Con la ocupación Rusa de Ucrania, la vida cotidiana en este último país resultó afectada a tal punto que, en las tiendas de libros en Kiev, se escuchan las discusiones sobre prohibir las obras rusa, ¿son necesarias en la guerra contra Moscú o confunden cultura y propaganda?
«Estas leyes, son demasiado. Algunos han querido hacerse ver, mostrar que eran verdaderos patriotas», explica a AFP Olexander Drobin, uno de los comerciantes en el gran mercado de libros de Petrivka.
«Pero esto no es manera de mostrar que uno es patriota porque alrededor de la mitad de nuestra población es rusófona. Y la cultura rusa nos interesa también, hay muchas cosas buenas en la historia de Rusia», añade.
Algo más lejos, Anatoli Gounko, cuyos libros son casi todos en ucraniano, estima que la ley es «necesaria». Pero también considera «un poco severo decir que solo hay que hablar ucraniano, y no ruso».
«¿Por qué el ruso no debe pertenecer más que a Rusia? 300 millones de personas en el mundo hablan ruso», afirma.
El Parlamento ucraniano aprobó el 19 de junio varias leyes para «proteger la cultura (ucraniana) de la propaganda rusa». Solo falta la firma del presidente Volodimir Zelenski para ser promulgadas.
Las leyes prohíben la importación de los libros publicados en Rusia y Bielorrusia, aliado de Moscú en la guerra contra Ucrania, cualquiera sea el autor, incluyen penas de multa para los infractores.
Pero su aplicación se augura complicada: los libros en ruso publicados en Ucrania o en otros países todavía se permiten si la lengua original del autor es el ruso y si éste no se considera hostil a Ucrania.
Esto salva a grandes clásicos de la literatura rusa y universal como Alexander Pushkin o León Tolstói.
Las leyes prohíben también la difusión de música rusa compuesta después de 1991 en la televisión, la radio y en los lugares públicos.
Cuatro meses después del inicio de la invasión de Ucrania, estas nuevas normas refuerzan el arsenal legislativo adoptado en los últimos años para combatir la rusificación de la antigua república soviética.
Pero para Dorbin, el librero de Petrivka, «no hay que hacer una amalgama entre fascismo ruso y cultura rusa».
«Han hecho esta ley, pero nadie sabe cómo aplicarla. ¿Hay que tomar estos libros, apilarlos en la calle y quemarlos, o convertirlos en papel higiénico?», protesta mostrando los estantes de su librería, compuesta principalmente de obras en ruso.
Favorable al texto, Gounko trata de convencerlo: «como dicen los romanos, la ley es dura, pero es la ley».
Nadia, otra comerciante que no quiere dar su apellido, defiende también la ley: «Cuando la guerra comenzó, la gente empezó a leer libros en ucraniano. Tenemos suficientes autores excelentes» en el país, afirma.
De todos modos, «esto preocupa más a aquellos que venden libros recientes, nosotros somos un poco libreros de viejo, es otra cosa», añade