HORACIO ARMANDO HERNÁNDEZ OROZCO
“Drive My Car” (“Doraibu mai kā”) película dramática japonesa, dirigida por Ryūsuke Hamaguchi, con la actuación de Hidetoshi Nishijima (Yūsuke Kafuku), Tōko Miura (Misaki Watari), Masaki Okada (Kōji Takatsuki) y Reika Kirishima (Oto Kafuku), su estreno mundial fue en el Festival de Cine de Cannes de 2021.
Aún no recuperado de una perdida personal, Yusuke Kafuku, actor y director de teatro, acepta montar la obra “Tío Vania” en un festival de Hiroshima, donde conoce a Misaki, una joven reservada que le han asignado como chófer; a medida que pasan los trayectos, la sinceridad creciente de sus conversaciones les obliga a enfrentarse a su pasado.
El guion está basado en un relato corto de Haruki Murakami de su colección de cuentos de 2014, Hombres sin mujeres; tocando temas tan diversos, como la creación artística, el funcionamiento de la pareja, la conservación del recuerdo y el distanciamiento, pero sobre todo el auto perdón.
CREACIÓN
ARTÍSTICA
El actor y director de teatro Yūsuke Kafuku está casado con Oto, una guionista que concibe sus historias durante el sexo; después de ver a su esposo en una interpretación de Esperando a Godot, Oto le presenta a su colaborador habitual, el joven actor Kōji Takatsuki, quien mantiene relaciones con la propia Oto, y aunque Yūsuke lo sabe, prefiere no contárselo a ella.
El prólogo de la cinta tiene una duración de 40 minutos, y nos presenta a tres de los personajes principales, el marido, la esposa y el amante, todo pareciera indicar que se tratará de una trama sobre un triángulo amoroso, pero no, la historia es sobre el distanciamiento con la pareja debido a la perdida de una hija; el no saber cómo afrontar este duelo y preferir la decente indiferencia y la disimulada continuidad de la relación marital.
Duelo que crece más cuando Oto le dice a Yūsuke que quiere hablar a su regreso del trabajo, pero esa noche él regresa tarde a casa y la encuentra muerta por una hemorragia cerebral.
Por absurdo que parezca, estas escenas iniciales dan muestra de la inspiración que le aportan los orgasmos compartidos con su marido, una de las mejores metáforas sobre del placer de la creación artística; goce del cual también disfruta Yūsuke, cuando día a día al manejar su automóvil escucha un casete con la voz de su mujer con las líneas de la obra ‘Tío Vania’, de Antón Chéjov.
CONSERVACIÓN
DEL DOLOR
Yūsuke acepta una residencia en Hiroshima, donde dirigirá una adaptación multilingüe de Tío Vania; y aunque han pasado dos años, sigue con el duelo por la muerte de su mujer, pero es un sufrimiento sigilosamente guardado, nunca le reclamó nada, y así seguiría hasta que Kōji Takatsuki, cuya carrera se ha visto afectada por una conducta inapropiada, realiza una audición para la obra.
Este encuentro con el que fuera amante de su mujer, le sirve de paliativo para su dolor, pues el joven admite haberla amado, y el marido le revela que sabía de los asuntos de su esposa, pero se mantuvo callado por temor a perderla.
Esta serie de confesiones concretizan el título de la compilación de relatos cortos de Haruki Murakami: ‘Hombres sin mujeres’ pues ambos personajes han amado a la misma mujer, y ahora están solos, pero uno de ellos por decisión propia, pues en vez de afrontar las cosas directamente con ella, prefirió callar por no perderla y el otro no la tiene porque aparentemente así lo quiso el destino.
El esposo sin mujer, no fue a raíz de su muerte, sino desde el momento en que decidió callar en vez de hablar.
El amante sin amada, no fue tampoco con su muerte, pues todo revela a que su forma conflictiva de ser, le impedía sostener una sana relación.
Pero sin lugar a dudas, para Yūsuke, más allá de esas mutuas revelaciones, lo conmovedor fue conocer el final de la última historia de Oto, un final que nunca había oído.
SANANDO
EL ALMA
La producción le asigna a Yūsuke como chófer a la joven Misaki Watari, al principio se opone, pero termina por acceder al advertir que se trata de una conductora hábil.
Este nuevo personaje es una verdadera catarsis para Yūsuke, durante sus viajes del trabajo a casa y viceversa, comienzan a vincularse; Yūsuke le cuenta sobre Oto y la pérdida de su hija, que tendría 23 años, que es la edad de Misaki, quien le cuenta sobre su madre abusiva que murió en un deslizamiento de tierra cinco años antes.
Siguen las confesiones, Misaki revela que podría haber salvado a su madre en el deslizamiento de tierra, pero decidió no hacerlo, mientras Yūsuke revela que podría haber salvado a su esposa si hubiera regresado a casa para enfrentar la discusión que ella quería tener.
Frente a las ruinas de la casa de la infancia de Misaki, en Hokkaidō, comparten un momento tierno, se consuelan mutuamente y surge esa purificación emocional, corporal, mental y sobre todo espiritual; experiencia de la cual participan los espectadores, como si se tratara de una tragedia griega en que se experimenta la purificación del alma.
No es casual que la mayoría de la película transcurra en Hiroshima, con ecos a los dolores de la Segunda Guerra Mundial y la catástrofe nuclear, y tampoco es casual que se recurra a la obra teatral Tío Vaina, pues la tragedia de los protagonistas en ambas historias guarda muchas semejanzas.
Se trata de dos personas que han amado a alguien, pero un día lo pierden por una decisión propia, lo que los orilla a sufrir por esa pérdida, y necesitan salir de ese sufrimiento, pero no saben cómo, hasta que llega otro alguien que padece el mismo dolor, y el revelar sus sentimientos permite la reivindicación del poder sanador.
Y aunque después de la pérdida del ser querido, la vida no es fácil, se debe seguir adelante; esta moraleja, que ya estaba en el desenlace de Tío Vania de Chéjov, queda ejemplificada en el silente monólogo de la actriz Sonia, que abraza a Kafuku y mediante lengua de signos lo consuela diciendo: “Qué se le va a hacer, hay que vivir. Y viviremos».
Las casi tres horas de duración y su ritmo pausado la convierten en una cinta difícil de vender, pero a aquél que ha sufrido de perdidas semejantes le será fácil de amar.
No tengo duda de que ganará los Oscar a mejor guion adaptado y mejor película en idioma extranjero; y como cinéfilo es mi favorita para alzar la estatuilla a Mejor película, pero…
La mejor respuesta la tendrán en esta ocasión los miembros de la Academia.