Desolación y Venganza

Mariana Travacio, Como si existiese el perdón, Editorial Tusquets, Barcelona, España. 144 páginas

DAVID MARKLIMO

Hay pocos paisajes que producen tanta desolación y tristeza como la Patagonia. Es tanta la soledad, tan profunda, que en la literatura ha sido el territorio donde se han cometido algunos crímenes atroces, donde ocurren los actos más vengativos y temerarios. Incluso, a lo largo de muchos años, la Patagonia fue vista como la última frontera de la civilización, donde ocurre lo inhóspito y lo salvaje. No es extraño su comparación con los westerns o con el gran desierto australiano.

Este mundo desolado, es al que nos remite Mariana Travacio en su novela, Como si existiese el perdón. El argumento es bastante simple: un grupo de hombres descansa al final de la jornada, mate en mano. De repente aparece un forastero. La conversación se torna mala, de las palabras se pasa a las armas y el extranjero es asesinado, enterrado y silenciado. Pero pronto habrá quien venga preguntando por él y no todos saben enfrentar el miedo de ser descubiertos.

El ambiente desolador de la llanura argentina es el escenario perfecto para esta historia de venganza y redención. La obsesión se ve potenciada por la soledad del viento y la tierra sin árboles. Breve, pero eficaz, la novela construye un universo que la acerca a la gauchesca, pero también presenta inevitables ecos de Borges o más acá de Rulfo.  Es una novela concisa y corta, tallada con cincel, que ha escogido con sumo cuidado las palabras, que se disfruta, que engancha.

Es interesante el contexto de la venganza, sus motivos. Todos los personajes se ven atrapados en un ciclo de venganzas pasadas que vuelve para marcar el presente y entonces lo que se muestra en el libro son las repercusiones, las repeticiones, las amplificaciones que se unen al mismo tiempo a otras anteriores o paralelas, en una espiral que parece querer abarcarlo todo, que no deja de expandirse, como si no tuviese nada más que hacer o, peor aún, como si tuviese vida propia. En un escenario desolado, los personajes deambulan, buscándose para matar o para que no los maten, en medio del polvo, el viento, las tormentas y las lluvias torrenciales. Es aquí donde se sitúan universos implacables, sin ley ni justicia, sin perdón. De ahí que no podemos dejar de notar la fatalidad que los personajes padecen. Es verdad que la autora no nos da la oportunidad de apartar la mirada de este libro duro y memorable, pero un libro como este sería impensable en la Rivera Maya, por ejemplo. 

Se da la paradoja que esta es una novela muy masculina, aunque está escrita pro una mujer: todos los personajes principales son hombres; toda la acción gira en torno a dinámicas tradicionalmente asociadas a la masculinidad (la violencia, la venganza, los celos, el deseo de posesión). Los pocos personajes femeninos que aparecen tienen poca agencia, son madres, mujeres, hijas que sufren la violencia de los hombres y que o la soportan, o enloquecen, o mueren.

Es un libro cargado de simbolismo, una fábula moral sobre la naturaleza humana, la destemplanza y la justicia.

Que lo disfruten. 

 

 

 

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