“Llegaron de Noche”

Una Testigo que Nadie Quiso Escuchar

 

HORACIO ARMANDO HERNÁNDEZ OROZCO

“Llegaron de Noche”, película hispano-colombiana, dirigida por Imanol Uribe; protagonizada por Juana Acosta (Lucía Barrera de Cerna), Carmelo Gómez (Padre José María Tojeira), Karra Elejalde (Padre Ignacio Ellacuría), Ben Temple (Padre Paul Tipton), Ernesto Collado Padre Nachito) y Julio Pachón (coronel López); se presentó el 21 de marzo de 2022 en el 25º Festival de Cine de Málaga.

Lucía, empleada de limpieza de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA), es testigo de la masacre de los jesuitas parte del Ejército salvadoreño, así que su vida corre peligro por lo que debe huir junto con su familia y contar la verdad.

Es una dramatización de los asesinatos de seis sacerdotes jesuitas, la cocinera de éstos y su hija en 1989 por parte del Ejército salvadoreño; la única testigo defendió la verdad y se negó a encubrir la responsabilidad de los militares con la falsa atribución del crimen a la guerrilla del FMLN por parte del gobierno.

UNA PREMONICIÓN

El padre Ellacuría enuncia lo siguiente: “si me matan de día sabrán que ha sido la guerrilla, pero si llegan de noche, serán los militares”.

Esta es la frase da título al filme, la trama se desarrolla en plena guerra civil en El Salvador, y gracias al testimonio de Lucía Barrera se sabe lo sucedido en la madrugada del 16 de noviembre de 1989; su declaración fue de gran valía para saber la verdad que nadie quiso escuchar.

El único dato que se tenía es que seis sacerdotes jesuitas (cinco españoles), todos profesores universitarios, y dos empleadas fueron asesinados en la UCA en San Salvador; la versión oficial es que integrantes del FMLN habían sido los autores de este crimen, pero una testigo presencial echa por tierra la versión del gobierno.

UN CONFLICTO 

ARMADO

Durante la clase del padre Ignacio Ellacuría, un alumno, hijo de un militar, le cuestiona si es que está en contra del FMLN, y el padre Tojeira interviene y señala que la guerrilla del FMLN tiene argumentos de base para luchar, pero los mismos se caen por los suelos dado los métodos violentos que utiliza para generar el cambio, siendo ésta la misma razón por la cual los jesuitas desacreditan las labores del ejército.

En la Universidad Centroamericana no hay restricción para su ingreso y hay libertad de cátedra, no obstante que está dirigida por jesuitas, lo cual hace que la universidad sea apolítica, pero es inevitable que a ese nivel de educación no se toquen los temas sociales, políticos y económicos que atañen a un país.

Los conflictos armados son escenarios perfectos para cometer todo tipo de crímenes y quedar impunes; dentro del Campus de la UCA, una de las más prestigiosas del país salvadoreño, se impartían clases, con tan elevada talla intelectual como para que altos cargos militares e influyentes familias eligieran la mencionada universidad para sus hijos.

Esto no sería óbice para que aquellos jesuitas tuvieran sus propias ideas, marxistas según algunos, adscritos a la «Teoría de la Liberación», y que significarían sus muertes.

LA TRÁGICA 

NOCHE

En la localidad donde vive Lucía junto a su esposo Jorge y su niña de cuatro años, hay mucho peligro por los constantes enfrentamientos entre militares y guerrilleros, así que le pide al padre Ellacuría que les permita quedarse en la universidad.

Años más tarde, la propia Lucía en una entrevista dada a la BBC señaló que esa tarde que llegaron, el padre le prestó unas colchonetas y le dijo, si quieres cualquier cosa, agua, comida, aquí hay; el padre Nachito tocaba la guitarra, ella se quedó oyendo, por eso había dejado la ventana abierta cuando se fue a acostar; apenas habían pasado unas cuantas horas y se oyó “la gran guerra dentro de la universidad”, vio que iba un grupo de hombres con uniforme camuflado.

Lucía recuerda que no había luz eléctrica, pero a esos soldados los alumbró la luna llena en ese tiempo.

Al amanecer, vio los cuerpos tendidos en la grama y en un cuarto estaban dos mujeres muertas, nunca se imaginó que la cocinera se había quedado ahí esa noche junto con su hija de dieciséis años.

LA PESADILLA

Por la mañana, Lucía va a la casa provincial a dar la mala noticia; el padre Sáenz le advierte que se tiene que ir, que buscará la forma de mandarla a Francia, España, o los Estados Unidos, pero que su vida corre peligro ahí; así que la opción es Miami.

En la vida real la llevaron junto con su familia a la embajada española; viajaron en un avión de la Cruz Roja, debiendo hacer una escala en Estados Unidos para luego ir a España, pero cuando aterrizaron en Miami, los bajaron del avión y los separaron; ahí varios hombres se identificaron y dijeron que eran del FBI, los llevaron a un hotel.

Estuvieron prácticamente detenidos durante tres días, siendo sometidos a interrogatorios desde las 7 de la mañana a las 7 de la noche, por parte de los agentes del FBI y elementos de la CIA, pero la gran sorpresa fue cuando entró un hombre en medio del interrogatorio y se presentó como el coronel López que había venido de El Salvador.

La cinta da cuenta de esos tres días que Lucía y su esposo Jorge estuvieron sometidos a interrogatorios, siendo maltratados verbal y psicológicamente, hasta que se vieron obligados a afirmar que era mentira todo lo que habían dicho, que ella no vio nada.

Para un sector ultraconservador de los mandos militares del ejército salvadoreño, aquellos curas intelectuales fueron considerados una amenaza; el mismo presidente del país, Alfredo Cristiani, recibió una carta en la que pedían la captura y un juicio sumario contra ellos.

Se sabe del testimonio de Lucía porque un jueves por la noche llegaron dos sacerdotes con dos abogados de derechos humanos y los salvaron de ese lugar donde prácticamente los tenían presos; uno de esos clérigos era el padre Paul Tipton, presidente de la Asociación de Institutos y Universidades jesuitas de Estados Unidos, quien actuó de mediador; incluso llegó a acusar al embajador norteamericano en San Salvador, William Walker, de haber declarado a los periodistas que el testimonio de Lucía carecía de valor.

La mayoría de los testigos de hechos atroces mueren o tienen miedo de hablar; pero cuando se tiene la valentía de declarar lo que se ha visto, lo más probable es que se sufran consecuencias por su testimonio.

Han pasado más de treinta años y sólo un responsable ha sido juzgado, pues el Estado salvadoreño se negó a conceder la extradición de 13 exoficiales requeridos por la Audiencia Española para enfrentar juicio en el país de origen de cinco de los asesinados.

Pero ¿habrá que esperar más tiempo para que sean juzgados o bastará con saber la verdad de lo sucedido?

La mejor respuesta la tendrá como siempre nuestro amable lector…

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