La Crisis de los Partidos Surca la República sin Entidad que se Salve
Nidia Marín
Ni como negarlo. “Hoy ante el adelgazamiento de las diferencias ideológicas y la necesidad de ganar elecciones, los partidos cambiaron sus planteamientos de trabajo en ofertas de gobierno muy parecidas entre sí”, señaló a principios de 2018 el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.
Y efectivamente, como también advirtió: “Actualmente existen
relaciones cada vez más débiles entre los partidos y su electorado. Ante el adelgazamiento de las
diferencias ideológicas y la necesidad de ganar elecciones, los partidos cambiaron sus planteamientos de trabajo en ofertas de gobierno muy parecidas entre sí”.
Así fue entonces. Pero lejos de rectificar la situación ha empeorado, aderezada con la pandemia. De ahí que, efectivamente las democracias modernas necesiten personal político preparado para desempeñar las
funciones en los parlamentos, ministerios y burocracias. También para convencer a los ciudadanos que, debido al sufrimiento de los últimos años, no vuelve el rostro para evitar una crisis más: la política-partidista.
En aquel tiempo advertimos que las elecciones de 2018 marcarían un hito en la historia electoral mexicana, tras el desangramiento que se presenta en los partidos políticos, debido al cual los más lesionados han sido
PRI, PRD y PAN. Desde aquel principio de año advertimos que “el fenómeno Morena los ha afectado de tal manera que ya están siendo una sombra de lo que fueron. Estamos viviendo una vertiente de la crisis del sistema partidista mexicano”. Pero efectivamente estaba pasando (y continúa en marcha) que en los últimos 13 años del siglo XXI la mayoría de los partidos que han ido a elecciones en el mundo han exhibido el desfonde de
instituciones políticas que en otros tiempos llegaron a triunfar en las urnas.
Ejemplos hay muchos en Europa, como serían Francia, Alemania y España, pero también en América Latina donde sobresalen los casos de Chile, México, Colombia y Brasil.
No es tan fácil ganar. Y aunque los errores del actual gobierno y de su partido son inconmensurables, Morena y los demás deberían de tomar en cuenta lo que requieren las democracias modernas: personal político preparado para desempeñar las funciones en los parlamentos, ministerios y burocracias.
Y también en la representación en el exterior, diríamos, hoy que los personajes de dudosa reputación (Quirino Ordaz, Pedro Salmerón y Jesusa Rodríguez) están siendo cuestionados por la sociedad ante los nombramientos diplomáticos. Aseguran quienes saben que en el caso de los funcionarios, el reclutamiento y preparación de las personas para ocupar los cargos está en manos de los partidos políticos. Los partidos usan dos estrategias principales para ello: forman a sus líderes dentro de las estructuras partidarias o buscan cooptar a las personas preparadas.
Desde luego, en Morena hubo reclutamiento desde antes de que ganara, porque los militantes no dan
para formar un gobierno de calidad y tampoco para lograr las suficientes candidaturas.
En “Crisis de la Representación Política y Democratización en México: de la Generalidad y Especificidad del
Caso”, Malik Tahar Chaouch, sociólogo francés, doctor en la especialidad de Estudios Latinoamericanos y en
la disciplina de Sociología de la Universidad de la Sorbona dice: “La democratización mexicana se
centró en la pluralización de la oferta partidaria y en la implementación de mayores garantías en la competencia electoral, lo que desembocó en la posibilidad para los ciudadanos de elegir libremente a gobernantes y legisladores en los tres niveles federal, estatal y municipal. Curiosamente, uno de los aspectos hoy más cuestionados
del proceso de democratización es justo la calidad de la representación, es decir, en concreto la autenticidad de la pluralidad de la oferta política y la capacidad de los representantes para canalizar las demandas ciudadanas.
“Más allá de la representación en su expresión más estricta, lo anterior pone en tela de juicio a los gobiernos, a la esfera institucional de la política, a los partidos políticos y a las propias dinámicas de las elites políticas entendidas en el sentido amplio de todos los agentes que participan en la arena política”.
Y se habrán de pagar las consecuencias, sobre todo en 2024 porque para entonces será muy difícil la existencia del llamado voto duro. Tal y como lo planteamos en 2018, desde tres años antes Parametría asdvirtió que
la gente había modificado su forma de votación, al explicar que los electores son más sofisticados “…no votan de forma tradicional por un partido con el que se identifican, sino que buscan la opción que más les convence. Es
decir, ahora los electores dan mayor peso a otros factores como los candidatos o el desempeño de las administraciones. En el país es cada vez más frecuente que un buen o un mal candidato sea la diferencia entre ganar o perder una elección.”
Y así fue entonces y probablemente también lo sea en las futuras elecciones tanto locales como federales o presidenciales. No se esperan novedades, sobre todo por las confrontaciones internas de los propios partidos políticos
de oposición y… por la pandemia.