Punto de Vista
Por Jesús Michel Narváez
Sin duda, Sergio “Checo” Pérez ha sido la revelación deportiva en décadas. Un deporte de alto costo económico y altísimo en riesgo humano, ha despertado el interés de miles de fifís que se dieron cita en el autódromo Hermanos Rodríguez para la V Edición del Gran Premio F-1 México.
¡Cuántos fifís!
Hay que ser claros: los grandes premios de F-1 no son para quienes disfrutan un partido de futbol. La diferencia en precios es brutal.
Los boletos más baratos para el evento de ayer frisaron los 15 mil pesos y los ubicados en la zona vip 140 mil.
No, no es un deporte o un espectáculo para los beneficiarios de las becas amlianas.
Quizá sus hijos y muchos de sus colaboradores, que no practican la “pobreza franciscana” hayan estado presentes en algún “lugar que ocultara su asistencia”.
No vaya a ser que el diablo mayor se irrite y les reproche haber gastado 140 mil pesos, que habrían servido para 38 pensionados del malestar, perdón, del bienestar.
O para otras tantas dirigidas a los “jóvenes construyendo el futuro”.
Más allá de las odiosas comparaciones, que siempre resultan serlo, la afición a las carreras de los monoplazas que alcanzan 320 kilómetros por hora, ha crecido en México.
SI bien es cierto siempre han existido a quienes les domina mirar cómo los bólidos se desplazan rugiendo sus poderosos motores, el Checo se ha convertido en un fenómeno de atracción.
Es el único mexicano que se ha coronado, formando parte del equipo Red Bull, como campeón de equipo y, con su tercer lugar de ayer, seguramente amarró el subcampeonato mundial de la especialidad.
Su presencia genera aglomeraciones.
Y la asistencia de más de 300 más personas en el evento, no se crea que obedeció preminentemente a observar al genio del asfalto, Max Verstappen o al bicampeón Lewis Hamilton. Se debe admitir que la enorme mayoría acudió para mirar cómo el tapatío se ha levantado en el mundo de los ingleses, holandeses, españoles, austríacos y ha demostrado que tiene la capacidad para superarlos.
Está en el camino de ser uno de los mejores de la historia. Ya lo es en este momento, del selecto grupo que sube al Podio, lo mismo en primero que en segundo y tercer puestos.
Seguirlo en persona no es tarea fácil. Las 18 carreras que se realizan en el año, tienen sedes lejanas entre sí y alejadísimas de México, em donde se corre la penúltima.
Tampoco es fácil convertirse en un émulo del tapatío. Un auto como el que se utilizan en las largadas tiene un costo superior al millón de dólares.
Claro, se dirá que en México hay suficientes millonarios, incluidos los del crimen organizado, que tienen para adquirir una de las poderosas máquinas sin siquiera pestañear.
Por supuesto, que entre los pamboleros también hay fifís que pueden comprar balones autografiados hasta por el número 10 que hoy desgobierna Morelos.
La Fórmula 1, que es desdeñada por la guinda jefa de Gobierno de la Ciudad de México, quien declaró que no iría al evento, aunque le regalaran los boletos porque es de “fifís”, produce una derrama económica como ningún otro espectáculo.
Los cálculos realizados por el sector empresarial, estimaron en poco más de 15 mil millones de pesos los ingresos por la realización de la carrera.
Eso no los producen ni los Tigres del Norte ni Firme juntos.
En fin. Queda claro que los fifís son un mundo que en Palacio Nacional odian y que, en el futuro, serán menos por el gobierno que acaba con el neoliberalismo.
E-mail: jesusmichelmp@hotmail.com, Twitter: @jesusmichelna, Facebook: jesus michel y en Misión, Periodismo sin Regaños martes y jueves de 16 a 17 horas por Radio Cañón, en el 760 de AM.