Una más de Tortura
HORACIO ARMANDO HERNÁNDEZ OROZCO
“El Crimen de Cuenca”, película española dirigida por Pilar Miró, con la actuación de Amparo Soler Leal (Varona), Héctor Alterio (Juez Emilio Isasa), Daniel Dicenta (Gregorio Valero), José Manuel Cervino (León Sánchez), Mary Carrillo (Juana), Guillermo Montesinos (José María Grimaldos «El Cepa») y Fernando Rey (Diputado Martínez de Contreras); estrenada en agosto de 1981.
En 1913, Gregorio y León, amigos y vecinos de Osa de La Vega (Cuenca) son detenidos como autores de la muerte de José María Grimaldos; el pueblo les acusa, incluso la mujer de Gregorio reúne pruebas contra ellos, quienes confiesan el crimen después de ser sometidos a torturas.
La cinta está basada en hechos reales sucedidos a principios del siglo XX en los municipios de Tresjuncos y Osa de la Vega en la provincia de Cuenca; Lola Salvador Maldonado, guionista de la película, escribió un libro homónimo en 1979; la trama gira en torno a la tortura como método para obtener confesiones a fin de lograr sentencias condenatorias, pero de igual manera como se destruye la amistad.
LOS HECHOS
El 21 de agosto de 1910, desaparece el pastor apodado «El Cepa», fue visto por última vez en el camino que va Tresjuncos; su madre, Juana, denuncia la desaparición y acusa a sus dos compañeros, Gregorio y León, de haberlo matado para robarle el importe de la venta de unas ovejas; el juzgado de Belmonte abre el sumario 94/1910, y después de varias diligencias sobresee la causa en septiembre de 1911.
El motivo del sobreseimiento fue porque no existía declaración de algún testigo, y por más que se buscó el cuerpo del Cepa, nunca se encontró, es decir, sólo existía la simple denuncia.
Sin embargo, en 1913 llega a Belmonte un nuevo juez, Emilio Isasa Echenique, quien es influenciado por el diputado local de la derecha, Martínez de Contreras, por lo que reabre el sumario, y ordena que los acusados sean detenidos.
En la película y en el libro se habla de que la causa fue sobreseída, lo que en la actualidad se puede entender como un archivo temporal, ya que nunca se llevó una etapa de juicio; además, conforme a ese sistema procesal, el juez era instructor de la averiguación, y la Guardia Civil estaba para brindar auxilio.
LA TORTURA
Una vez que han sido detenidos, y con la aquiescencia del Juez, son torturados por la Guardia Civil, haciéndose imputaciones mutuas del crimen, aunque el cuerpo de la víctima no llega a aparecer, por más que son torturados para que digan en donde está.
La cinta muestra en forma gráfica las torturas a que fueron sometidos los dos acusados; separados el uno del otro en diferentes celdas de la prisión de Belmonte, eran alimentados sólo con bacalao sin desalar y privados de agua.
Recibieron palizas, fueron colgados en vilo por los genitales y les extrajeron dientes, uñas y vello facial con tenazas de herrar; terminaron por confesar, culpándose el uno al otro; el castigo era tan brutal e inhumano, que un guardia estando solo frente a su torturado, le pide que grite mientras él azota la pared o la mesa para que los demás crean que lo está golpeando.
Entre diversas versiones sobre el paradero del cuerpo (unas veces dijeron que lo habían quemado, otras enterrado en el cementerio), éste nunca se halló, ante lo cual confesaron haberlo descuartizado, dado los pedazos a los cerdos y después machacado los huesos hasta pulverizarlos.
La cinta muestra levemente la tortura psicológica a que son sometidos, pues a León le hacen creer que Gregorio lo ha inculpado, y viceversa, pero también involucran a Varona, esposa de este último, para que crea que su mujer lo ha traicionado.
De tal forma que no saben en verdad en quien confiar.
EL JUICIO
Las diligencias judiciales se prolongan durante años; el caso es remitido a la Audiencia de Cuenca, donde el fiscal pide la pena de muerte; finalmente, el 25 de mayo de 1918 el jurado popular los declara culpables del asesinato y la sala los condena a dieciocho años de cárcel.
Si el reabrir una causa sobreseída era algo inusual, durante el juicio se da un segundo hecho insólito, pues existía una confesión del crimen avalada por doctores que certificaron no haber encontrado ninguna huella de tortura, pero en el juicio ambos acusados desean declararse inocentes; cada defensor que les ha sido asignado, los convence de declararse culpables y así permutar la pena de muerte por prisión, dando una versión alterna: que lo mataron en estado de ebriedad.
Los diarios y documentos oficiales del proceso señalan que, por aplicación de indultos, ambos salieron de la cárcel en libertad condicional el 20 de febrero de 1924, tras haber sufrido un total de once años de prisión, cinco en Belmonte sin haber sido juzgados y con sometimiento a tortura, y seis años en distintos penales después de dictarse sentencia.
USTED PERDONE
En 1926, dos años después de que los sentenciados recobraron la libertad, el cura de Tresjuncos recibió una carta del párroco de otro pueblo de la provincia de Cuenca, en la que le pedía la partida de bautismo de José María Grimaldos (El Cepa), quien vivía allí y deseaba contraer matrimonio. En ese momento se pone en evidencia la inocencia de los que fueron condenados.
La película es un duro alegato contra la tortura y se sobreentiende que el crimen al que se refiere el título es el cometido por la Guardia Civil al torturar a los sospechosos y por el juez Emilio Isasa Echenique.
La minuciosidad con la que están narradas las torturas por parte de la Guardia Civil hace que el gobierno de la Unión de Centro Democrático (UCD) se asuste, y el ministro Ricardo de la Cierva pone la película a disposición de la autoridad militar; con ello queda secuestrada durante más de año y medio, y su realizadora es objeto de un proceso militar; siendo la única película española prohibida durante la democracia, tras la desaparición de la censura en 1977.
El crimen de Cuenca es considerado un error judicial, la negligencia judicial y la brutalidad policial cometida, dieron pauta a que ninguna denuncia de homicidio fuera procesada como tal sino existía el cuerpo de la víctima; política judicial y legal que duró hasta el caso Marta del Castillo del 2009 en Sevilla.
Pero, ¿cuántos sentenciados habrán confesado bajo tortura haber cometido un crimen?
La mejor respuesta la tendrá como siempre nuestro amable lector…