Punto de Vista
Por Jesús Michel Narváez
Desconocer que Felipe Calderón rediseñó la política federal, por lo menos en Ciudad Juárez, es negar la realidad. En aquellos tiempos, los feminicidios se concentraban en el fronterizo el más importante de los municipios de Chihuahua. Era tal la mala fama de Juárez, que hasta Jenifer López realizó un exitoso filme sobre los acontecimientos.
Como centro maquilador generó miles de empleos y al mismo tiempo miles de violaciones y centenares de asesinadas. Era un cementerio gigantesco.
Hoy la presencia criminal de La Línea, impone condiciones, porque reciben abrazos y no balazos.
Inesperadamente -no se cree que haya habido acuerdo preliminar-, la gobernadora de Chihuahua, María Eugenia Campos Galván, después de dar la bienvenida, rendir honores y tomar el micrófono al presidente Andrés Manuel López, soltó lo que generó sorpresa: dejar de gritar y abandonar la confrontación para entenderse y trabajar por los mexicanos.
Explícita, Campos expresó que entre ella y el presidente “no puede caber la confrontación, la violencia, la indolencia ni la omisión” ni tampoco cabe “el ruido” que no permita escucharse y no deja atender el dolor de nuestras familias y de nuestros hijos, “el valor de nuestras familias y, por supuesto, el valor de nuestros hijos, el valor más preciado por nosotros”.
En lo que pareció más reclamo que consejo, la mandataria emanada del PAN refirió: “…debemos dejar de gritar para escucharnos y poner por encima de todos nuestros intereses, nuestra concentración y nuestro trabajo diario, para cambiar esa dolorosa realidad de tantos mexicanos y por supuesto de los juarenses”.
Desde el arribo de Andrés Manuel López al Gobierno federal, se inició una confrontación con el exgobernador Javier Corral y que llevó a la marginación federal. Al presidente no parece haberse olvidad que al cierre del régimen de Enrique Peña Nieto, la Secretaría de Hacienda entregó más de mil millones a causa de un reclamo del exmandatario y nadie sabe dónde quedó el dinero.
Y por ello, la relación entre ambos, López y Corral, fue ríspida. Sin embargo, ya fuera del gobierno chihuahuense, el presidente dejó ver la posibilidad de invitar a Corral a su gabinete. Como ha hecho con otros exmandatarios de oposición.
¿Qué habrá pensado del “llamado” para dejar la confrontación y abandonar el grito estridente?
Definitivamente esta no ha sido la mejor semana para el huésped temporal de Palacio Nacional. Como nunca en sus tres años y dos meses y 28 días de ejercicio constitucional, no ha podido marcar la agenda política, económica y social. La veda electoral por el ejercicio que él exigió se llevara a cabo, lo tiene amordazado y busca la manera romper el silencio.
No lo ha logrado. Repite temas. Agota expresiones. Suelta lágrimas. Muestra debilidad. Sus enfermedades probablemente se agudizan y solamente espera que la “el Creador y la naturaleza le permitan termina su gestión”.
Habrá que esperar la reacción posterior a las palabras de Maru Campos. Por lo pronto, se advierte que es una mujer de faldas largas y bien fajadas.
Su postura recordó la que asumió Francisco Javier Cabeza de Vaca durante la visita, la primera y única, que hiciera el presidente a Tamaulipas. Las consecuencias son bien conocidas.
Por cierto, pedirle al presidente que abandone la confrontación y deja de gritar, es algo menos que imposible de atender por el tabasqueño.
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