Por: Carlos Bortoni
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La resistencia que ha mostrado el INE ante la consulta de revocación de mandato abre una puerta para empujar de lleno la transformación del país. Sus prácticas dilatorias nos permiten cuestionar la realidad electoral nacional y proyectar —como lo ha hecho Andres Manuel Lopez Obrador— futuros alternos que nos lleven de elecciones costosas… que se antojan innecesarias… a una mera selección de preferencias que agilice la toma de decisiones y la consulta del pueblo en el camino de la transformación nacional. Recurrir a 10 encuestadoras que pregunten a los ciudadanos lo que se tenga que preguntar… 10 de las de mayor antigüedad y credibilidad es una posibilidad de varias para sustituir ese insalubre mecanismo de elección al que nos referimos como ‘voto’
En este sentido… mutar el sistema electoral mexicano en una casa encuestadora revoluciona el potencial de un aparato añejo y anclado en practicas arcaicas… en el absurdo de tener que salir de la casa… ubicar la casilla donde uno debe emitir su voto… validar la identidad a través de una credencial de elector física (¡Dios mío… una credencial física!)… emitir el voto en una papeleta seleccionando al candidato de nuestra preferencia con una marca que siempre se presta a interpretaciones… identificar la urna correcta donde se debe colocar la papeleta y ¡horror de los horrores! marcar el dedo del votante con tinta indeleble. ¡Eso sólo es la mitad del proceso! Terminada la jornada electoral… se necesita que los funcionarios de casilla acomoden… contabilicen y documenten los votos. Para que después… la autoridad electoral haga el computo respectivo y se anuncien los resultados. Resultados que… nunca de los nunca… han sido distintos a lo que las casas encuestadoras anticiparon a lo largo de las campañas y que siempre de los siempre fueron predichos por las encuestas de salida. Cosa que no hace más que demostrar el absurdo del ejercicio electoral.
Hacer del Instituto Nacional Electoral una Federación Encuestadora Nacional… agilizará como nunca la toma de decisiones y a la inclusión de la voz popular en el proceso de transformación… al tiempo que aportará una simplificación administrativa de la consulta. Olvidarnos del engorroso proceso de la elección y simplemente contar con agentes de campo que levanten las encuestas de acuerdo con los criterios —siempre oscuros— de las casas encuestadoras. Olvidarnos de la larga jornada electoral… de las filas… el conteo de votos… etc. y resolver el asunto en la puerta de nuestra casa… por teléfono… en la banqueta de la calle o ¿por qué no? invitando a Google… Amazon… Facebook… Apple y Microsoft… con su habilidad para monitorear y recopilar información de los usuarios… o a Spotify… Netflix… Airbnb y Uber a la FEN (Federación Encuestadora Nacional) y eliminar incluso la necesidad de la encuesta… ellos seguro si lo hacen sin cobrar un solo peso al país. Resolvamos la elección con algoritmos ¿para que necesitamos que alguien vote si los algoritmos nos indican con certeza como va a votar? ¿para que gastamos alrededor de trescientos pesos mexicanos por voto si lo podemos resolver al interior de una caja negra que analizando los patrones de consumo… comportamiento… ‘likes’ y publicaciones del usuario sepa por quien va a votar ese ciudadano? ¿Para qué resolver con prácticas ciudadanas aquello que se puede resolver supervisando usuarios?
Mantener un sistema electoral basado en elementos concretos y tangibles… evidencia cuán lejos está México de fortalecer su vox populli con datos e información intangible. Hacer de la toma de decisiones de la cosa pública una esfera de mercado del capitalismo de vigilancia nos permitiría hacer de la plaza publica un play list que reproduzca nuestras tendencias políticas incluso si nosotros no entendemos que esa es nuestra tendencia política. Dejemos atrás ese arcaico termino de ciudadanía y hablemos de usuarios. Que el algoritmo tome la decisión en nombre de cada usuario. Que el algoritmo resuelva ¿por quien vota alguien que escucha a Ricardo Arjona… Moderatto y ‘La Tesorito’? ¿el algoritmo anularía su intención de voto? ¿qué preferencia política tiene alguien que ve series españolas en Netflix? ¿el algoritmo reconoce ese humor accidental español y lo traduce como un voto aleatorio? ¿con quién se identifica —políticamente— un asalariado cuyos recorridos en Uber van de su casa en Villa Coapa a su trabajo en Polanco… Lomas de Chapultepec… la Juarez o la Anzures? ¿con quién alguien que usa la aplicación ‘Mi Taxi’ del gobierno de la CDMX? Entreguemos al algoritmo el poder de decidir quién y cómo queremos que nos representen… transformemos al país y transformémonos nosotros en datos susceptibles a ser manipulados.
Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Dar las gracias no es suficiente.