Punto de Vista
Por Jesús Michel Narváez
Llamar “humanos” y por ello hay que “cuidarlos”, es un despropósito de enormes magnitudes.
Aquellos que violan la ley, torturan a los “enemigos”, los destazan paulatinamente para hacerlos sufrir, los ejecutan y si la familia los denuncia, también a ella la asesinan.
No, esas personas no pueden ser consideradas dentro de la “raza humana”.
Biológicamente tienen la estructura de una persona. Sin embargo, abandonan el caparazón y se convierten en bestias indomables.
Son, incluso, hombres y mujeres, que desconocen el respeto por la vida humana.
Por ello, decir que «cuidamos a los elementos de las Fuerzas Armadas, también cuidamos a los integrantes de las bandas, son seres humanos», argumentó el presidente López, quien explicó que después de la persecución que hizo huir a los militares, regresaron con refuerzos al lugar y encontraron varios laboratorios de droga”.
¿Dónde están los videos o las fotos que muestren el desmantelamiento de los narcolaboratorios?
Aunque no le agrade, ciudadano, la LEY ES LA LEY y todos estamos obligados a respetarla comenzando por usted
Insiste en que en su gobierno ya se cambió la política de seguridad y tanto la Secretaría de la Defensa (Sedena) como la Marina (Semar) y la Guardia Nacional, tienen “formación para evitar los enfrentamientos”.
Su débil argumento: en el pasado eran constantes los enfrentamientos entre el Ejército y el crimen organizado y perdían la vida tanto presuntos delincuentes como civiles y soldados y marinos, lo cual –dijo- no le importaba a quienes gobernaban. Con datos de la Sedena que hay menos letalidad que antes en las Fuerzas Armadas y recalcó que antes de practicaba “el mátalos en caliente y remata a los heridos”, mientras aseguró que eran más los muertos que los heridos y los detenidos.
¿Y?
Una política diseñada para abrazar a los criminales y no dispararles, ha llevado a este país a un estado casi de excepción y fallido.
Lo ocurrido en Nueva Italia, como afirma Jesús Ortega Martínez, es “deshonroso y humillante para cualquier ejército del mundo y su comandante supremo”, no tiene parangón. Por lo menos no lo habíamos visto. Sí conocimos las imágenes de cómo los criminales desarmaban a los elementos de la Guardia Nacional, los sometieron e hicieron se tiraran al piso mientras les ordena callar.
Ignoro la reacción de las tropas ante los hechos y las palabras presidenciales.
Cierto, los soldados y marinos tienen conciencia de obediencia ciega. Las órdenes no se discuten. Se cumplen. Sin embargo, la dignidad no va de la mano de la disciplina.
Equiparar la defensa de los militares con la de los criminales rompe cualquier esquema de buenos y malos.
Si el presidente supone que por ser el comandante supremo -de paso, por fortuna- puede obligar a la humillación, está equivocado. La obediencia militar no implica sumisión. Menos deshonor.
Se puede castigar la insubordinación. Para eso está el Código de Justicia Militar. Degradarlo. Encarcelarlo. No humillarlo.
Así no, presidente.
Tiene razón: no somos iguales. Los criminales son eso y nosotros, la sociedad, nos cocinamos aparte.
No suelte al tigre.
Con hambre no reconoce la diferencia de cargos. Tampoco ideologías y sabores cárnicos.
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