Cuando el mundo empezaba a adaptarse a la normalidad pandémica, mientras los confinamientos cedían y llegaban las vacunas, la ansiada recuperación económica se ha visto amenazada por una histórica crisis de precios de la energía y cuellos de botella en múltiples sectores que amaga con trasladarse al 2022.
La energía mueve el mundo y cuando la economía empezó a despertar del letargo del coronavirus, la alta demanda, especialmente en Asia, empezó a disparar los precios del gas y la electricidad, pero también del petróleo y el carbón.
Las suspensión en las cadenas de suministros se prolongarán entrado 2022 y amenazan con convertirse en un lastre para la recuperación económica, según anticipan los analistas.
La rápida recuperación de la demanda mundial tras la primera ola de coronavirus, la mala meteorología en Taiwán o Texas que afectó a la producción de chips y el bloqueo del Canal de Suez al encallar el buque Ever Given están en el origen de la escasez.
La explosión de los pedidos disparó el precio de los contenedores para el transporte marítimo y, unida a la falta de personal, encareció y dificultó el transporte del que depende el 80 por ciento del comercio mundial.
La que algunos expertos han bautizado como “tormenta perfecta” hizo que muchas industrias agotaran sus reservas de madera, plástico, metales, medicinas u otras materias primas, obligando a ralentizar o paralizar la actividad en ciertos sectores como el automovilístico.
Los expertos detallan que la mutación del virus solo empeorará los problemas en la cadena de suministros.