Punto de Vista
Por Jesús Michel Narváez
El 24 de abril de 2022 se hicieron famosas las palabras de Donald Trump. Dijo: ”Nunca he visto a nadie doblarse así. Entró (a mi oficina) y (el representante de México) se ríe de mí cuando le digo: ‘Necesitamos 28 mil soldados en la frontera, gratis’. Él me miró y me dijo algo como ‘¿(Desplegar soldados) gratis?’ ‘¿Por qué haríamos eso en México?’ Le dije: ‘necesitamos algo llamado ‘Quédate en México’”, recordó Trump. Y para que quedara clara su exigencia, amenazó a Macelo Ebrard, el 7 de abril de 2019, con imponer aranceles del 25% a todos los productores que México exportara a Estados Unidos.
Y obtuvo lo que quería cuando el canciller se “dobló fácilmente”.
El 20 de abril de 2022, en el Diario Oficial de la Federación se publicó la reforma a la Ley Minera que otorga a México la exclusividad de explotar el litio.
Desde meses anteriores, el presidente de la República, sostuvo que la riqueza conocida como el “oro blanco” sería para beneficio de todos los mexicanos. (Algo así como el petróleo).
“Estoy muy contento porque se nacionalizó -era y siempre fue de la Nación- el litio, que es un mineral estratégico, que significa el futuro de las industrias y la tecnología que se va a ampliar en el mundo. Entonces eso se logró, enfrentamos todos los obstáculos”, expresó el huésped temporal de Palacio Nacional.
De haber querido brincar de gusto, lo habría hecho. Era su éxito mayor después de fracasar en su intentona de reformar la Constitución para su reforma energética y eléctrica.
La riqueza estaba a la vista y se ponía a disposición de los mexicanos.
Se creó una empresa estatal, de la que fue o es coordinador general el gobernador de Sonora, Alfonso Durazo, para “administrar” el litio en bruto. Sin contratar a técnicos o personal experto en minería.
Todo era fiesta y lo demostraba con sus palabras: “Quiero mandar mi agradecimiento a los legisladores, diputados, senadores que apoyaron la reforma en materia de minería para que el litio sea propiedad de la nación y que no se cometa ningún abuso, de que ningún país extranjero, ninguna empresa, ninguna corporación foránea quiera apropiarse de lo que es del pueblo de México”.
Sin embargo, anunció en su mañanera de ayer anunció que revivirá el trueque -no se puede definir de otra manera- y solicitará a Estados Unidos y Canadá financiamiento para que las operaciones de la empresa que “controla” el litio acelere sus operaciones.
Propone -por eso lo de trueque- que empresarios de ambos países inviertan para la creación de 5 parques solares que se planean en Sonora y que se formarían sociedades en las que los participantes privados cuenten con el 49% de las mismas. El 51% corresponderá al Estado. Es decir, retornar a la vieja y efectiva fórmula de la economía mixta.
La idea es “producir energías limpias”, algo en lo que ya acordaron los gobiernos de México y Estados Unido, según explicó.
La decisión de “aceptar” inversión extranjera, tiene nombre y apellido: John Kerry, representante especial de la Casa Blanca para el cambio climático.
El funcionario ha venido a México en cuando menos 5 ocasiones y en todas y cada una de ella se abordó el tema de las energías limpias. Las mismas que por orden y gracia de la secretaria de Energía, Rocío Nahle, fueron rezadas por un decreto sin reformar la Ley de la Industria Eléctrica y cuyos efectos se viven ahora con las consultas que se realizan a petición de los socios comerciales de América del Norte por violaciones al T-MEC.
Quizá la nueva titular de Economía, Raquel Buenrostro, le sugirió al presidente “canjear” inversiones privadas en litio por la cancelación de contratos. Es hipótesis, no afirmación.
Como fuere, hay que recordar las palabras de Trump y trasladarlas a Kerry.
Porque de que se dobló el presidente, nadie más, y abandonó la cretinez mostrada con la “nacionalización del litio”, para aceptar las “sugerencias” del representante de Joe Biden.
¿Doblada o dobladita? Para el caso es lo mismo.
Como diría Joan Manuel Serrat…”arriba en mi calle se acabó la fiesta”.
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