Por Ezequiel Gaytán
El 20 de noviembre festejamos 110 años del inicio de la revolución mexicana. Ya no se trata de evaluarla. Sino de reconsiderar una de las consecuencias de ese movimiento y que, en efecto, Francisco I. Madero no consideró. Me refiero a la movilidad social que se desencadenó con la idea de justicia social estampada en nuestra Constitución.
El concepto de movilidad social varía según las diferentes escuelas del pensamiento sociológico, pero en términos generales se refiere a la posibilidad de ascenso o descenso de la calidad de vida de los individuos o familias y su poder adquisitivo. De ahí que para su estudio haya que analizar el sistema socioeconómico, definir una serie de variables, así como conceptualizar una estratificación social más allá del simplismo entre ricos y pobres. Consecuentemente el estudio de sus causas y tipificación varía. Pero es común reconocer que dichas causas tienen que ver con asuntos estructurales tales como la ocupación laboral y las condiciones de adaptabilidad; elementos meritocráticos vinculados con la educación y las escuelas en donde se estudia; la pertenencia a familias y sus relaciones o, la adquisición de recursos mediante el trabajo honesto o tal vez formas poco éticas de su obtención.
El caso es que con la Revolución y el modelo de economía mixta implementado por los gobiernos emanados de dicho movimiento se crearon instituciones de educación superior, empresas públicas e incentivos al sector privado que permitieron la movilidad social ascendente durante muchos sexenios, con lo cual se cimentó la clase media mexicana. De hecho, fue una realidad el despliegue de esa clase y hubo oportunidades de mejoras en la calidad de vida de millones de mexicanos. Sin embargo, ese modelo socioeconómico se agotó y a partir de Miguel de la Madrid se transitó al neoliberalismo y la cantidad de mexicanos que se beneficiaban del Estado Interventor empezó a disminuir. También fue el inicio de la marcada polarización de externos de opulencia y de pobreza de la vida en México.
Las clases medias empezaron a sufrir carencias y la movilidad social osciló en su calidad de vida. De ahí que se hiciera necesario estudiar el fenómeno de manera pormenorizada y, hoy en día, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) publicó en octubre del presente año el trabajo Cuantificación de la clase media en México 2010 – 2020 a través de su Dirección General Adjunta de Investigación. Los resultados son producto de una metodología seria y bien argumentada, aunque no faltará quien cuestione minucias del documento y confunda el análisis coyuntural del estructural. El caso es que el trabajo del INEGI es, además de profesional, consistente y claro.
La conclusión es que en el transcurso de la actual administración las clases medias han visto mermada su calidad de vida y la movilidad social es descendente. Lo cual es muy grave ya que es el estrato socioeconómico innovador, productivo y del cual emergen una gran cantidad de intelectuales, profesionistas, emprendedores, creadores y militantes de los partidos políticos, incluido Morena.
Es cierto que las clases medias son aspiracioncitas y muchos de sus integrantes son individualistas, pero no es recomendable generalizar. Satanizar a las clases medias desde el gobierno puede parecer redituable, aunque no me quedan claras las ventajas de dicha estigmatización, pero la sociología tiene muchos trabajos que concluyen que aspirar a una buena calidad de vida mediante algunas de las causas arriba enunciadas es una de las características de la condición humana.
El trabajo del INEGI es contundente, durante la actual administración disminuye cuantitativamente la clase media, es decir se aproxima a condiciones de carencias, ya sea en alimentación, salud o educación por citar algunas. Esos seres humanos afectados por la pandemia y las decisiones de la actual gestión están molestos y muy probablemente no votarán por el partido en el poder. Por su parte la oposición tiene una gran oportunidad de capitalizar la falta de movilidad social y dirigir buena parte de sus estrategias a fin de acercarlos a su favor.
La revolución mexicana logró la movilidad social ascendente. Lo logró porque los gobiernos emanados de ella entendieron que crear y fortalecer a la clase media a través de las instituciones de la Administración pública era estratégico y prioritario. Hoy tristemente son atacadas por el gobierno.
Estigmatizar desde el gobierno a quienes piensan diferente o denigrar a quienes pertenecen a esa estratificación social, en la cual me incluyo, no acarrea votos a su favor. Por lo mismo, quienes aspiren a dirigir este país deben poner atención al trabajo publicado por el INEGI y comprender que la Revolución logró algo que no puede ser menospreciado y mucho menos condenado, la clase media.