NIDIA MARÍN
¡Hay que ser claros! Hasta hoy, el actual mandatario del país ocupa el primer lugar mundial en represión verbal en contra de sus gobernados y el segundo sitio en la historia de México en cuanto a manifestaciones realizadas para rechazar las políticas presidenciales.
Más el cetro de manifestaciones populares seguirá siendo, indiscutiblemente, de quien fue mandatario en 1968: Gustavo Díaz Ordaz.
Sin embargo, en el caso del actual gobernante, compila ya tres de las más nutridas marchas ciudadanas: la “Del Silencio”, de 2004 (cuando era Jefe de Gobierno), que no solamente llenó el zócalo, sino todo el Paseo de la Reforma, porque la gente ya no cupo en aquella plaza principal; la realizada este año en contra de los feminicidios y ahora, la reciente del domingo 13 llevada a cabo en defensa del Instituto Nacional Electoral y de cada uno de nosotros los mexicanos.
La pregunta es: ¿el rey del zócalo logrará el cetro y alcanzará el podio de marchas en su contra?
Todavía le restan dos años de gobierno para lograrlo.
En la historia de México hay casos inolvidables, sobre todo para quienes lo vivimos (y lo trabajamos como reportera). El 13 de septiembre de 1968 por la tarde, aproximadamente 350 mil estudiantes, profesores, parientes y amigos marcharon en absoluto silencio, con la boca cubierta con cinta adhesiva o pañuelos, desde el Museo Nacional de Antropología hasta el Zócalo, para mostrar a los mexicanos el rechazo estudiantil a los epítetos lanzados desde Palacio Nacional por el entonces presidente Gustavo Díaz Ordaz, calificando a los muchachos de “revoltosos” porque dijo que el interés de tales jóvenes era mantener inestable a México.
En ese tiempo, en nuestro país se registraron varias manifestaciones con una gran convocatoria. Sin embargo, fue en Francia, también en 1968, donde los jóvenes marcaron la historia. Salieron a las calles por miles y miles lo cual se tradujo en la caída del entonces Presidente Charles De Gaulle.
Sí, renunció.
Hay otras manifestaciones más recientes, por cierto, recopiladas en el archivo de Le Journal International. Por ejemplo, las llamadas “Marchas del Lunes”, llevadas a cabo del 9 de octubre de 1989 al 9 de noviembre de 1989 en Alemania del Este en contra del régimen comunista. La consecuencia fue la caída del Muro de Berlín, en noviembre de 1989.
También, en la década de los ochenta del siglo XX, entre 1987 y 1991, se llevó a cabo la Revolución Cantada, cuando pacíficamente se independizaron Lituania, Estonia y Letonia del régimen soviético. Se trató de una cadena humana a lo largo de 560 kilómetros en la que participaron aproximadamente 2 millones de personas.
Otros ejemplos son las denominadas “Revoluciones de las Flores” realizadas entre noviembre de 2003 y marzo de 2005 en diversas partes del mundo en contra de las elecciones amañadas en varias naciones, como fue en Ucrania, Bielorrusia, Líbano y otras más.
¡Y qué decir de la llamada “Primavera Árabe”! Por cierto iniciada desde diciembre de 2010 cuando principiaron los levantamientos contra los gobiernos en Egipto, Túnez, Yemen, Libia, Jordania, Marruecos y muchos más.
Actualmente, en este siglo XXI, toda Latinoamérica ha estado registrando marchas y protestas en contra de los diversos regímenes, lo mismo en Nicaragua que en Venezuela, Perú, Brasil, El Salvador, Colombia, entre otros.
En México, por ejemplo, se llevaron a cabo cinco en contra de la inseguridad: en 2004 (durante el gobierno de Vicente Fox); en 2008 y en 2011 como critica al gobierno de Felipe Calderón; en 2014 como censura a la política de Enrique Peña Nieto en esa misma materia y las del actual sexenio.
Las más nutridas han sido, las de 2022, ya que una fue en marzo protagonizada por mujeres en contra de los feminicidios (3,721 asesinatos se habían registrado en 2021) y la falta de actuación de las autoridades gubernamentales. Fue entonces cuando mencionaron a los presuntos feminicidas: Félix Salgado Macedonio, David Monreal y Andrés Roemer.
La otra fue el pasado domingo en contra de la reforma constitucional enviada por el presidente de la República Andrés Manuel López Obrador al Congreso de la Unión para destruir al Instituto Nacional Electoral y buscar la permanencia de él y de su partido en el poder.
Desde el propio gobierno se trató de tapar el sol con un dedo al señalar la escasez de marchistas, cuando por las redes sociales, la televisión, vía los drones de particulares y los satélites espaciales se observó al Paseo de la Reforma y al Monumento a la Revolución, pletóricos de gente. Sí, estuvieron cubiertos por miles de ciudadanos críticos de las arbitrariedades y majaderías en contra de los mexicanos que se lanzan desde las mañaneras y también en rechazo a la intención de “asesinar” al INE, pretensión de AMLO para permanecer en el poder junto con el grupo guinda.
En fin, la marcha fue un ejemplo del rechazo a la política actual centrada en la maledicencia, las agresiones, insultos e improperios lanzados desde Palacio Nacional y absolutamente en contra de la pretensión de dar fin a la democracia en México.