Una Sociedad Degradada

SILVESTRE VILLEGAS REVUELTAS

La semana pasada los medios noticiosos, muchos de los cuales parecen o son simplemente “nota roja”, reprodujeron una foto tomada del asesino que degolló al joven Hugo Carbajal en el Estado de México. El individuo mostraba camisa, pantalones y manos teñidos de sangre, pero lo más impresionante era su mirada: como poseído de una violencia irrefrenable. Del otro lado de la moneda, el público no sabe, qué motivó que quisieran sacar a la ahora víctima mortal de la fiesta donde había pagado su entrada, y algo motivó que a ese grado fuera violentado. Semejante episodio se suma a una interminable lista de sucesos sangrientos que todos los días se suceden a lo largo y ancho de la república. ¿Qué los provoca? ¿Cuál ha sido la respuesta de las autoridades, la de las víctimas y sus representantes en los litigios? ¿Hasta qué grado puede existir una rehabilitación del perpetrador homicida? Y muy importante ¿cómo los percibe la ciudadanía mexicana?

Diversos médicos, psicólogos, antropólogos y demás cientistas de la conducta de los seres humanos en comunidad, concretamente al interior de México, han coincidido en señalar que la contemporaneidad de nuestro país PADECE de una violencia -no tan contenida-, resultado de diversas razones de insatisfacción, frustración y de una buena dosis de agresividad que se potencializa por el conocimiento de que a lo largo del ámbito nacional, LA IMPUNIDAD es una condición que se reproduce en muchísimos casos. Los presidentes roban o dañan a la nación y hasta el 2022 no hay ni uno solo en la cárcel; muchos empresarios pagan mal, producen artículos de mala calidad o de plano han realizado acciones derivadas de sus empresas que se han convertido en episodios de contaminación, de atentados contra la naturaleza y un ominoso etcétera que llega a las deplorables condiciones de trabajo.

Todos los días hay accidentes de tránsito porque confluyen los elementos señalados: choferes coludidos con el crimen, choferes que cansados por las largas jornadas de trabajo se drogan o simplemente se duermen, terminan chocando y provocando heridos y muertes. Motociclistas y ciclistas que no respetan ningún tipo de reglamentación de tránsito y metiéndose en sentido contrario, pasándose la luz roja o metiéndose entre los carriles de circulación, en algún momento dado, serán parte de un percance que les cuesta la vida, quedarán lisiados y los seguros automovilísticos se van encareciendo año tras año.   En fin, los múltiples tipos de percances que se caracterizan por diferentes episodios de violencia tienen su racionalidad en una práctica muy arraigada de delinquir en todos los temas, porque un alto porcentaje de las fechorías de cuello blanco y de blue collar no tendrán un castigo.

A manera de antecedente y como señaló el expresidente Miguel de la Madrid el día 10 de diciembre de 1982, se necesitaba reformar quince artículos de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos los cuales fundamentarían el intento por construir una “Renovación Moral” de la sociedad mexicana. El texto de la exposición de motivos dirigido a la Cámara de Senadores es de una claridad meridiana, de una conceptualización donde el Estado mexicano debe ser el motor de la transformación, pero ello solo será posible materializarlo con el concurso de la sociedad, puesto que es ella la principal beneficiaria de la susodicha renovación moral. El primer párrafo del documento resume las necesidades imperiosas que claman por un cambio tendiente a combatir la corrupción que ha dañado a los mexicanos. Al final de la iniciativa presidencial titulada “Reforma Constitucional y Renovación Moral”, con gran sentido histórico, y De la Madrid sabía de Historia de México, desmenuzó el recorrido de los mexicanos durante los siglos XIX y XX por alcanzar una patria más justa. Citaba, como intelectuales de las transformaciones, a Juárez y a Zarco como a Madero, Carranza y Luis Cabrera. Ayer, en 1982, lo que se planteaba después del corruptísimo régimen de López Portillo se parece a lo que a partir del 2018 se ha subrayado en cuanto a la corrupción del peñismo, el cual dejó en segundo lugar a Portillo y ha evidenciado una plutocracia más degenerada que la de hace 40 años. México no ha resuelto el problema de su enorme y endémica corrupción.      

 

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