Con la bendición de la Virgen del Rosario inició la Corrida de las luces evento con el que regresan las actividades en el ruedo más grande del mundo
Desde la mañana sabatina los alrededores de La México, la plaza más grande del mundo, estuvieron saturados de cientos de alegres aficionados, abuelos, padres, novios, grupos, ataviados con boinas, sus botas y multicolores cojines, binoculares y celulares. Reencuentros y pronósticos en los puntos del lugar, no faltaron El Villamelón, La Cigala, El Huequito y Las Cebollas.
Desde la puerta del encierro se podía ver una enorme pantalla con los carteles de esta reaparición y la música de fondo auguraban una noche memorable.
Puntualmente con la plaza rebosante, la banda en lo suyo, exultante ambiente festivo, las luces se apagaron para que más de 20 mil velas y todos conmovidos hasta las lágrimas, se iniciara la procesión de la Virgen del Rosario que dio nombre a esta Corrida de las Luces; impactante se vio la entrada. Detrás de ella los participantes acompañados con sus cuadrillas en pleno y los monosabios.
Se escuchó y coreó con emoción varias veces el ¡Olé..olé..olé a la Virgen. Ceremonia que merece ser repetida en las próximas temporadas, que como me contó hace tiempo mi amigo el matador de toros en retiro, Curro Leal, apoderado del matador Edgar García El Dandy. Es originaria de Colombia, esta se celebra en Huamantla desde 2005 por iniciativa de José Antonio González Chilolin y el desaparecido torero colombiano.
Recordé lo escrito por el legendario ganadero Don Juan Pedro Domecq: “El toro bravo es una creación del hombre, un animal que se crea más que se cría, porque cada ganadero pone su propia y personal visión de la fiesta y su propia sensibilidad. El toro refleja el gusto del ganadero que lo crío y por eso cada ganadería tiene su propio sello”. Así el ganadero Juan Pedro Barroso Díaz Torre, criador y creador, heredero de una tradición ganadera intachable debe estar satisfecho y orgulloso por Acitrón, lo que estaba cantado, cuando éste cromo berrendo alunarado fu desembarcado y se fue premiado con el arrastre lento. Bravo, noble, encastado que metió la cabeza con codicia a la templada muleta de Juan Pablo Sánchez torero de dinastía. Toro y torero tuvieron suerte. Impactante con la muleta desde el inicio de faena, de hinojos en los medios, citó a Acitrón que se arrancó desde tablas y le pegó cinco muletazos perfectos, que los ahí presentes, aficionados a la más bella e las fiestas coreamos de pie ¡un poema!. Estocada certera para llevarse la oreja de Acitrón que ovacionado, salió después de su arrastre lento. ¡enhorabuena señor ganadero Juan Pedro Barroso!…