a sí mismo. Por lo tanto, el ególatra es incapaz de ser autocrítico y es intolerante a las críticas de los demás, independientemente del tono y la intención con que sean dichas. El ególatra siempre encontrará una justificación a su conducta. Además, proyectará sobre los otros sus propias imperfecciones y buscará el modo de endilgarles la responsabilidad. Si nada de esto funciona, el ególatra romperá totalmente con la comunicación.
López Obrador, se dio a conocer, se exhibió como es él en menos de cuatro años, ya que de candidato a presidente su personalidad se modificó totalmente y eso… no es bueno para México y los mexicanos.
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