Punto de Vista
Por Jesús Michel Narváez
¡Vamos requetebién!… ¡Son los conservadores los que quieren dañar mi gobierno!… ¡La estrategia de seguridad funciona!… ¡Abrazos no balazos, ataca el problema de raíz!… ¡El empleo crece!… ¡El AIFA es un gran aeropuerto!… ¡El Tren Maya no hace daño al medio ambiente!… ¡La gasolina bajará hasta 10 pesos!¡Seremos autosuficientes en energéticos!… ¡La Corte declaró constitucional Ley de la Industria Eléctrica!… ¡Respeto la autonomía de la Fiscalía!¡Cuando termine mi mandato, me voy a jubilar!
Algunas, solamente algunas, mentiras que escuchamos todos los días desde Palacio Nacional o en algún mitin, una gira, una charla.
Sigue la técnica de Joseph Goebbels: repetir la mentira mil veces hasta hacerla verdad.
Una persona inteligente y sobre cuyas espaldas carga la responsabilidad de gobernar un país, sí en subdesarrollo, pero no banaero, tiene la obligación democrática de escuchar todas las voces y no solamente las palabras que le alegran el oído.
La democracia exige igualdad entre gobierno y gobernados. El poder, ciertamente y lo dijo Lincoln no lo inventó el huésped de Palacio Nacional, el gobierno es de y para el pueblo. Y el vocablo pueblo, aunque lo correcto sería decir pobladores, incluye a todos.
Sin embargo, en una mente retorcida se anida el desprecio por aquellos que saben de lo que hablan.
Leer este párrafo deja en claro lo que importa: (habla de los judíos) “Son gente buena, pero eso no quiere decir que toda la comunidad tenga una especie de patente de corso para poder dañar, afectar un movimiento de transformación nada más por sus ideales, sus pensamientos, su conservadurismo, les repito su hitlerismo”.
Ya generalizó. Esas cuatro palabras: les repito su hitlerismo, representan la falta de respeto a la dignidad de los judíos, los mismos que fueron masacrados, casi hasta el exterminio por Hitler y sus comandantes.
¿Quién se cree el huésped de Palacio Nacional?
Ignoro si tiene idea lo que representa la comunidad judía no solo en México sino en el mundo libre. Son personas trabajadoras que supieron apoyarse entre sí y lograron avanzar y dejar atrás la miseria para convertirse en una de las comunidades más ricas del mundo.
No han olvidad los campos de exterminio. Aquellos en los que los hitlerianos los confinaban, no les daban de comer, los pasaron por las cámaras de gases y los que pretendía huir eran baleados hasta morir.
La comunidad judía en México se pronunció por señalamientos contra el comentarista Carlos Alazraki a quien se refirió con el término “hitleriano. “Toda comparación con el régimen más sanguinario de la historia es lamentable e inaceptable”.
Para el ofensivo, los judíos “…no patente de corso para poder dañar, afectar un movimiento de transformación”.
Alguien lo tiene que sacar de su error. Su “transformación” no es un descubrimiento propio. Es un refrito de la historia repetida en decenas de países. Y en todos, o casi todos, ha fracaso el experimento de la “igualdad en la pobreza” y “obediencia ciega ante el líder”.
Es más hitleriano el que no acepta la critica y trata de imponer sus mentiras, que aquellos que rescataron su dignidad para mirar hacia delante y no voltear al pasado.
No lo olvidan, pero no es la razón de sus vidas.
¿Sabrá qué boleto está comprando el dador de perdones?
Seguirá repitiendo sus mentiras y pretenderá hacerlas verdad.
¿Quién es el Goebbels?
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