ALBERTO F. MENA MALLEN
Lo que ha sucedido en el territorio nacional puede surgir de mentes perversas y siniestras, porque en la historia del país, los ataques directos a la población no habían pasado. Si el gobierno federal considera que los narcos y la derecha tienen el propósito de hacer caer a la 4T, es un distractor más, ya que si así fuera, ellos tendrían el control de los delincuentes.
Pero también está el hecho de que si los morenos tienen a sus órdenes a los narcos, -lo que se vio en las elecciones de 2021-, y que pretenden con este tipo de hechos violentos llamar la atención de los mexicanos para justificar la inclusión de la Guardia Nacional a la Secretaría de la Defensa Nacional, son teorías que no deberían de manejarse ya que con ello se demuestra que no hay argumentación sólida para que la 4T combata a los pillos que asolan a los mexicanos. La credibilidad en picada.
Y, por el contrario, los hechos violentos que se presentaron en varios Estados del país, -particularmente los ubicados en el Pacífico, donde gobierna Morena-, refuerzan la teoría de que hay apoyo de este grupo delincuencial a la administración de López Obrador y podría ser más válida la segunda opción, en el sentido de que hay algo que muestra apoyo real a este gobierno. Genera conflictos y hay un salvador que los soluciona.
La inacción en contra de los grupos delincuenciales es real, aunque los responsables afirmen que su proyecto va viento en popa, en el sentido de que sí hay tarea para combatirlos y que ha dado resultado para lo cual dieron cifras con lo que intentan convencer a la población de que si están actuando en su contra, pero, de nuevo, la realidad contrasta con lo positivo y los buenos deseos del gobierno morenista, en el sentido de que nunca se había visto que los narcos mataran a la población civil en forma directa y menos que haya un plan para desestabilizar a los mexicanos en los lugares donde atacaron.
El subsecretario de seguridad pública Ricardo Mejía aseguró que, el decomiso de armas, metanfetaminas y recursos al narco ha mermado la capacidad de estos grupos y como reacción a estas acciones y para buscar un impacto social, grupos delictivos han realizado estas acciones con el propósito de “propaganda” criminal para buscar generar psicosis social ante su disminuida capacidad delictiva, dijo seguro de sus palabras, pero lo que aún no se nota.
Una frase que me encontré en internet dice: “hasta el momento lo que nos muestran es la confirmación inalienable que aquellos que quienes viven de ilusiones, mueren de realidades. Y en esas estamos”.
México se convulsiona poco a poco. Ríos de sangre aparecen en muchos estados del país, y antes, cuando había muertos se le llamaba víctimas colaterales en la lucha por el territorio de los grupos delincuenciales. Estos, cada día aumentan en número y en su poder de fuego que no es visto desde Palacio Nacional, a pesar de que cada día, a las 6 de la mañana, se reúne el equipo de seguridad nacional para atacar este problema, al parecer hasta ahora, sin resultados.
Jalisco, Guanajuato, Chihuahua y Baja California son entidades donde ya hay miedo entre la población, quien de repente se topa con balazos a diestra y siniestra, además de incendios de tiendas departamentales, vehículos de propiedad privada porque hay una especie de pacto entre delincuentes, narcos y al parecer el gobierno que no alcanza a frenar esta ola de muerte que ya aparece todos los días en el territorio nacional.
Existe un análisis acerca que los actuales autócratas 3P, cuando empiezan a establecer su poder, intenten pasar por algo que no son: demócratas de tipo occidental. Ese es el círculo cuya cuadratura solo pueden conseguir el populismo, la polarización y la posverdad.
La revancha de los poderosos, cómo los autócratas, están inventando la política en el Siglo XXI (Moisés Naim) la fórmula puede resumirse en tres palabras: “populismo”, “polarización” y “posverdad”. Las llamamos las “tres pes”. Y quienes utilizan estas herramientas son los “autócratas 3P”.
El sigilo, por tanto, es una de las principales tácticas que los autócratas utilizan para concentrar el poder en un entorno en el que este muestra una tendencia natural a dispersarse.
Ocultar la verdadera forma de ejercer el poder se convierte en la estrategia fundamental para acumularlo y conservarlo. Se puede decir que estos casos son “sigilocracias”.
El reto que plantea la autocracia 3P a las sociedades libres y democráticas es existencial. Y por eso no hay margen para la autocomplacencia.
Estos aspirantes a autócratas tienen opciones nuevas y herramientas distintas que pueden utilizar para reclamar un poder ilimitado. Muchas son herramientas que no existían hace tan solo unos años. Otras son muy antiguas, pero ahora se combinan con las nuevas tecnologías y con las tendencias sociales, y acaban siendo mucho más poderosas que nunca.
Esa es la razón de que durante los últimos años haya triunfado una nueva casta de políticos ávidos de poder: líderes nada convencionales que vieron el declive del poder tradicional y comprendieron que una estrategia radicalmente nueva podía ofrecer oportunidades hasta ahora inexploradas. Surgen en todo el mundo, tanto en los países más ricos como en los más pobres, en los que poseen instituciones más complejas y en los más atrasados.
Viene a la mente Donald Trump, por supuesto, pero también Hugo Chávez, en Venezuela; Viktor Orbán, en Hungría; Rodrigo Duterte, en Filipinas; Narendra Modi, en India; Jair Bolsonaro, en Brasil; Tayyip Erdoğan, en Turquía; Nayib Bukele, en El Salvador; y muchos otros.
Este libro examina su estrategia porque, para derrotar algo, antes hay que entenderlo.
Los nuevos autócratas, señala, han sido los primeros en utilizar técnicas innovadoras para hacerse con un poder ilimitado y conservarlo el mayor tiempo posible. Su principal objetivo, no siempre alcanzable, pero por el que siempre luchan con ahínco, es el poder para toda la vida. Sus triunfos, además, provocan que otros se atrevan a intentar emularlos en todo el mundo. Han tenido muchos éxitos, pero también algunos fracasos notables.
