Por Jesús Michel Narváez
Ante la ley, todos, ricos, pobres; fifís, conservadores, nacionalistas; blanco o morenos, citadinos o indígenas; funcionarios o gente del pueblo; exservidores públicos o criminales. Todos, sin excepción, somos iguales. Por eso la Justicia se encuentra en una balanza con los ojos vendados. No tiene que mirar para saber quién es inocente o culpable.
Sin embargo, México se ha convertido en el país en el que la confianza en la justicia se pierde en aras de “buscar al pez más gordo del océano”.
La periodista Lourdes Mendoza fue la primera en dar la nota: el señor Emilio Lozoya, sujeto a proceso y acogido al término de “testigo colaborador”, no ha pisado la cárcel ni siquiera para firmar su libertad en prisión domiciliaria. Ah, eso sí, degusta finos vinos y exquisitos manjares en los mejores restaurantes de la Ciudad, como lo pilló la profesional de la comunicación el pasado viernes en el Hunan de las Lomas.
Feliz y contento, departía. Reía a quijada batiente. Elegante en el vestir y corriente en el actuar, Lozoya ha confirmado lo que siempre sospechamos todos los mexicanos: la justicia es para los pobres, no para los ricos e influyentes.
La forma de perder la confianza en la autoridad responsable de procurar justicia, es observar el trato ofrecido y dado al exdirector de Petróleos Mexicanos.
El cinismo con el que se mueve y comporta el presunto criminal de cuello blanco, es una ofensa para todos los reclusos de este país.
Estamos en lo que se autollama cuarta transformación, en la que el estandarte es: no mentir, no engañar y no robar. Tratar a todos por igual.
“Al margen de la ley, nada; por encima de la ley, nadie” pregona desde el púlpito presidencial, el señor López.
Las evidencias muestran lo contrario. Lozoya, Pío y Martín Jesús López (hermanos del presidente), David León, Manuel Bartlett, Florencia Serranía, Felipa Guadalupe (prima hermana del presidente), entre otros, no son molestados para nada. La Fiscalía General de la República tiene otros asuntos: encarcelar a científicos y mantener en Santa Martha Acatitla a Rosario Robles, por el delito de “omisión”, que no amerita prisión preventiva.
¿Por qué Lozoya goza de tantos privilegios?
La hipótesis es que Andrés Manuel López quiere pruebas “contundentes” que le permitan encarcelar a Enrique Peña Nieto. Hasta ahora, el único mal librado es Luis Videgaray, quien desde Boston litiga las acusaciones formuladas por el que fue su empleado. Ah, por supuesto, el exsenador Jorge Luis Lavalle.
Si tratando de sacar del mar al pez más gordo se pervierte la justicia, entones no es justicia.
El presidente se queja de que la Suprema Corte de Justicia de la Nación se apega al Estado de Derecho y sentencia en contra del Gobierno.
“Debería de llamarse Suprema Corte del Derecho”, esto sí los ministros no actúan “con justicia”.
La óptica del huésped temporal de Palacio Nacional, le guste o no la definición, es otra, justo como sus “otros datos”. Es la atribuida al juarismo: a los amigos, justicia y gracia, a los enemigos, justicia a secas.
¿Lozoya le dará el as ganador en los siguientes meses para llevarse todo lo que hay en la mesa?
Mientras son peras o manzanas, árboles frutales o jóvenes destruyendo el futuro, el señor Lozoya la pasa que requetebién.
Y eso que es un criminal de cuello blanco que saqueó la empresa petrolera, recibió sobornos de la brasileña y compró los votos de senadores y diputados para aprobar la reforma energética de Enrique Peña Nieto.
Felicidades a Lourdes Mendoza por esas fotografías y su difusión en su cuenta de Twitter.
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