Punto de Vista
Por Jesús Michel Narváez
Aquel 8 de junio de 2019, Marcelo Ebrard arribó a Tijuana procedente de Washington y fue recibido con una ovación digna de mejores toreros y mentirosos.
Un acto denominado por “la Defensa de la Dignidad de México” y realizado, por supuesto, del lado mexicano de la frontera con Estados Unidos. Estaba la plana mayor del gabinete, no de los políticos; los empresarios mal representados por Carlos Lomelí y un poderoso grupo de choque sindical, además de la burocracia legislativa de los partidos oficialistas. Había de todo.
El recibimiento a Ebrard obedeció porque, según la agenda original, había asistido a la Casa Blanca para dialogar con el presidente Donald Trump y disuadirlo de no aplicar aranceles del 25 por ciento a todos los productos que México exporta a la Unión Americana. Violaba, de entrada, el acuerdo comercial del TLCAN, que se encontraba en revisión y desde su campaña el republicano había calificado como el peor tratado firmado por su país.
Quizá el gobierno mexicano y su cabeza, supusieron que lo hablado en el salón Oval quedaría ahí. Compararon la Casa Blanca con Las Vegas. Sin embargo, pasados dos años y 10 meses, el millonario -no es multi, es de los pobretones- sacó a luz el pasado sábado que “… nunca había visto que alguien se doblera tan rápidamente”. Estaba en un mitin en Ohio y en su speech sacó a colación que en junio de 2019 un personaje de alto nivel del gobierno mexicano, el segundo después del presidente, fue recibido en la Casa Blanca y en la reunión le solicitó una fuerza de 28 mil soldados para blindar la frontera sur e impedir el paso de migrantes ilegales que cruzan México para llegar a Estados Unidos.
Recordó que la cara de ¿what? del enviado presidencial se compuso cuando escuchó que de no acceder impondría los aranceles. Sea cierto o no, afirma que Ebrard respondió que sería un honor par el gobierno mexicano apoyar su petición.
De la ovación, sin duda, pasó al abucheo.
Uno esperaría respuestas concretas, sin rodeos y que se exhibieran las mentiras pronunciadas en público por el republicano.
Nada de eso. López salió con su chistorete: Trump me cae bien aunque sea capitalista. Y recordó las buenas relaciones mantenidas con el expresidente.
Ebrard pretendió utilizar la diplomacia. En su cuenta de Twitter escribió: en cuanto a las declaraciones del expresidente Trump, me consta el patriotidmo del predidente López Obrador en aquellos momentos críticos. Ante la amenaza de los aranceles no aceptó el tercer país seguro que era la condición de EU para no imponerlos. En este gobierno somos patriotas y no tenemos nada de qué avergonzarnos. Muy orgulloso de a México y formar parte del equipo del presidente López Obrador”.
No hay desmentido alguno.
Eso significa que el republicano no mintió.
Y no hay que ser traidores, no amar a la patria, no ser patriotas para recordar que a partir de esa reunión la Guardia Nacional se convirtió en el muro humano que impidió el ingreso de miles de migrantes que buscaban ir a Estados Unidos.
No olvidar el giro de 180 grados en la política de Andrés Manuel López respecto de los migrantes: en México los recibimos con los brazos abiertos, aquí encontrarán trabajo.
Después, es público, notorio y documentado cómo elementos de la Guardia Nacional y del Instituto Nacional de Migración persiguieron, encerraron y deportaron a miles de salvadoreños, hondureños, guatemaltecos y de otras nacionales. Se hizo lo que Trump pidió y claro, a cambio. No se aplicaron los aranceles y la revisión del TLCAN pasó a ser el T-MEC con cambios sustantivos que le dieron a México la oportunidad de modificar su Constitución en materia de hidrocarburos, no de energía eléctrica y a cambio se cedió en el porcentaje que deben llevar los autos que se maquilan, no se producen, en nuestro país.
No hay desmentido en las palabras de López ni de Ebrard. Colocarse en el papel de patriotas para lavarse el rostro y borrar las manchas de la ignominia y la sumisión aceptada, no coloca a ninguno de los dos en el lado de la dignidad y defensa de la soberanía. ¿O sí?
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