NIDIA MARIN
Lo más ofensivo que le pueden decir a un militar es “¡cobarde!” Hace unos días, algo similar, un rebuscado término fue expresado desde el máximo micrófono del país, al colocar a los integrantes del Ejército y la Marina al nivel del narco, del delincuente, del dañino para los jóvenes, del despreciado por los integrantes de bien de la sociedad.
Sí, descubrió el hilo negro: “Son seres humanos”. Y una vez aplicado al rasero, los mexicanos empezaron a escupir y a poner cuernos con la mano izquierda.
Y como hoy los militares (Ejército y Marina) recibieron por la gracia divina, ser los todólogos… sí, los que lavan, planchan, barren, construyen, destruyen y demás, hubieron de guardar un silencio vergonzoso ante los insultos e improperios de uno de los seres más ignorantes que hay en México.
¿Y qué pasa en nuestro país? ¿Cómo fue la política desarrollada por los presidentes de la República con relación a las Fuerzas Armadas en otros tiempos?
Mejor que la actual, sin duda alguna.
El declive de la fama del Ejército y la Marina está en marcha en el actual sexenio. Las glorias que en otros tiempos los mostraban ante el pueblo, que los admiraba y les agradecía, han quedado atrás. Hoy son la burla, no sólo por las corretizas que les proporcionan los delincuentes, sino porque con el rasero los midieron al nivel de los violadores de la ley.
Para un tipo, son iguales, aunque unos sean delincuentes, homicidas, ladrones, envenenadores de la juventud, feminicidas, autores de masacres… y los otros… hubo un tiempo en el que eran los defensores, los valientes y arrojados y no como ahora… los sumisos correteados.
¿Y de que le sirven a México? Para todo, para lo que caiga, menos para lo que las Fuerzas Armadas fueron establecidas o creadas: la defensa de los mexicanos.
Suman, actualmente, dicen, 321 mil 482 efectivos (que ya se vio sí saben escapar cuando son correteados). De la mencionada cifra, 165 mil 454 militares son del Ejército y la Fuerza Aérea, 51,333 de la Marina y 104,695 de la Guardia Nacional.
Se suponía que ellos colaboraban en contra de los delitos. No más. Ya vimos que las órdenes son otras.
¿Y no les da vergüenza? A la mayoría de los mexicanos sí. Se llama pena ajena.
Y de ahí, que sean tan elevadas las cifras de homicidios. Por ejemplo, los dolosos el año pasado sumaron 33.308. Los optimistas aseguran que disminuyeron respecto a los de 2020. Los realistas señalan que están manipulando las cifras. En todo caso ¿dónde estaban los defensores de la patria?
Lo cierto es que todo el país está ardiendo por el crimen, aunque como estados fallidos sean mencionados sólo algunos: Michoacán, Guerrero, Colima, Quintana Roo, Oaxaca y Nuevo León.
Pero no es todo. Lo peor es que hay quien pretende permanecer en el poder. Todo indica que son puro cuento sus destapes. Nada nuevo. A finales de los años cincuenta del siglo XX, el presidente Adolfo Ruíz Cortines, decidido a que no le ahorcaran la mula de seises, sacó a la luz su invento: nada más y nada menos que “El Tapado”. Y mencionó, presuntamente, a sus favoritos: Gilberto Flores Muñoz, Ignacio Morones Prieto y Ángel Carbajal, pero… lástima Mar-ga-ri-to, el de verdad era su tocayo: Adolfo López Mateos.
Hoy, cuando el oráculo del zócalo ya nombró a algunos, como Sheinbaum y Marcelo, otra vez lástima Mar-ga-ri-to, no lo serán. Y ustedes preguntarán como el mambo ¿Quién es?, ¿Quién es? Bueno, ya saben quién.
En otros tiempos Ruiz Cortines pronunció en su penúltimo año de gobierno:
“Proscrito el caudillismo, e incorporado en definitiva a la conciencia publica el principio de no reelección, el consiguiente fortalecimiento de las instituciones republicanas —lejos de menoscabar la unidad de acción política y social— contribuye a renovar la vitalidad de la Revolución Mexicana y ayuda a mudar los métodos y procedimientos, poniéndolos en armonía con las cambiantes circunstancias de cada época”.
Y en el siglo XXI, caben otras palabras de don Adolfo:
“Sin ambiciones egoístas en lo pasado y sin el más leve propósito de continuismo personalista o de indebido patrocinio político, y sí con la aspiración de la conveniente continuidad de los programas de los gobiernos de la Revoluci6n, que deben sucederse para bien de México, quiero afirmar —y lo afirmo sin reticencia alguna— que el Gobierno del que soy responsable pondrá todo su empeño en velar porque las próximas elecciones de julio sean la genuina expresión de la voluntad mayoritaria del pueblo de México. Y subrayo esta frase, porque es la clave de todo mi pensamiento político, desde la fecha, ya lejana, en que por primera vez ingresé en las lides cívicas. Si, repito; la voluntad del pueblo de México, la voluntad del soberano nuestro y no la de un sector privilegiado del pueblo de México; menos aun la de fuerzas que no representan a México y que, con mayor o menor habilidad, o con mayor o menor vehemencia, pretendieran diferir, postergar o desviar la evolución democrática de la nación mexicana”.
Lo cierto es que las fuerzas armadas están en la lona y… se vale soñar.
En su momento actuarán para apoyar al iluminado. ¿O no?