Por Jesús Michel Narváez
Desde el primer momento de su administración, la orden se cumplió: se rehabilitarán las 6 refinerías con que cuenta México y se iniciarán los trabajos de la séptima: Dos Bocas, en Paraíso, Tabasco.
Quizá los avances vayan en “tiempo y forma” excepto en la materia fundamental: seguridad.
En los 11 meses de este año, se han registrado 7 incendios en 3 refinerías: Salinas Cruz (1, el 7 de agosto), Minatitlán (1, el 13 de abril), Cadereyta (2, Mayo y noviembre 12). Además, en las plataformas marinas del Centro de Ku-A en la Sonda de Campeche y la explosión en la línea submarina de Ku-Sierra, en la misma zona.
Octavio Romero, ingeniero agrónomo y ahora “experto” en petrolíferos, afirmó durante una conferencia de prensa que “Durante los años 2015 al 2018 se redujo la inversión en mantenimiento y reparaciones mayores. Fue en esta administración que nació la iniciativa específica de atención de riesgos no tolerables en materia de seguridad industrial y confiabilidad”.
Se presume, entonces que existen recursos para mantenimiento y reparaciones mayores. Entonces ¿a qué se debe que en 11 meses se haya registrado 7 percances?
Hay muchas versiones y ninguna confirmada oficialmente. La más socorrida: se trata de sabotajes a raíz de la “jubilación” de Carlos Romero Deschamps. Nada se ha demostrado.
Mientras son peras y manzanas, lo cierto es que la “rehabilitación y modernización de las 6 refinerías” es solamente un slogan más de la cuatroté.
Petróleos Mexicanos ha recibido inyecciones de recursos como nunca y como siempre son insuficientes por la baja productividad, el elevado personal que labora en la empresa, la ausencia de una política que defina qué se quiere hacer con la petrolera y porque se invierte más dinero e Dos Bocas que en el mantenimiento de las otras seis.
El presidente ha recorrido -es un decir- las instalaciones de las 6 que están en operación y la semana pasada estuvo en las de Salamanca y Tula. Los comunicados oficiales indican que sus visitas fueron para “supervisar las obras y el ritmo que tienen los avances”.
Podrá decirse que se trabaja, pero no de que hay resultados.
Sumergida en un mar de problemas financieros, la petrolera mexicana ha reducido la prospección para hallar nuevos yacimientos; frenó, por orden presidencial, los proyectos para extraer gas en Coahuila mediante el proceso de fracking y la producción ha bajado sensiblemente. Ya no alcanza la cifra de los 2 millones de barriles diarios.
Con la “nueva política de Pemex”, con reducciones en los gravámenes y la “compra” -no confirmada- de Der Park, las gasolinas no subirían de precios. “!No habrá más gasolinazos!”. Y, como diría Galileo Galilei, “los precios se mueven…¡hacia arriba!”.
Hoy los combustibles cuestan 40 por ciento más que en 2018 y, lo más grave: hay riesgo de escasez.
De acuerdo con las calificadoras y los informes entregados a la Bolsa Mexicana de Valores, la deuda de Pemex no se reduce y ya llegó a 105 mil millones de dólares -poco más de 2 billones de pesos, la tercera parte del Presupuesto de Egresos de la Federación para 2022- y si cae un peldaño más, sus bonos serán considerados basura.
Síntesis: con todo y recursos, no obstante la “iniciativa específica de atención de riesgos no tolerables en materia de seguridad industrial y confiabilidad”, los accidentes no cesan y la política para su operación y sobrevivencia, sigue sin dar resultados.
Los números hablaron: en 11 meses, 7 accidentes. Pitágoras no miente.
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