Por Jesús Michel Narváez
Desde 1971, Agustín F. Legorreta Chauvet, cuarta generación familiar en la banca, se convirtió en el accionista mayoritario del Banco Nacional de México, cuyo nacimiento se remite a 1884 y pasó por diferentes manos. Al encabezar el “banco más grande del país” en ese entonces, el banquero dedicó gran parte de las utilidades financieras y recursos propios a la adquisición de obras de arte lo mismo pinturas que muebles o documentos ancestrales. El Museo de la Fundación, ubicado en la calle de Madero, es el lugar en donde cualquier conocedor de la historia queda extasiado.
Durante 11 años, Legorreta no dejó de buscar en el país y el mundo piezas mexicanas. Y formó un gran patrimonio cultural que ni siquiera la nacionalización de la banca decretada por José López Portillo el primero de septiembre de 1982 pudo desmantelar o desaparecer.
Se presume que Legorreta adquirió todas las piezas inventariadas en el Museo de manera legal. De lo contrario años atrás habrían sido “recuperadas” por el Estado para exhibirlas en el Museo Nacional de Antropología, aunque se duda que todas hubieran sido trasladas al inmueble diseñado por Pedro Ramírez Vázquez.
En 1991 con Carlos Salinas de Gortari como presidente y en pleno proceso de reprivatización de la banca, Roberto Hernández y Alfredo Harp adquirieron el banco mismo que vendieron justamente 10 años después. También dedicaron tiempo, esfuerzo y dinero para incrementar el patrimonio cultural hoy sin un avalúo oficial que determine el número de millones, el titular de exteriores, Marcelo Ebrard propone que “…en mi opinión debería pasar a propiedad nacional para su preservación”, al referirse al retiro de Citicorp y poner a la venta el ahora llamado Citibanamex.
Diría que estará atento a la integridad y destino “de la Fundación Cultural Banamex y el importante patrimonio cultural que la integra”.
Como buen iniciado en Morena -que le hace olvidar su pasado priísta, centrista democrático y perredista- sacó a colación el famoso, por el costo que sigue representando para todos los mexicanos, el Fondo Bancario de Protección al Ahorro surgido como herramienta para prevenir crisis financieras. Correspondió, cómo no, a Carlos Salinas de Gortari enviar la iniciativa que, de manera sorprendente, fue aprobada por todos los partidos políticos.
Sí, don Marcelo señala en su cuenta de Twitter: “podría ser una retribución al enorme e injusto apoyo que hemos dado los contribuyentes con los cuantiosos pagos anuales para cubrir los pagarés IPAB, mejor conocidos por FOBAPROA”.
¿Qué significa podría ser…?
Uno interpretaría que estaría pensando en hacer una venta de garaje para allegarle fondos al gobierno de su jefe, Andrés Manuel López y destinarlos a los “programas sociales”. Porque el Patrimonio Cultural de Banamex ha sido creado, sin duda, por los adversarios, fifís, neoliberales banqueros que, probablemente lo piense y no lo diga, nos saquearon y no nos volverán a saquear (dixit JLP).
Y quizá por eso el presidente propone que el banco lo compren inversionistas nacionales, en solitario o en grupos, para “mexicanizar la banca”.
Ebrard se adelante a los hechos y “estar pendiente” podría interpretarse como una probable amenaza de expropiación en justicia a los pagos “que hemos dado los contribuyentes”.
Eso solamente ocurre en países cuyos gobernantes son primero autócratas y después dictadores.
México no es eso ¿o sí?
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