Por: Carlos Bortoni
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Aunque parezca imposible, la propuesta de los conservadores es absolutamente marxista. Groucho-marxista, desde luego. Decirlo es inventar el hilo negro, pero no por obvio debe despreciarse. El arte de brincar de un principio a otro no es poca cosa y no debería echarse a saco roto, implica un complejo proceso de banalización que atraviesa las raíces mismas de la construcción política del México moderno y su lucha por la democracia. Sólo los más avezados defensores de la patria, la independencia, las libertades de los mexicanos y los valores humanos ―piensen en Agustín de Iturbide o Antonio López de Santa Anna― han estado a la altura de tan elevada labor camaleónica que permite defender lo que se atacó ayer y condenar lo que durante años se aplaudió.
Quizá el mejor ejemplo de ello sea el noble ejercicio del chapulín político que brinca de un partido a otro con tal de conseguir aquello que se le negó en el partido que ha dejado atrás. Normalmente: una candidatura. Para muestra, un PANista que afirmaba ―entre otras cosas― que FECAL ha sido el mejor presidente en la historia de México y que las elecciones de 2018 eran elecciones donde el electorado debía decidir entre cambiar para mejorar, con Ricardo Anaya, o cambiar para retroceder, con Andres Manuel Lopez Obrador. Hoy, Luis Fernando Salazar, ese otrora calderonista, haciendo gala de una increíble habilidad de trapecista, busca la candidatura de MORENA por la gubernatura del estado de Coahuila, aparentemente con el apoyo de Mario Delgado, justificandose en el siempre camaleónico “es de sabios cambiar de opinión”, darse cuenta qué se estaba equivocado y rectificar el camino. Cosa absolutamente entendible si consideramos que ―una de dos― Salazar se dio cuenta de que los ideales PANistas no son lo suyo y en verdad es un hombre de centro izquierda que se opone a que las mujeres ejerzan sus derechos reproductivos, o entendió qué, aunque AMLO represente una regresión, es justo eso lo que el país necesita. Pero nunca, nunca, nunca, se trata de un acto pragmático que busque la candidatura por la candidatura misma.
En ese mismo sentido, pero con mucha más sabiduría que la de Luis Fernando, Ricardo Monreal hace gala de sus facultades camaleónicas para amagar con un brinco de chapulín de fantasía, que amenaza con transformarse del tal modo que todos lo sigamos reconociendo. Frente a lo que él considera una exclusión del adelantado proceso de destape de los precandidatos Morenistas a la presidencia, amenaza con dejar MORENA y probar suertes en otros territorios políticos para seguir luchando por la transformación del país y el proyecto obradorista. En otras palabras, da la espalda al obradorismo para detener el proceso de transformación y de ese modo apoyar al obradorismo. Chapulín, camaleón y mártir de la democracia que está dispuesto a traicionar sus ideales en aras de que los ideales le sobrevivan, he ahí el hombre que todo México necesita para transitar por un derrotero acomodaticio y ladino.
La otra cara de los camaleones, la representan quienes cambian su discurso para pasar de victimarios a víctimas. Y ―al hacerlo― condenan aquello que ellos mismo promueven. Muestra de esta complicada labor de sostener lo que se critica al tiempo que se critica lo que se sostiene, es Carlos Alazraki, quien ha dedicado varios años de su vida a poner en marcha las herramientas propagandistas del Nacionalsocialismo, al tiempo que ha afirmado la genialidad de Hitler y la necesidad de mentir como estrategia política, siempre en pos de la libertad de los sujetos que desprecia, pero que se pone blanco en cuanto el presidente lo califica de hitleriano y se da golpes de pecho cuestionando el uso, en la palestra política, de los mismos adjetivos que él utiliza.
Entrados en gastos, no es posible no reconocer, dentro del amplio espectro del quehacer político camaleónico, a América Rangel, la diputada PANista que lucha por la vida, la libertad individual, la propiedad privada y la libertad económica, aplaudiendo las declaraciones de Mayra Flores ―congresista estadounidense― cuando afirmó que “si queremos ver un cambio real en la reducción de la inseguridad, necesitamos educar a las nuevas generaciones para que tengan respeto por la vida”. Aplaudiendo a Mayra Flores lo que condena de la estrategia de seguridad de Lopez Obrador, la idea de atacar el problema de raíz transformando las condiciones educativas y materiales de la población. Nada como ser de un color fuera de casa y de otro dentro, para reafirmase como un verdadero camaleón.
Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Dar las gracias no es suficiente.