*El Poderoso Secretario de Gobernación, Sin Brillar
*De la Antigua Sedesol Salieron Colosio y Meade
*Monreal Lucha y Habla; el Presidente lo Ignora
Por Ezequiel Gaytán
El día que el presidente López Obrador aludió a algunos nombres de su equipo de trabajo con el propósito de hacer ver ante la opinión pública que hay personajes de renombre que, de ganar la elección, lo habrán de suceder, desencadenó un cambio de actitud en algunas de esas personas. Sobre todo, aquellos que son aspirantes con posibilidades reales debido a que en sus respectivas instituciones tienen recursos que pueden manejar discrecionalmente, a convivencia y les permiten establecer alianzas con titulares de otras dependencias y entidades de la Administración pública federal, jefes de prensa que proyecten sus imágenes, relaciones con fuerzas vivas y con gobernadores que movilicen grupos, salvo la señora Sheinbaum quien difícilmente puede justificar giras de trabajo al interior de la República.
Lo cual reduce el número a dos personas, el canciller Marcelo Ebrard y la jefa del gobierno capitalino Claudia Sheinbaum. Aunque el senador Ricardo Monreal se apuntó unilateralmente. Lo interesante es que los titulares de las Secretarías de Estado que tradicionalmente han sido catapultados desde sus dependencias no figuran. Léase el secretario de Gobernación, Adán Augusto López; el secretario de Hacienda, Rogelio Ramírez de la O, la titular de la secretaría del Trabajo, Luisa María Alcalde y el responsable de la cartera de Bienestar Javier May Rodríguez. Lo cual es un indicador de un equipo agazapado, sin lustre y que sabe que ante un presidente que gusta monopolizar el discurso, las declaraciones y ser el centro de los reflectores, lo mejor es seguir dos máximas del sistema político mexicano: “nadar de muertito” y “sumar, sumarse y sumirse”. Lo cual ejecutan a cabalidad. Pero no le ayudan al titular del poder Ejecutivo Federal a desplegar una estrategia en la sucesión presidencial.
El “Juego del tapadismo” consistía en que el presidente precisaba los límites y dejaba “fulgurar” a cinco o seis de sus colaboradores a fin de apreciar, por un lado, qué grupos de opinión simpatizaban con los precandidatos, pues así podía formarse una idea de las alianzas que establecían. También observaba el despliegue cuantitativo y cualitativo que los gobernadores desempeñaban con sus favoritismos. Aún más, le convenía saber el tipo de acuerdos y coaliciones que se integraban dentro de su gabinete y, por si fuera poco, se enteraba de los arreglos y pactos con los legisladores. Por el otro lado, el presidente, en la soledad de su cargo, sabía que no debía reducir dicho juego a dos personas, pues esa dicotomía sólo polarizaba las preferencias de la sociedad. De ahí que leía y releía todas las noches el diagnostico de los grandes problemas nacionales, pues sabía que el perfil de alguno de sus cinco o seis colaboradores era muy importante, pero eso no bastaba. Quien lo sucediera debía ser un hombre preparado en lo político, con sensibilidad social y con bases sólidas en los temas de derecho, economía y administración pública para conducir el país.
Ahora la sucesión presidencial está, en la realpolitik entre dos personas de confianza del presidente, pero ocupan cargos que, a mi parecer, no les ayudan a ser observados en todo el paisaje político nacional. Con lo cual los gobernadores están muy alejados, las fuerzas vivas en los estados también, el gabinete temeroso de hacer enojar a su jefe está desarticulado y los legisladores muy divididos, pues en el Senado Ricardo Monreal insiste en subirse al juego y el presidente en no prestarle atención. Por lo que respecta a los diputados, aún es pronto para dilucidar con quien establecerán sus alianzas.
La señora Sheinbaum pareciera ser la favorita del presidente y ella se prepara constantemente a fin de demostrarle que ella continuará su proyecto de transformación. Empero, no logra crecer en admiración popular debido a que no ha demostrado ser una servidora pública de resultados, a desempeñarse con transparencia y es muy poco dada a rendir cuentas. Su carisma y liderazgo tampoco han sido muy eficaces y, por si fuera poco, tiene un equipo de trabajo repleto de desconocidos.
El canciller Marcelo Ebrard está mejor preparado en términos político-administrativos que su contrincante, así lo ha demostrado en los cargos que ha ocupado y sus credenciales se conocen en la ciudad de México y en el ámbito internacional, pero no en el interior de la República.
Al presidente le convendría que sus dos precandidatos ocupen dos carteras que les alumbren más y les permitan mayores márgenes de maniobrabilidad. Eso lo decidirá él en su soledad, pues tiene la ventaja de que los partidos de oposición no tienen hasta el momento una figura que gane la elección. Aún falta tiempo, pero hasta el momento la caballada está flaca, la pista llena de obstáculos, sus dos candidatos ya están estigmatizados y la sociedad sigue incrédula por falta de resultados.