SILVESTRE VILLEGAS REVUELTAS
La semana pasada escribimos sobre la experiencia histórica que acerca de la guerra han tenido los pueblos europeos y otros que vienen del inmenso Este continental, desde los tiempos de Julio César hasta la Guerra de los Balcanes que tiene su derivación geoestratégica en el conflicto que hoy enfrenta a Ucrania, la Unión Europea y Rusia. Ahora me gustaría centrarme en los aspectos sociales y problemas económicos que resultan de cualquier conflicto bélico y como dichas características se están reproduciendo en la actualidad, no solamente en Kiev, Odessa, sino que ya llegaron a Tijuana y humanamente se están agolpando en la frontera para ingresar a los Estados Unidos.
Decíamos que por igual, en sus respectivas locaciones geográficas y tiempos históricos, los imperios le han hecho la guerra a otras naciones cuyos pueblos han tenido que pagar durante décadas y siglos tributos que sirven para el sostenimiento y vida imperial del estado ganador en un determinado conflicto, léase Roma sobre los pueblos iberos, el imperio Azteca que recibía pagos en especie y de seres humanos de los totonacos, el vasallaje que el rey de Francia exigía a los sajones que vivían en Inglaterra; más reciente el oro y la plata que el imperio español sacó de sus posesiones americanas y las rapacerías que cometió el hermano de nuestra emperatriz Carlota, el rey de los belgas, contra la naturaleza y habitantes de su colonia: el Congo belga. Los ejemplos podrían multiplicarse en todos los continentes y durante muchos siglos, pero la realidad y el argumento central es que las guerras imperiales son un negocio redituable si la potencia doblega fácilmente a sus enemigos y establece en las naciones vencidas una eficiente administración para recibir en pagos semestrales o anuales la riqueza que se vislumbra detrás de cualquier conflicto: diamantes, petróleo, trigo o simplemente población trabajadora como sucedió con la esclavitud romana, la encomienda española y el sistema carcelario eficientemente administrado por la burocracia inglesa, aunado a un genuino espíritu empresarial como terminó por suceder en la hoy prospera Australia.
En el periodo histórico que va del último tercio del siglo XX a la actualidad ha existido en el mundo algo que se ha dado en llamar como Imperialismo Informal, categoría que viene respecto a los estudios que tratan los procedimientos que llevan a cabo los países ricos e industrializados frente a países pobres, con poca tecnología y necesitados de inversión extranjera. El primero que lo llevó a cabo fue la Gran Bretaña en países independientes como Argentina, China o Egipto en el siglo XIX. Los Estados Unidos lo han practicado en el siglo XX-XXI en países como la Cuba prerevolucionaria, Panamá y México, donde las concesiones petroleras en tiempos de Porfirio Díaz y en la actualidad las inversiones estadounidenses desde la industria automotriz hasta el comercio del aguacate michoacano muestran una dependencia económica respecto al capital de los Estados Unidos, que siempre hace meditar en los alcances de la soberanía mexicana. La URSS por su lado hizo lo propio desde la óptica de la federación de repúblicas soviéticas alrededor de Rusia, y de sus aliados más allá de sus fronteras como el azúcar cubano, los productos tropicales de países africanos como Angola y Mozambique. Pero lo más importante en tiempos soviéticos y sobre todo para la Rusia actual ha sido crear alianzas, por convencimiento o por la fuerza, con países soberanos para que le den paso franco o negociado hacia el Sur más feraz que la estepa siberiana, hacia aguas más templadas, hacia el Mar Negro para llegar al Mediterráneo. Estimado lector, los países tienen vocaciones y preocupaciones de duración histórica y los de Rusia desde los años de 1600 han sido avanzar hacia el Oeste que significa enfrentarse militar y culturalmente con los estados europeos, descubrir y poblar el inmenso Este y, como ya lo dijimos arriba, acercarse al cálido Sur.
Como lo dijimos al inicio de este artículo, las guerras resultan positivas y económicamente rentables si el país que la inició gana el conflicto rápidamente. Hoy en lo que se refiere a la guerra Ucrania-Unión Europea-Rusia el conflicto se está empantanando, el avance de la artillería motorizada encuentra muchos obstáculos y los ucranianos como pueblo están dispuestos a resistir en una lucha que será de calle tras calle como rusos, ucranianos, uzbecos la llevaron a cabo en el sitio de Stalingrado frente al ejército nazi. Dicha experiencia se ha repetido recientemente en los conflictos de Afganistán, Siria, Irak, Libia, Yemen y el propio Dombás donde los grandes ejércitos se han topado con la guerra de guerrillas que muchas veces los ha obligado a salir del país al que invadieron. Pero esta guerra tiene otra faceta muy interesante que son las sanciones económicas, vistas con mucho detenimiento por los estrategas chinos del emperador Xi. El mal llamado Occidente está llevando a cabo medidas que el estimado lector seguramente ya conoce: bloqueo a bancos rusos, bloqueo al petróleo y gas rusos, bloqueo a empresas rusas, y algo muy discutible bloqueo a artistas, deportistas, académicos rusos que no necesariamente comulgan con las políticas de Putin, pero que hoy se encuentran en las listas de “apestados” como en el pasado lo hicieron nazis, fascistas, franquistas, macartistas y guardias rojos de la Revolución Cultural China, olvidándonos de las listas de herejes durante la inquisición en Europa o del integrismo protestante en Inglaterra, Alemania y posteriormente en las colonias inglesas en Norteamérica.
Han salido de Rusia las principales marcas occidentales, y ahora los rusos tienen la oportunidad de ya no beber Coca Cola sino Rus Cola como lo han hecho los cubanos durante medio siglo con su Tropicola; afortunadamente salió Starbuck Café y Mc Donalds, pero los inversionistas rusos podrán inventar Chejov Café y al no comer las horrendas hamburguesas de dicha cadena de alimentos rápidos mejorará la salud de los jóvenes rusos, o en caso contrario se hará la patente de Tolstoi Burgers & Bar. Lo anterior no es broma, las guerras son épocas de desolación, pero también de oportunidades para la innovación que por igual sucede en el armamento, en la medicina y en la cultura de masas. No se entienden los productos culturales de 1945 al 2000 sin la bipolaridad de la Guerra Fría. Finalmente, como ya lo dijo el presidente Biden se esperan tiempos difíciles, las sanciones económicas afectarán al mundo entero porque la energía será más cara, los alimentos estarán más caros y serán escasos, ya hay disrupción tecnológica y sobre todo, hoy no sabemos hacia donde se dirigirá la guerra.