Por Jesús Michel Narváez
Dejar un testamento para que se continúe la “transformación” iniciada por Andrés Manuel López, además de ileal es inmoral.
Y demuestra que su endiosamiento no tiene límite.
Aprovechó y debemos dudar del hecho, hacerse un chequeo médico para mostrar que “es humano” y puede morir… sin haber concluido su trabajo y, por tanto, quien lo suceda por fallecimiento o vejez, tiene que seguir lo que el testamento político diga o la revuelta se arma y en grade.
Preguntémonos: ¿se muere el presidente y deja la herencia?
¿Qué pretende heredar?
De entrada, no entiende que el país y sus habitantes, todos, no son de su propiedad y que ser presidente de México no le otorga la escrituración de lo que pedimos los mexicanos.
¿En qué consiste su trasformación?
Concediendo sin aceptar: en su lucha contra la corrupción, la que solamente tiene como destinatarios a “los de antes” no a los del presente y ha fallado estrepitosamente como lo ha hecho en recuperar la paz, beneficiar a los miserables para sacarlos de la pobreza; en gastar el bono democrático y destruir instituciones.
Un estamento que no está avalado por un notario, no tiene validez, según el marco jurídico que, muy a su pesar, todavía nos rige.
Un testamento, en este caso de herencia, tiene sustento en las propiedades del testamentario.
Y el señor López, sin apellido materno, no es dueño del Estado mexicano: pueblo, territorio y gobierno… aunque así lo quisiera.
Anunciar que tiene su testamento político para que, quién en su momento, lo suceda, es inmoral e ilegal.
Si no se atiende lo que redacta o le siguieren redactar, entones el que hereda pierde la fortuna.
¿En que país supone que vive el señor López que es capaz de heredar, por testamento, su proyecto de gobierno?
Y se dice demócrata, pero quiere heredar lo que no es suyo: el país.