NIDIA MARIN
Lo arroparon. Sí, lo envolvieron con el manto del cine. Eugenio Derbez quedó tácitamente arrebozado por Hollywood (que no es cualquier cosa) contra las agresiones verbales del dicharachero de palacio, nada más y nada menos que en la entrega de los premios Oscar, evento televisado y visto por aproximadamente 18 millones de personas en el mundo.
El simple hecho de que el productor de la película ganadora “Coda”, Patrick Washsberger, dijera “Eugenio Derbez, nos hiciste reír mucho”, dio un sentón al parlanchín palaciego, quien como es su costumbre había criticado los planteamientos del actor mexicano en torno a los daños que la construcción del Tren Maya está causando en la selva del sureste mexicano, por un capricho más de quien se cree todo poderoso para destruir aquello que a él no le importa: el medio ambiente.
Y como Derbez participó hace una semana, junto con otros actores en la campaña “Sálvame del Tren”, se ganó el odio del mandamás de mayor histeria que ha tenido México, al asegurar que habría recibido mucho dinero por la misma, a lo que don Eugenio respondió: “El León cree que todos son de su condición… yo no recibo sobres amarillos con dinero”.
Pero si hay alguien como decían las abuelas “terco de toda terquedad” es ya saben quién. Ayer, sin felicitar al actor, el tabasqueño oootra vez se lanzó en su contra, al asegurar que había estado presente en la inauguración de un hotel en Scaret. Pero la respuesta repetida desde Hollywood fue: “no hago caso de pseudogobernantes”.
El asunto es que en la entrega de los Oscar se arropó al mexicano mientras que, por estas tierras, con la bilis derramada, el efímero habitante del zócalo no logró opacar con sus acusaciones el éxito del mexicano y mucho menos sus celebraciones con motivo del máximo galardón.
¡Por Dios! ¿Cuántos mexicanos y mexicanas quisieran poder actuar como el oscareado Will Smith y propinarle un buen bofetón al maledicente mañanero?
Y para que vean que en todas partes “se cuecen habas”, como decimos por los rumbos aztecas, entre muchos mandatarios del mundo no cayó nada bien el planteamiento del presidente de Estados Unidos, Joe Biden, quien señaló en Polonia: “Por el amor de Dios, este hombre (evidentemente Putin) no debe permanecer en el poder”.
Y las aguas europeas se agitaron. El señalamiento del presidente de Francia, Emmanuel Macron, fue de crítica, igual que el de otros políticos del viejo continente, por lo que la Casa Blanca (de acuerdo a la Agencia France Presse) matizó el asunto al explicar que “el punto del Presidente era que no se puede permitir que Putin ejerza el poder sobre sus vecinos o de la región. No estaba hablando del poder de Putin en Rusia ni del cambio de Régimen”.
Como fuere, gran parte de la realidad es que muchos quisiéramos que el invasor se largara a ese lugar tan socorrido al que son enviados muchos en México, es decir al rancho de López Obrador. Sin embargo, es verdad que el señalamiento de Biden, no es algo que le competa decir al mandatario estadounidense, sino a los propios rusos que, actualmente, también rechazan las locas agresiones en contra de Ucrania. Y aquello que insistió Biden. “No están solos”, está por verse.
Si, son ellos, los rusos, quienes tendrán que luchar contra los fraudes electorales de ese señor, gracias a los cuales tácitamente permanece en el poder desde el año 2000. Suma ya 22 años y… contando.
Hay que acotar que ese dictador designó a Dimitri Medvédev como su sucesor y, claro ganó los comicios en 2008. En esa etapa y hasta 2008, desde luego ya saben quién era el que realmente mandaba, ya que Putin había sido nombrado primer ministro.
De cierta manera lo que señaló Biden es cierto, pero a él no le corresponde decirlo y punto.
Es una verdad de a kilo también que los dictadorsuelos aquí, allá y acullá, tienen a millones de seres humanos hartos de sus barbaridades y que, un día con otro, por las buenas o por las malas, caerán.
Sinceramente ojalá sea por las buenas, es decir conforme a las leyes de cada país.
Aunque la última instancia es la que ha derribado a muchos.