*Es el Ultraligero, Deportivo y Eficaz, Sobre Todo en Zonas Serranas
*Allá, en la Reserva de la Biósfera del Ocote, Mismo Camino a la Sima de las Cotorras
*Sí, en el Camino Viejo a Piedra Parada, en la Bella e Increíble Chiapas
*Y a lo Lejos se Observa la Sima Grande ¿Dónde Impactó un Meteorito?
*También se Admiran las Cascadas de la Conchuda que Como su Nombre lo Indica…
Por Susana Vega López, (enviada)
OCOZOCOAUTLA, Chiapas.- Se vuela a 300 o 400 metros de altura. El aire se percibe frío. Son las nueve de la mañana. No hay ni una ventana que obstaculice la visibilidad porque no vas en un avión. No vas dentro o detrás de una cabina o un vidrio viendo el panorama. Te sientes en contacto directo con la naturaleza, donde se aprecia todo el esplendor del paisaje. Es una experiencia de total inmersión en lo que se está haciendo. Es el vuelo en ultraligero.
Es una aeronave deportiva con diseño aerodinámico donde el ala se encuentra arriba, en el techo y el motor en la parte trasera con la hélice. Cuenta con tres llantas: dos atrás y una al frente. Pareciera una gran motocicleta. Durante el recorrido se pueden ver halcones. Cuando pasas por la presa se adivinan algunas aves, son cigüeñas y pelícanos, a decir del experimentado piloto Ricardo Gómez.
Explica que cuando se vuela en la Reserva de la Biosfera se debe hacer a una altura en la que se pase desapercibido para no ahuyentar a los animales. Al prepararse para el aterrizaje las vacas apenas se ven definidas.
Es en el Club Valle Bonito de donde se parte y llega el fin de la experiencia. Se encuentra en los inicios de la Reserva de la Biósfera del Ocote, en el mismo camino de terracería hacia la Sima de las Cotorras, en Ocozocoautla, en el Camino Viejo a Piedra Parada. A solamente 40 minutos de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, donde se realizó la Novena Edición de Atmex.
Cada aeronave pesa alrededor de 220 kilos y ya cargada, con pasajero, piloto y combustible -usa gasolina premium-, hace un total de 450 kilos. Puede volar con el tanque lleno hasta cuatro horas y media, aunque los recorridos que se ofrecen son cortos: de 10, 20 y 30 minutos. Son recorridos con patrones preestablecidos.
El vuelo de 10 minutos es a la Sima de las Cotorras, que tiene 100 metros de diámetro por 100 metros de profundidad. Se cruza por en medio este agujero que se muestra impresionante porque la vegetación que lo rodea hace más negra la sima. De regreso se sobrevuela la Sima Grande que se cree que es un impacto de meteorito. El precio: 800 pesos.
El paquete de 20 minutos comprende la Sima de las Cotorras hasta llegar a la orilla del Cañón de la Venta con paredes de hasta 400 metros de altura y en donde se admiran las Cascadas de la Conchuda así como la exuberante vegetación. Se aprecian tres simas más y, al final, la Sima Grande. El costo: mil 600 pesos.
En cuanto al recorrido de 30 minutos se incluye todo lo anterior más las Cascadas del Aguacero y siete simas más. Inversión: dos mil 400 pesos.
Antes de abordar se deberá colocar un casco con audífonos y micrófono integrados para poder ir comunicados. Cabe señalar que el aparato cuenta con un sistema de radio para estar comunicados con la pista, con la torre, en cualquier momento, además de GPS.
Pueden subir personas a partir de los siete años de edad, con autorización de sus padres o tutores. “Ha subido gente hasta de 94 años a volar con nosotros. Mi mamá, a los 92 años, estuvo volando conmigo”, comenta a Misión Política el también ingeniero agrónomo.
En cuanto al peso máximo del tripulante que se tiene como límite para la aeronave es de 120 kilos, “incluso 125 kilos siempre y cuando nos avisen para determinar la cantidad de combustible, quitar peso a la aeronave y operar sin problema”, señala.
El límite de edad para los niños se debe a que el infante debe estar consciente de lo que va a hacer ya que debe seguir instrucciones. Además, “la complexión también es importante para que se pueda asegurar bien al asiento de la aeronave. Si es muy menudito no hay forma de que se cierren más los cinturones y, por mucho que se trate de evitar, el pequeño podría ir flojo o casi suelto y así no operamos. No se puede llevar a una persona suelta”, apuntó.
Explica que esta aeronave, aunque tiene motor, no es un avión, es un ultraligero deportivo y su operación o manejo no es algo tan complicado como el avión, pero las condiciones climatológicas son de suma importancia.
“Dejamos de volar tan pronto empiezan a cambiar las condiciones del aire. Prácticamente se puede volar todo el día, en diferentes condiciones, pero como se trata de dar una experiencia agradable, padre, no volamos cuando se prevén condiciones en que las personas se puedan asustar”.
Generalmente se deja de operar como a las once, once y media porque de mediodía en adelante las condiciones cambian, empieza a haber más viento, más termales -corrientes de aire ascendentes y descendentes- que muchas veces, aunque no haya viento horizontal, el hecho de que haya vientos termales hace que el vuelo no sea tranquilo sino bastante movido.
Se prefiere operar entre ocho y media en adelante, aunque algunos piden a las siete de la mañana; “es para quienes desean que el ultraligero no se mueva absolutamente nada; el asunto es que a esta hora la luz del sol es muy baja y crea sombras muy largas por lo que si se quiere ver con más claridad lo recomendable es a partir de las ocho y media de la mañana”.
A las 10, afirma, el vuelo empieza a estar un poquito movido es por eso que a partir de las once-dependiendo de cómo está el día- “paramos, aunque a veces nos piden continuar”.
Reitera que normalmente vuelan entre mil o mil 500 pies que equivale a unos 300 a 450 metros de altura. Si se vuela más alto el viento es más frío y como es una aeronave de cabina abierta se deberá llevar ropa especial, overoles térmicos para protegerse.
Se recomienda llevar una chamarra, ya que la temperatura es más baja al momento de estar en vuelo, zapatos cerrados o tenis. Si el cabello es largo se deberá amarrar porque puede ser estorboso. Retirar los aretes de las orejas antes del vuelo para colocar el casco. No se permite volar en estado de ebriedad o si padece enfermedades cardiacas.
Advierte que la época del año más difícil para volar es en invierno, “porque es cuando entran los ‘nortes’ y como estamos muy cerca del Istmo de Tehuantepec, aquí hace muchísimo viento cuando hay norte por lo que no se opera. Hay momentos en que no se puede, incluso, sacar el avión debido al fuerte viento”.
A pregunta expresa sobre su experiencia en vuelos dijo tener 40 años volando. Lo que comenzó como un hobbie se volvió su pasión. “Empecé a volar desde 1982, llevo más de cinco mil horas”. En 1995 se convirtió en instructor de vuelo. “Soy instructor de vuelo en Estados Unidos y en México y cuento con las licencias respectivas”.
A los 18 años realizó un curso para piloto privado. Siempre le gustó la aviación, pero en esa época, como su papá tenía ranchos, le dijo que a él no le servía tener un piloto, que le interesaba más tener un agrónomo y es así como estudia para ingeniero agrónomo, para estar en el rancho. “Me enamoré de la aviación”.
Fue en 1988 cuando encontró las aeronaves ultraligeras. Ya volaba Ala Delta porque le interesó lo que era el vuelo deportivo. Fue en ese año que lo invitaron a Tequesquitengo, Morelos, la cuna de la aviación en ultraligeros en México. Allí es donde le nace el amor por este tipo de aeronaves.
“Como ya volaba el Ala Delta no me fue algo así como muy extraño el ver una aeronave de ese tipo, a diferencia de otros pilotos que requieren que sea un avión completo, con alas, con cola… Aprendí a volar con cabina abierta”, explicó.
Además, precisó que los ultraligeros son interesantes para aquellos quienes buscan vivir experiencias diferentes porque son máquinas que tienen motor con el que se puede viajar, llegar a lugares, sin necesidad de que el viento decida el rumbo “porque es un aparato autopropulsado. Uno puede viajar a donde uno quiera, no a donde te lleve el viento, como en el caso de los parapentes o los globos aerostáticos”.
Y lo mejor: el gusto por el turismo de aventura aumenta cada día más.