Punto de Vista
Por Jesús Michel Narváez
Cuando la unidad de las minorías se fortalece, obliga a las mayorías ficticias a doblegarse. Eso ocurre si las voces de las oposiciones son escuchadas y se entiende que sus votos son indispensables para modificar la Constitución.
Lo ocurrido la semana pasada en la Cámara de Senadores, en donde la negativa de aprobar en fast-track la minuta de la Cámara de Diputados para ampliar la presencia del Ejército, la Marina y la Guardia Nacional en acciones de seguridad pública, produjo la reacción presidencial que, como de costumbre, es violatoria de la Constitución y cuyo fin es demostrar que “escucha al pueblo”. Ante las críticas de todos los sectores, amigos y adversarios, el huésped temporal de Palacio Nacional, optó por anunciar que realizaría una consulta sin participación del INE y con apoyo de los gobernadores y presidentes municipales para evitar los elevados costos que representa la organización de un ejercicio democrático de participación ciudadana.
En el Senado hubo necesidad de retirar los dictámenes correspondientes porque los números no alcanzaban a Morena y sus aliados y de ser votados por el pleno en sentido contrario, habría sido desechada la propuesta y arrojada al cesto de la basura. Vaya, correría la misma suerte que la reforma eléctrica.
Consciente de las consecuencias político-sociales, el senador Ricardo Monreal metió el acelerador para consensuar con los coordinadores del bloque de Contención, alguna salida. Sabedor de que las resistencias no serían vencidas, finalmente anunció que en principio hay un acuerdo: redactar una nueva propuesta en la que todos estén de acuerdo.
“Las distintas fuerzas políticas de la Cámara acordaron trabajar en una nueva redacción a la reforma por la que se extiende la participación de las Fuerzas Armadas en tareas de seguridad pública”, expresó en una entrevista.
La decisión o el acuerdo de todas las fuerzas políticas frenan, en definitiva, .la minuta de los diputados y se comienza de cero.
Ante lo previsible, el huésped temporal de Palacio Nacional aceleró su propuesta y, aunque admite que no será vinculatoria la consulta, establece que se escuchará la voz del “pueblo”.
Con su acostumbrado maniqueísmo, deja clara su postura: manda al diablo la Constitución y las leyes que de ella emanan y enfoca sus baterías hacia la destrucción del INE y del TEPJF, instancias en las que recae legalmente organizar y calificar las consultas populares.
Ahora sí le cae como anillo al dedo el anuncio de Monreal. Porque el presidente quisiera que se no aprobara la reforma constitucional. De ocurrir, su proyecto de consulta sería innecesario. No es descabellado suponer que utilizará el poder de su firma para evitar el acuerdo de los senadores y, en caso de fracasar, lo hará con la Cámara de Diputados. Le importa más la forma que el fondo y su prioridad es la consulta, pésele a quien le pesare y sin importar fracturar de nueva cuenta el marco jurídico que rige en el país.
El acuerdo entre las fuerzas políticas en el Senado, podría ser el símil de un juego de beisbol cuando en el último out de la novena entrada el equipo de casa pierde por 2 carreras y tiene a tres hombres en base. Un strike más y adiós la victoria. Un jonrón voltearía el marcador y ganaría por 1 carrera de diferencia.
¿Qué pasará en el Senado en los próximos días?
Imposible asegurar el resultado del juego.
Al presidente le interesa el poche o el elevadito. Quiere el estadio para su consulta.
Y eso lo sabe el que quiere comprar todas las acciones del Poder Legislativo, adquirir el 51% del Judicial y formalizar el Ejecutivo con el 99% de los papeles que le dan poder para decir lo que le venga en gana.
¡Al diablo las instituciones!, se escucha en los pasillos de los dos palacios: el Nacional y el de Covián.
Ricardo Monreal se juega algo más que impulsar carreras. Si pega un triple, empata. Si es jonrón ¿gana?
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